El vino: una bebida ancestral que ha acompañado al hombre desde el comienzo de sus días

Para 1670, el monje francés Benedicto Dom Pierre Pérignon entró en la bodega donde almacenaban el vino y quedó fascinado con el aroma que emanaba de una vasija que había estallado por la fermentación del alcohol. Después de probar la bebida de esa y otras barricas que fue degustando, gritó exaltado: “Venid, venid todos, estoy viendo estrellas”. Al monje se le atribuye la invención del proceso para la fabricación del champagne, conocido como el método champenoise.

Con la arqueología como herramienta de exploración, el historiador Bolívar Baliñas estudia la historia del vino desde la Edad Antigua hasta la actualidad. Él recorrió las rutas comerciales que contribuyeron a la expansión del vino y sus formas de producción y consumo en la Edad Media y Moderna.

El historiador, que fue consultor del Plan de las Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD), se refirió también a la importancia del vino para el cristianismo (aparece mencionado en el Antiguo y Nuevo Testamento) y a la relación de la bebida con personajes históricos como Pérignon, Napoleón Bonaparte, Louis Pasteur y Dante Alighieri.

Según Baliñas, el origen del vino se remonta a Summer, región histórica del Medio Oriente, parte sur de la antigua Mesopotamia, entre las planicies de los ríos Éufrates y Tigris, donde habitó la población sumeria, considerada la primera civilización del mundo. “El vino ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Al igual que con el fuego y la rueda, nadie ha patentado el descubrimiento del vino”, resaltó.

Si bien no se conoce con exactitud el momento histórico en el que el vino comenzó a acompañar al hombre, hay indicios que permiten reconstruir su origen. “Destaco la importancia de los fenicios, dueños del Mediterráneo, del gran comercio y, fundamentalmente, de la propagación de la vida de Summer; el vino llegó a Egipto, luego a la Grecia clásica y a Roma”, resumió Baliñas.

“Los griegos llegaron a dominar el arte del vino. Le asignaron una divinidad, Dionisio, que siempre aparece representado con una copa en la mano. Luego, cuando los romanos lo adoptaron, le cambiaron el nombre por Baco, hijo de Zeus. En Roma, entre el año 58 y el 51 a.C., cruzaron a celebrarse las fiestas de la vendimia. Todo motivo servía para tomar un vino”, contó.

En la Edad Media, el vino y su producción quedaron bajo la órbita de la Iglesia y la monarquía; es decir que se producía en tierras de monasterios y castillos. Surgieron entonces las primeras bodegas en sótanos para conservar las barricas. “La Edad Media tiene aroma a vino”, decía una profesora de Baliñas.

Saltando en el tiempo, en 1492, cuando Europa descubre el continente americano, los conquistadores traen las vides europeas, pero encuentran aquí vides americanas que eran más resistentes a las plagas.

Resulta muy interesante detenerse en las figuras históricas mencionadas por Baliñas. Napoleón, muy aficionado al vino, dijo: “En la victoria te lo mereces, en la derrota lo necesitas”. Por su parte, Dante exclamó: “El vino siembra poesía en el corazón de los hombres”. En tanto, Churchill sostuvo: “No es Francia por lo que luchamos, es por el champagne”. Por último, Jorge Luis Borges afirmó: “El vino enseña el arte de ver la propia historia”.