El programa Agricultura Sustentable Certificada (ASC) de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) sumó nuevos exponentes en Córdoba.
Se trata de las firmas Mikito y Conasa SA, propietarias de los establecimientos Callerio y Las Peñas, donde se practica un planteo productivo diversificado, con agregado de valor y el objetivo de imponer la economía circular.
Bajo una misma administración, estas empresas hacen en Las Varillas y en Berrotarán agricultura con siembras de maíz, soja y trigo, y también de alfalfa para la confección de megafardos para la alimentación de ganado.
Sucede que en el establecimiento Callerio funciona la cabaña La Caterina de Aberdeen Angus y en Las Peñas hay 1.400 madres de esa raza y un feedlot con capacidad para 4.000 cabezas. Allí está también instalado un biodigestor para la producción de etanol y burlanda.
El compromiso de Mikito y Conasa con la producción sustentable comenzó al acreditarse en el programa de Buenas Prácticas Agropecuarias (BPA) de Córdoba y al certificar también la norma Iram 14.130. Luego, llegó el turno de sumar el sello ASC de Aapresid.
“Como productores, estamos firmemente comprometidos en el camino de la sustentabilidad y de la integración con la comunidad en general. Estamos convencidos que a través de la certificación mejoramos nuestros procesos, nuestro impacto y la rentabilidad”, explica Eugenia Bonillo, directora agropecuaria de ambas compañías.
“Esto nos permitirá ofrecerle al consumidor y a las empresas productos sustentables. El sello ASC nos abre la puerta para abastecer empresas de consumo masivo que están buscando de manera activa a productores certificados”, añade.
Incluso, estos han sido los primeros pasos para un objetivo de vanguardia: medir la huella de carbono de los establecimientos y lograr certificar una producción “carbono positiva”.
En concreto, están trabajando en un proyecto junto a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para hacer mediciones de la huella de carbono a campo. “Una vez definida la línea de base empezaremos a diseñar acciones concretas para ser carbono positivos. Maximizar el tiempo en que el suelo está poblado con raíces vivas será una estrategia clave en línea con el objetivo de capturar más gases”, describe la ejecutiva.
Esto se inscribe además dentro de un plan de negocios que apunta a mediano plazo a tener llegada directa a los consumidores. “Creemos que elegirán cada vez más productos de origen sustentable, para lo cual es importante que existan sellos que los avalen”, resume Bonillo.
Uno de los puntos salientes de la apuesta de estas empresas es la minidestilería de maíz ubicada en el campo Las Peñas, con capacidad para procesar 14 mil toneladas y producir 5,5 millones de litros de etanol al año.
“Es una forma de agregar valor en origen para una empresa que se encuentra casi a 500 kilómetros del puerto. Nos permite transformar el maíz, obtener una rentabilidad extra y agregar valor al negocio ganadero. La burlanda y la vinaza se consumen en el feedlot y como suplemento del rodeo de cría”, enumera Bonillo.
Y cita a la vinaza como ejemplo de un subproducto que usualmente no se valora, pero es muy útil para mejorar las condiciones productivas.
Se trata de un derivado líquido obtenido por centrifugado del caldo de fermentación residual del grano de maíz. Básicamente, es una mezcla de agua con nutrientes que en la mayoría de las plantas se evapora, pero que en Las Peñas se la dan de tomar a los bovinos.
“Así reducimos el impacto ambiental que pueda generarse en el proceso de evaporación y obtenemos un sistema de suplementación líquida que no requiere tractores, sino que se suministra por gravedad en los bebederos”, remarca Bonillo.
Esta suplementación permite además hacer un aprovechamiento más racional y sustentable de las pasturas naturales, que se regeneran más rápidamente y mejoran su producción en el largo plazo.
En cuanto al feedlot, se utiliza tanto para el engorde de producción propia como para servicios de hotelería/capitalización. “Los servicios en feedlot son una forma de vender los subproductos generados en el campo con valor agregado. El mayor número de cabezas permite bajar costos fijos y además es una forma de diversificar el riesgo. Todo esto sin tener que inmovilizar mucho capital comprando hacienda”, menciona Bonillo.
Desde su punto de vista, si bien la inversión inicial no es menor, este tipo de proyectos encajan muy bien con modelos asociativos, sobre todo en lo referido al consumo de subproductos con animales. “Son una herramienta interesante para empresas pequeñas, donde la diversificación es clave para lograr estabilidad y seguridad”, señala.
Agrovoz