Ambiente Sustentable / Aguas y Efluentes

Efluentes que hacen bien

En el Trébol se expusieron los resultados de un inédito ensayo público privado que mide el impacto del uso de efluentes pecuarios en la producción agrícola de sistemas intensivos

Efluentes que hacen bien
viernes 10 de abril de 2020
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retendemos transformar los desechos en insumos para el desarrollo de los cultivos, reemplazando de forma total o parcial el uso de fertilizantes químicos solucionando el problema del manejo de efluentes y residuos potencialmente contaminantes. Con esa frase, el gerente de producción láctea de La Taperitas, Ing. Agr. Gustavo Benzi, dio la bienvenida a los más de 300 asistentes que se dieron cita en la localidad de el Trébol para aprender un poco más sobre un tema de vital importancia para el campo y la ciudad.

Despues de casi 4 años de silencioso trabajo, lo pudieron contar con orgullo. “Utilizando los tres tipos de desechos tenemos un ahorro promedio de U$S 110/ha. dependiendo el tipo de desecho”, disparó Benzi, aunque agregó que no se trata de aplicar sólo estos productos, sino de integrarlos con la fertilización química “para corregir lo que falta”.

Según remarcó, en la fertilización líquida, “por más que lleguemos a las dosis óptimas, no estamos cubriendo todo el fósforo que necesita el suelo. Y en sólidos, aportamos fósforo pero no tanto nitrógeno, por eso es importante la integración”.

En la exposición se plasmaron los resultados del ensayo llevado adelante por la empresa y por los científicos de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL. Sobre 531 has., el ahorro en urea es de 110 U$S/ha. Se paga en 7 años y 11 meses. En los sólidos, el ahorro es de 82 U$S/ha., con un repago de la inversión en 4 años y 5 meses. Y en líquidos ahorran U$S 130/ha. que se repaga en 8 años y 6 meses. Es decir, que sobre las 1.561 hectáreas de Las Taperitas, con los tres sistemas ahorran 149.67 U$S/ha al año. Impresionante.

El proyecto fue impulsado con un monto inicial de $ 4,8 millones por parte de la UNL, 6,6 millones por parte de la empresa, y 16,3 millones de parte del Fondo Argentino Sectorial (Fonarsec), e incluyó la compra de la primer máquina inyectora de efluentes en Argentina.

Según la Ing. Agr. Silvia Imhoff, responsable del proyecto por parte de la UNL, el objetivo fue desde el inicio “tratar de transformar desechos pecuarios que generan problemas en insumos útiles”. Desde la UNL el tema se derivó al Centro para la Transferencia de los Resultados de la Investigación (CETRI) el que actualmente se encuentra bajo la dirección de Christián Nemichenitzer, “quienes nos orientaron sobre cómo armar la propuesta, tratando de conjugar los intereses particulares de la empresa, las capacidades de la Universidad para dar solución al problema y los objetivos a los que apuntaba la línea de financiamiento”, afirmó. Luego, se presentó a la Nación, y a partir que se aprobó, se contó con los recursos para instalar 4 ensayos a campo, con los distintos tipos de desechos, ya sea de tambo y/o porcinos. Y como cada uno de ellos (sólidos, líquidos o semilíquidos) requieren distintos tipos de aplicación, hubo que importar la primera inyectora de efluentes en el suelo del país. Pretendimos realizar un estudio abarcativo para poder dar respuestas relativamente seguras y con base científica para el uso de estos efluentes, y para que los productores lo puedan usar con un sentido agronómico que respete las condiciones de preservación del ambiente”, sintetizó.

Según el Ing. Agr. Roberto Maisonnave, especialista en gestión ambiental que disertó en la jornada, la incorporación de esta metodología es un proceso, “y nosotros no tenemos tanta experiencia en producción animal intensiva, así que es un sector con mucho desarrollo tanto en tambo como en feedlot, producción porcina y avícola. Así se van generando conocimientos, grupos de trabajo y tecnología, y se va haciendo un camino de a poco”.

Maisonnave contó que a nivel mundial en los países desarrollados, la normativa exige tener algún tipo de control de impacto ambiental de cada producción. “Según donde estés ubicado ese impacto puede ser diverso. Desde problemas de olores si estás pegado a un pueblo, hasta el peligro de contaminación de napas. La normativa internacional tiende a promover el uso agronómico de los efluentes junto con la generación de energía, y tenemos que acostumbrarnos a la idea que estas producciones tienen un impacto ambiental”, sostuvo

También agregó que en este sentido el costo ambiental no puede ser cero, y por eso tiene que estar contemplado dentro de la estructura de costos de la empresa, como cualquier otro rubro.

El especialista recomendó tratar de estar un paso adelante de la normativa -si la escala lo permite- porque en criaderos de cerdos o en tambos de gran escala, después no es fácil acomodarse a las normas de este tipo, inclusivo alguno directamente no lo pueden hacer. “A veces las obras se hacen mal de entrada y termina saliendo más caro. Pero deberíamos aprovechar que en nuestro país todavía no tengamos una normativa tan clara para ir organizando desde el sector privado hacia el Estado toda la información respecto de por dónde hay que avanzar. Porque si la normativa se hace desde el desconocimiento, no soluciona los problemas y termina generando costos innecesarios”.

En este sentido, manifestó que en todos los sistemas de producción que generan efluentes líquidos, se debe hacer un control del uso del agua (no que se cobre, sino que el productor se haga la escuela de controlar su uso). Además, la normativa “debería tener como regla cuidar las napas, los cursos de agua, promoviendo el uso agronómico con Buenas Prácticas, desarrollando la participación de los Ingenieros Agrónomos, y que ellos estén certificados para trabajar con estos materiales que son diferentes a los fertilizantes comerciales”.

Maisonnave asegura que el potencial de generación de riqueza a través de los fertilizantes naturales es muy importante, “por eso en todo el mundo se le da prioridad, porque los animales son muy ineficientes en la absorción de nitrógeno y fósforo, entonces no podemos estar desperdiciando todos esos nutrientes, tenemos que devolverlos al suelo, agregar MO; mejorando la fertilidad”.

Y cerró afirmando que a la conciencia ambiental te la da la normativa o el mercado. “Ya pasó en la avicultura, y si estamos pensando en exportar al primer mundo, tenemos que saber que tienen normas muy estrictas, por lo que vamos a tener que ordenarnos un poco (con los costos que podamos) para que no se transformen en barreras para arancelarias a nuestra producción”.

Raúl Lasorella es gerente de producción porcina de la empresa, y destacó que con 37 años de experiencia en el tema, el impacto de esta tecnología ha sido enorme. “En el año 1992 arrancamos con 300 madres y ahora estamos con 4000 madres en producción en 3 sitios. Usamos un sistema de alimentación líquida, utilizando un grano de maíz de alta humedad, cosechándolo en tres lugares distintos, con 30 a 33 ° de humedad como integración a la parte agrícola. Hoy esta producción la estamos usando con tratamiento de efluentes por medio de un sistema de lagunas, con las que hacemos la fertilización líquida y la de fermentación, con la que hacemos la semisólida”.

Lasorella remarcó que es un círculo virtuoso que presenta múltiples beneficios: “hacemos un tratamiento de los residuos de la producción sin agredir al medio ambiente y usamos los contenidos de esos minerales con una fertilización orgánica, de esta manera mejoramos la renta de cada cultivo con una menor inversión en fertilizantes inorgánicos. Los rindes son superiores en todos los casos, en la producción porcina usamos el sistema líquido y el semisólido con unas 400 has fertilizadas de esta manera”.

Otro de los disertantes fue el Ing. Agr. Gonzalo Berhongaray, quien explicó que desde CREA lo están estudiando en relación al tema rotación de cultivos para monitorear el impacto en el suelo. “El impacto en el suelo del tambo y en la agricultura es diferente”, aseguró. “En la agricultura el maíz se ve como un aliado porque aporta mucho rastrojo y raíz, y favorece la salud del suelo, pero en el tambo se utiliza para el silo, y la cosecha es mucho más extractiva, con un residuo nulo, y el impacto es negativo”.

Según Berhongaray, el suelo le da de comer al pasto y el pasto de comer a las vacas. “Y cuidando el suelo podemos mejorar la producción tranqueras adentro. Esto es fundamental para aumentar la producción de forraje. Eso permite depender menos de los alimentos externos. Un suelo saludable es social, económica y ambientalmente más redituable”.

 

Campo Litoral



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