El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, adelantó que la economía del país podría experimentar un crecimiento acelerado en 2026, respaldado por una combinación de flexibilización fiscal y monetaria. La declaración se produjo el 30 de diciembre de 2025 y fue difundida por Infobae, en un contexto de optimismo tras la implementación de la Ley One Big Beautiful Bill (BBB), que incluyó recortes de impuestos retroactivos sobre la renta y reducciones en los gravámenes mensuales.
Bessent consideró que estas medidas equivalen a “dos años de recortes de impuestos en uno”, con un valor estimado de 191.000 millones de dólares, según Piper Sandler. Se espera que el estímulo fiscal impulse el PIB en 0,3%, un complemento a la expansión del 1,9% registrada en 2025. A ello se suma la recuperación del gasto público tras el cierre récord de 43 días del gobierno federal en octubre y noviembre, que podría aportar hasta un 0,6% adicional al PIB, según el Hutchins Centre.
Al mismo tiempo, la administración federal ha debilitado la aplicación de las leyes fiscales, lo que podría permitir una mayor evasión y sumar otro 0,25% al PIB, estimó Adam Posen, del Peterson Institute for International Economics. La persistencia de aranceles elevados podría limitar parcialmente este crecimiento, ya que se prevé que los gravámenes recauden 215.000 millones de dólares en 2026, frente a 114.000 millones en 2025, afectando indirectamente el poder adquisitivo de los consumidores. Sin embargo, la Corte Suprema podría invalidar parte de estos aranceles, generando reembolsos a empresas y reduciendo los ingresos previstos, lo que a su vez tendría un efecto estimulante sobre la economía.
En el ámbito monetario, la Reserva Federal recortó las tasas de interés al 3,5-3,75%, nivel más bajo desde 2022, y se anticipan nuevos ajustes en 2026. El presidente Donald Trump tendrá la posibilidad de nombrar un nuevo presidente para la Fed en mayo y podría designar gobernadores moderados, inclinando al banco central hacia una política más flexible. Este enfoque buscaría sostener la actividad económica y reducir la amenaza de un desplome bursátil.
En Wall Street, el consenso proyecta un aumento del índice S&P 500 del 9% durante 2026, lo que incrementaría la riqueza de los hogares y, por ende, el consumo. Además, el gasto en tecnologías de inteligencia artificial y capital productivo se beneficiará de incentivos fiscales recientes, potenciando la inversión empresarial.
A nivel global, el optimismo estadounidense se complementa con expectativas de expansión fiscal en Alemania, estímulos al consumo en China y un probable impulso en Japón de hasta 0,4% del PIB. La caída de los precios del petróleo, con el barril de Brent cercano a 61 dólares, también contribuiría a reducir los costos energéticos y respaldar el consumo.

No obstante, persisten riesgos: la inflación sigue elevada, la opinión pública se muestra sensible a los precios y el crecimiento salarial mantiene presión sobre el mercado laboral. Además, posibles cambios en la política de la Fed podrían generar un aumento de las tasas a largo plazo y elevar el costo del capital, contrarrestando los beneficios fiscales y monetarios.
A pesar de estos desafíos, Bessent y analistas financieros mantienen expectativas positivas para 2026, considerando que la economía ha demostrado resiliencia ante crisis pasadas, incluyendo disrupciones en cadenas de suministro, tasas de interés altas y conflictos internacionales. “La confianza repuntará el próximo año y respaldará tanto un PIB sólido como el crecimiento del empleo”, señalaron economistas del banco JPMorgan Chase, citados por Infobae.
En conclusión, Estados Unidos entra a 2026 con políticas fiscales y monetarias alineadas para estimular el crecimiento económico, respaldadas por recortes de impuestos, flexibilización de tasas y un contexto internacional favorable, aunque con desafíos relacionados con inflación, aranceles y estabilidad financiera.