Una pyme argentina de alfajores logró consolidar su presencia en el mercado interno, expandirse al exterior y trazar un ambicioso plan de crecimiento en un contexto desafiante para el consumo masivo. Se trata de Alfa Pampa, una empresa nacida en 2011 que hoy produce cerca de un millón de alfajores por mes, tiene presencia en 260 ciudades del país, exporta a Estados Unidos y Nueva Zelanda y proyecta alcanzar una facturación anual de $4.000 millones en 2026, según informó Forbes.
La compañía cerraría 2025 con ingresos por alrededor de $3.000 millones, luego de un año atravesado por la recesión y la retracción del consumo, que impactó por primera vez en su historia en el volumen de ventas. Aun así, la firma sostiene su estrategia de expansión apoyada en tres pilares centrales: automatización de procesos, diversificación del portafolio de productos y crecimiento de las exportaciones.
Alfa Pampa nació hace catorce años con una inversión inicial de US$60.000, destinada a maquinaria, obra y la adquisición de la marca. Desde entonces, su desarrollo se financió exclusivamente con capital propio de los socios, sin recurrir a inversión externa. “El crecimiento fue constante desde los inicios hasta 2024, pero siempre con la necesidad de reinvertir lo generado y realizar aportes adicionales para aumentar la capacidad productiva”, explicó Mariano Bonaventura, cofundador de la empresa, en declaraciones recogidas por Forbes.

El 2025 marcó un punto de inflexión. La caída del consumo masivo en Argentina impactó en el desempeño comercial de la firma, especialmente por la estructura de su cartera de clientes, concentrada en el canal de supermercados y con menor participación de distribuidores y mayoristas. “Fue el primer año en el que registramos una baja en las ventas desde que comenzó la fábrica”, reconoció Bonaventura.
Lejos de frenar sus planes, la empresa decidió redoblar la apuesta. Para 2026, Alfa Pampa prevé invertir $400 millones en automatización, principalmente en procesos de final de línea y empaquetado. El objetivo es escalar la producción sin perder consistencia, acompañar la demanda local e internacional y aprovechar mejor la capacidad instalada. A esa inversión se sumarán $100 millones en investigación y desarrollo, destinados a sostener la innovación del portafolio.
Actualmente, la planta opera al 29% de su capacidad, que alcanza las 3,5 millones de unidades mensuales. El desafío es cerrar esa brecha sin resignar la identidad del producto. “La tecnología nos permite ser más consistentes, pero la esencia sigue siendo artesanal”, afirmó el cofundador, al tiempo que recordó que la empresa mantiene la receta y los procesos que le valieron reconocimientos como la Medalla de Oro obtenida en 2022.
La estrategia para atravesar la crisis del consumo incluyó una segmentación más fina de la oferta, enfocada en distintas ocasiones de consumo y niveles de precio. A través de submarcas como Tuki y Miko, además de formatos mini, la compañía buscó sostener la frecuencia de compra sin competir exclusivamente por precio. “No buscamos ser los más baratos, sino ofrecer el mejor valor percibido”, señaló Bonaventura.

El diagnóstico de la empresa sobre el mercado es claro: en contextos de crisis profunda, el consumo de alfajores no desaparece, pero se polariza. Los productos de precio medio pierden participación frente a los de muy bajo costo. Frente a ese escenario, Alfa Pampa optó por diversificar formatos, mantener estándares de calidad y profesionalizar la gestión interna.
Ese proceso incluyó revisar la rentabilidad por producto y por canal, optimizar procesos y fortalecer la presencia federal. “Hacia adentro implicó ordenar la gestión; hacia afuera, diversificar clientes, ampliar la cobertura territorial y apostar con más fuerza a las exportaciones”, resumió el empresario.
El frente internacional es uno de los ejes clave del crecimiento proyectado. Alfa Pampa ya exporta a Estados Unidos y Nueva Zelanda, y analiza desembarcar en otros mercados de Sudamérica y en destinos donde el alfajor funcione tanto como souvenir emocional como producto gourmet. La proyección se apoya, además, en el reconocimiento internacional del alfajor, que fue elegido como la mejor galleta del mundo en rankings especializados como Taste Atlas.
La compañía también avanza en la ampliación de categorías. Además de alfajores, desarrolla galletitas, frutos secos bañados, formatos pensados para gifting y, de cara a 2026, planea lanzar bombones frutales, cereales bañados y otros productos que amplíen los momentos de consumo. “Son categorías que nos permiten entrar en nuevas conversaciones gastronómicas y reducir la dependencia de un solo producto”, explicó Bonaventura.
Desde una mirada estratégica, el cofundador de Alfa Pampa identifica tres aprendizajes clave en el proceso de escalar una pyme de alimentos en Argentina. El primero: la receta no alcanza por sí sola, el verdadero diferencial está en el proceso. El segundo: escalar no significa fabricar más, sino fabricar igual siempre. Y el tercero: la consistencia en la calidad termina imponiéndose por sobre las modas del mercado.

Con una producción que ya llega a gran parte del país y cruza fronteras, la visión de mediano plazo de la empresa es consolidarse como un jugador argentino con presencia internacional, reconocido por su identidad, su estándar productivo y una propuesta que combine tradición, tecnología y eficiencia.
En un contexto económico volátil, Alfa Pampa apuesta a que la combinación de automatización, innovación constante y expansión exportadora le permita no solo alcanzar la meta de $4.000 millones de facturación, sino también sostener un modelo de crecimiento gradual y consistente. El desafío, reconocen en la compañía, no es solo vender más, sino hacerlo sin perder aquello que convirtió al alfajor en un emblema local capaz de conquistar paladares en distintos puntos del mundo.