El mercado inmobiliario rural argentino cerró noviembre de 2025 con un nivel de actividad estable, aunque atravesado por una marcada cautela en la toma de decisiones, según el último relevamiento de la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales. El dato surge del Índice de Actividad del Mercado Inmobiliario Rural (InCAIR), que alcanzó los 50,57 puntos, reflejando un escenario donde se sostienen las consultas por compra y alquiler de campos, pero se retrae la incorporación de nuevas propiedades a la oferta. La información, difundida en los últimos días de diciembre, resulta relevante porque anticipa el clima de negocios con el que el sector ingresará en 2026, en un contexto de expectativas por posibles cambios impositivos y laborales.
Según informó Infobae, el indicador correspondiente a noviembre confirmó que el mercado continúa activo, aunque sin un impulso decidido hacia una mayor cantidad de operaciones. El InCAIR no mide precios ni valores de la tierra, sino el nivel de actividad general del sector, y se elabora de manera continua desde noviembre de 2013. El registro de este mes corresponde al índice número 145 desde su creación y se consolidó como una referencia para evaluar tendencias y expectativas en el negocio de los campos.

El informe de la CAIR señala que uno de los rasgos más visibles del período fue la menor incorporación de nuevos campos a la venta o alquiler. Esta retracción de la oferta contrasta con un nivel de consultas que se mantuvo en parámetros similares a los de octubre, lo que sugiere que el interés inversor sigue presente, pero condicionado por la espera de definiciones macroeconómicas y regulatorias. En la práctica, el mercado muestra movimiento, aunque con operaciones que se dilatan y negociaciones que avanzan con prudencia.
Desde la entidad explican que el comportamiento observado en noviembre responde a un clima expectante frente a posibles cambios considerados favorables tanto en el plano impositivo como en el laboral, dos factores que inciden de manera directa en la rentabilidad y en la decisión de invertir en activos rurales. La expectativa de modificaciones en estos frentes lleva a muchos propietarios a postergar la salida de sus campos al mercado, mientras que los potenciales compradores analizan con mayor detenimiento el momento de concretar una operación.
El InCAIR se construye a partir de una combinación de variables que permiten captar una visión amplia y federal del mercado. Entre ellas se incluyen los resultados de la encuesta mensual de actividad realizada entre los socios de la CAIR en todo el país, la cantidad de avisos de campos en venta o alquiler publicados en medios gráficos de alcance nacional, el número de anunciantes activos en la web institucional de la entidad y las operaciones rurales efectivamente concretadas durante el período analizado.
A esto se suman las búsquedas y consultas de inversores registradas en la plataforma digital de la Cámara y la presencia de avisos comerciales en las principales plazas del interior, variables que permiten detectar no solo la oferta disponible, sino también el interés real del mercado. El resultado de esta integración de datos es un índice que, sin fijar valores de referencia, ofrece una fotografía precisa del pulso del negocio inmobiliario rural.
El valor de 50,57 puntos ubica al mercado en una zona de actividad moderada, lejos de escenarios de parálisis, pero también sin señales de un crecimiento acelerado. En la interpretación habitual del InCAIR, niveles en torno a los 50 puntos indican un equilibrio entre oferta y demanda, con actores que operan con cautela y priorizan el análisis de escenarios antes de avanzar.

En este contexto, las consultas sostenidas aparecen como un dato relevante. Aunque no siempre se traducen en operaciones inmediatas, reflejan que el interés por la tierra y por los arrendamientos rurales continúa vigente. Para muchos inversores, el campo sigue siendo un activo estratégico de largo plazo, asociado a la producción agropecuaria y a la preservación de valor, aun en escenarios de incertidumbre.
La menor oferta de nuevos campos, en tanto, puede leerse como una señal de prudencia de los propietarios, que prefieren esperar un panorama más claro antes de definir precios o condiciones de venta. Esta actitud, habitual en períodos de transición económica, contribuye a que el mercado se mueva con menor volumen, aun cuando la demanda potencial no desaparece.
Desde la CAIR destacan que el InCAIR permite identificar estas dinámicas sin caer en interpretaciones simplistas. Un mercado activo no implica necesariamente un alto número de escrituras, del mismo modo que una oferta reducida no supone falta de interés. En muchos casos, explican, se trata de tiempos de espera, donde compradores y vendedores buscan minimizar riesgos y mejorar su posición negociadora.
El cierre de 2025 encuentra al mercado inmobiliario rural en una situación de expectativa contenida, con la mirada puesta en las señales que puedan surgir en los primeros meses de 2026. Las definiciones en materia fiscal, laboral y macroeconómica serán claves para destrabar decisiones y darle mayor dinamismo a un sector que, históricamente, responde con rapidez cuando percibe reglas de juego más claras.
Mientras tanto, el InCAIR de noviembre confirma que el negocio de los campos no se detuvo, pero transita una etapa de observación y análisis. Con consultas que se mantienen, operaciones que avanzan con cautela y una oferta que se dosifica, el mercado rural parece prepararse para un nuevo ciclo, a la espera de condiciones que permitan transformar el interés en inversiones concretas.