En la Patagonia norte, un emprendimiento dedicado a la producción de hongos frescos y adaptógenos logró consolidarse como una alternativa productiva con identidad regional. Se trata de Fusión Funga, un proyecto impulsado por Lucía Umile y Ariel Bahamondes, que desde hace seis años desarrollan un sistema de cultivo especialmente diseñado para las condiciones climáticas del Alto Valle. La iniciativa, que hoy produce alrededor de 200 kilos de hongos frescos por mes, se afianzó tras un proceso de experimentación constante y articulación con la gastronomía local. La información fue difundida por el Diario Río Negro.
El proyecto nació como una experiencia personal vinculada al autoconsumo. Como muchos productores familiares de la región, Umile y Bahamondes comenzaron cultivando hongos en troncos de álamo, una técnica tradicional y de bajo impacto. Sin embargo, con el tiempo advirtieron las limitaciones de ese sistema: requiere grandes superficies, largos períodos improductivos y permite apenas dos cosechas anuales. Esa observación fue el punto de partida para un cambio de escala y de enfoque productivo.

La decisión de avanzar hacia el cultivo sobre sustrato marcó un punto de inflexión. A diferencia del método en madera, el sistema en bolsas permite una rotación continua, un uso más eficiente del espacio y una mayor previsibilidad en los volúmenes de producción. Este paso implicó incorporar conocimientos técnicos, infraestructura y un proceso de aprendizaje sostenido, clave para adaptarse a un entorno con baja humedad, amplitudes térmicas marcadas y variaciones estacionales extremas.
La pandemia aceleró ese proceso. Con más tiempo disponible para la investigación y la capacitación, los productores profundizaron la lectura de bibliografía especializada, realizaron cursos y ensayaron distintas combinaciones de insumos. Según explicaron al medio rionegrino, cultivar hongos en la Patagonia no es equivalente a hacerlo en otras regiones del país: los sustratos, las temperaturas y la disponibilidad de materiales obligan a desarrollar soluciones propias.
Hoy, la producción de Fusión Funga se organiza en cuatro etapas bien definidas: armado del sustrato, siembra, incubación y fructificación con cosecha. Todo comienza en el laboratorio, donde se conserva la genética de cada variedad y se elabora el grano miceliado, que funciona como semilla. Ese insumo es central en el proceso, ya que el micelio primero coloniza el grano y luego se expande al sustrato definitivo.

Para el sustrato se utilizan aserrines y virutas de la región, principalmente de álamo y eucaliptus, que aportan el carbono necesario. A esa base se suman salvado de trigo o cascarilla de soja, fuentes de nitrógeno que completan la dieta del hongo. Cada especie requiere una formulación específica, lo que obliga a un control riguroso de las proporciones y de la humedad.
Una vez preparada, la mezcla se envasa en bolsas y se somete a un proceso de esterilización con vapor. En el caso de Fusión Funga, el método elegido es la autoclave, con vapor de agua a alta presión durante aproximadamente tres horas a 120 grados. Esta etapa resulta decisiva para evitar contaminaciones y garantizar la sanidad del cultivo. Luego, en una cabina de flujo controlado, se incorpora el grano miceliado y las bolsas pasan a incubación.
Durante unos doce días, el micelio coloniza por completo el sustrato. Visualmente, el cambio es evidente: la bolsa adquiere una coloración blanca homogénea que indica que está lista para ingresar al invernadero, donde se produce la fructificación. Es en ese espacio donde, según describen los productores, “ocurre la magia”.

El control ambiental es uno de los mayores desafíos. Las temperaturas extremas pueden detener o arruinar el proceso productivo, por lo que el sistema combina distintas soluciones. En invierno se utiliza una estufa tipo rusa para sostener el calor, mientras que en verano un pozo canadiense permite la circulación de oxígeno y ayuda a reducir la temperatura interna. La ventilación y la humedad son variables críticas que requieren monitoreo permanente.
Algunas variedades, como la melena de león o el shiitake, demandan condiciones aún más específicas. En esos casos, la producción se realiza en contenedores especialmente preparados, equipados con humidificadores ultrasónicos que generan una niebla constante. Si el ambiente no es el adecuado, explicaron, el hongo puede deformarse o perder calidad comercial.
En condiciones óptimas, cada bolsa permite dos cosechas. En la primera se obtienen entre 700 y 800 gramos, mientras que en la segunda el rendimiento ronda los 400 gramos. Mientras el sustrato conserve sus propiedades, el ciclo productivo se mantiene activo, lo que mejora la eficiencia del sistema.

La producción de hongos frescos tiene una demanda creciente tanto en la gastronomía como en el ámbito de los alimentos funcionales. Sin embargo, su vida útil es limitada y no supera los diez días. Para sortear esa restricción, Fusión Funga incorporó estrategias de agregado de valor, con parte de la producción destinada a la deshidratación y a la elaboración de conservas como patés y escabeches.
Otra línea de comercialización son los kits de cultivo, que incluyen bloques ya armados y un instructivo sencillo. Estos productos permiten a consumidores y aficionados experimentar el proceso en sus hogares, con mínimos requerimientos de espacio y mantenimiento, y se convirtieron en una vía de difusión del mundo fungi.
El emprendimiento produce actualmente gírgolas, melena de león, enoki, eryngii y perla negra, además de trabajar con hongos adaptógenos como reishi, cordyceps y cola de pavo. Los tiempos de cultivo varían según la especie: las gírgolas pueden estar listas en unos 30 días, mientras que otras requieren hasta dos meses.

Con la mirada puesta en el futuro, los productores buscan integrar todo el ciclo productivo en la chacra, incorporar maquinaria para automatizar procesos y aumentar el volumen de producción. También proyectan ampliar la venta de bloques de cultivo y desarrollar un espacio de divulgación, convencidos de que el potencial productivo, cultural y alimentario del reino fungi en la Patagonia aún tiene mucho por explorar.