Retenciones al campo: ¿herramienta beneficiosa o carga “retrógrada”?

El Gobierno insiste que son una herramienta útil para “desacoplar” precios internos de internacionales; los analistas advierten que que se puede provocar el efecto contrario de lo que se quiere lograr

Retenciones al campo: ¿herramienta beneficiosa o carga “retrógrada”?

Los derechos de exportación -retenciones- están desde hace semanas en la conversación pública argentina. El presidente Alberto Fernández insiste en que son las herramientas necesarias para “desacoplar” los precios internos de los externos y desde diferentes sectores aseguran que sobrevalora esa incidencia. Esa es una primera línea divisoria, la de quienes entienden que el impuesto beneficia a los consumidores y los que no. La otra, muy marcada está entre los que interpretan que es una carga “retrógrada” usada en el comercio internacional de hace medio siglo y los que todavía le ven sentido.

“¿Hay ‘mitos’ en torno a las retenciones?”, se le preguntó a una serie de expertos. Varios prefirieron no usar ese término, pero sí analizaron la aplicación del impuesto y sus efectos tanto en la economía en general como en determinados productos.

“Ninguna medida de política económica se debe mirar individualmente sino en el contexto; en este caso en la ecuación de precios para el productor en la que cuenta, además de la carga, el precio mundial y el tipo de cambio”, dice el economista argentino Eugenio Díaz Bonilla, experto en negociaciones bilaterales, comercio y seguridad alimentaria, pobreza y desarrollo y una larga experiencia en organismos internacionales de crédito y actual director del Programa para América Latina y el Caribe en el Centro Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés).

Gráfica que, entre 2002 y 2006 los precios internacionales no eran muy buenos comparativamente, las retenciones no eran tan altas, pero tipo de cambio competitivo. “Fue un muy buen momento para los productores”, dice.

Las retenciones son “tan viejas como la república” apunta Roberto Bisang, docente de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, aunque recién se formalizó una mirada teórica en los ‘60 cuando prevalecía la idea del campo y la industria “por lados diferentes”. Repasa que entonces primaban concepciones que ya no existen: el campo tenía ingresos en dólares y costos de pesos, su elasticidad de precios era alta incidencia de materias primas (que se reflejaba en el IPC) y un comercio mundial adverso a la Argentina “porque bajaban los precios primarios y subían los industriales”.

Sobre estos aspectos generales, Diego Dequino, presidente del Centro de Estudios de Economía, Sociedad y Tecnología, plantea que perdieron peso internacional hace años: “Son parte de un modelo de análisis que está terminado en el mundo, como es el de incentivar o desimpulsar importaciones o exportaciones a través de impuestos. Se hacen cosas diferentes para abordar esos problemas; prima la regla de eliminar barreras artificiales para que los precios se expresen de una manera libre y premien o castiguen las condiciones de producción de cada localía. Es un error de época tratar de buscar argumentos a favor”.

El experto en tributación y docente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), José María Rinaldi, advierte que aunque hay una “imagen generalizada” de que en el mundo no se aplican las retenciones, hay más de 60 países que aplican esquemas de administración de sus comercios para priorizar el abastecimiento de alimentos. Apunta que el número deriva de un informe que realizó María Martini para la Sociedad Rural Argentina y la Fundación INA y que se publicó en 2009.

“En 63 países productores de bienes primarios hay políticas arancelarias y, en 68, hay trabas no arancelarias -agrega-. Se las usa como instrumento extrafiscal para evitar el traslado a precios internos de alimentos sensibles a la canasta de consumo”.

 

¿Cómo impactan en la inflación?

Sobre el efecto de la aplicación de retenciones en la inflación, es transversal la concepción de que no existe. Desde la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (Fada), David Miazzo, enfatiza que tienen impacto sobre el nivel de precios “no en la inflación que es la evolución de los precios; ahí el efecto es por única vez”. Ratifica que una variación de 10 puntos porcentuales (pp) en las retenciones al trigo implicaría una baja de 1,3 pp en el precio del pan, “uno de los cientos de productos y servicios” que integran la canasta básica.

Es coincidente el análisis de Juan Manuel Garzón, economista del Ieral: “Pueden bajar una única vez los costos de algunos productos vinculados a materias primas. A mediano y largo plazo puede darse la consecuencia opuesta porque si se reducen mucho las rentabilidades habrá materia prima cara. Ya lo vivimos en 2013/14 cuando el trigo argentino era el más caro del mundo; fue una reacción fuerte a una decisión del gobierno. Para frenar la inflación hacen falta otras políticas”. Vale recordar que para subsidiar el precio de la harina de trigo se aumentaron las retenciones a la harina y al aceite de soja.

También Díaz Bonilla enfatiza que hacer que los precios internos sean más bajos que los internacionales es una cosa, pero la inflación “es diferente; es una discusión de otro nivel”. “La mayor industrialización de los alimentos quita peso a la materia prima en el IPC y, por lo tanto, al argumento del ‘desacople’”, observa Bisang.

Para Dequino con los niveles de inflación existentes el único efecto “desacople” que pueden funcionar es en los combustibles porque es un precio “único y regulado”. La cadena de alimentos, describe, está “muy desagregada” y, a la larga, puede “no haber pan de trigo”. “Si el interés es la gente, hay que desarmar los impuestos internos a la cadena de valor del pan; eso sí bajará el precio.

 

Los efectos macro

Rinaldi indica que las retenciones crean un tipo de cambio múltiple, “fue usado mucho en los primeros tres gobiernos del kirchnerismo” y admite el fuerte peso fiscal que tienen; en 2007/08 representaron 13% de la recaudación. En Juntos por el Cambio hubo un “intento de reducción gradual y progresivo y se hizo marcha atrás con fines fiscales”.

Díaz Bonilla también menciona que con el macrismo, al reducirlas, se generó un déficit “más grande; se perdieron dos puntos del PBI y eso tiene efectos globales sobre la economía que afecta también a los productores”. Describe que hay países con recursos naturales competitivos, no usan retenciones pero sí impuestos a la producción para absorber parte de la renta y señala el caso de Noruega con el petróleo y la creación de un fondo.

Gustavo Idígoras, titular de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) y el Centro de Exportadores de Cereales, carátula a la carga como una “tabla de salvación fiscal; existieron 90 años de los últimos 100; el agro es visto como una caja recaudadora más que como una fuente de riqueza. No requieren de esfuerzo para recaudarlas; ingresan todos los días, se recaudan 100%”.

Díaz Bonilla se refiere a los efectos de competitividad intersectorial, tema que genera un “gran debate” en la Organización Mundial de Comercio (OMC). En esa línea, Idígoras recuerda que el país perdió el mercado de biodiésel de Perú y Estados Unidos: “En una investigación las consideran subsidio y quedamos excluidos con un efecto de US $2.000 millones por año”.

Enfatiza que hace 15 años que el Mercosur pide eliminar las retenciones para el comercio intrarregional a la vez que la Unión Europea lo incluyó como una condición para el acuerdo entre los bloques. “India eliminó los aranceles de importación para el aceite de girasol y soja para dos millones de toneladas por año hasta el 31 de marzo del 2024; es una gran oportunidad para la Argentina -agrega-. La OMC admite algunas decisiones que afectan la seguridad alimentaria de terceros países por causas como déficit e inflación; como vivimos con esos problemas siempre terminamos adhiriendo a eso”.

Dequino está convencido que en una coyuntura internacional de alta demanda de productos que la Argentina exporta “habría que levantar las retenciones y podría haber una explosión de producción que haría la compensación fiscal”. Bisang se inscribe entre los que interpretan que, en términos de comercio exterior, el impuesto está “haciendo perder posiciones respecto de oportunidades que son muy poco frecuentes en la historia”.

 

¿Capturar la renta extraordinaria?

“Plantear que gravan la renta extraordinaria es inexacto -dice Garzón-. No tienen la estructura necesaria porque no distingue la condición económica del contribuyente, no saben si gana mucho, poco o pierde. Las retenciones, por ejemplo, existieron aun con sequías, incluso se mantuvieron con la misma tasa. Ese argumento no se sostiene porque no se modifican ni cuando hay problemas”.

Miazzo no duda en calificar de “mito” esa idea de que capturan rentas extras: “Las devaluaciones sirven para reactivar exportaciones y desincentivar importaciones; lo que hoy tenemos es el problema inverso, hay atraso cambiario y en esa percepción la gente está dispuesta a comprar y vender dólares a $200. Las retenciones se ponen en tiempos de devaluaciones y cuando hay atraso quedan altas”.

A esos análisis, Bisang añade que con los años los costos en dólares del campo crecieron y aumentaron su participación en el total, por lo que si hay devaluación los afecta también. “No hay una ganancia extraordinaria. Hay un conjunto de bienes exportables estructura de costos con fuerte impacto de moneda extranjera”, sintetiza y subraya que, frente a modelos de inestabilidad macro y de retenciones que cambian pero siguen, “los productores terminan siendo inversores de corto plazo”.

 

Economías del interior relegadas

Esas inversiones de “corto plazo” -obligadas por las circunstancias- afectan básicamente a las economías del interior, que viven muy vinculadas con la producción del agro. “Es un mito que las retenciones solo afectan al productor -señala Miazzo-. Con un menor precio tiene menor disponibilidad de ingresos para invertir más, expandir la producción, consumir en otras áreas”.

Plantea que en ese contexto, “no crece la producción porque no hay mayor nivel de reinversión. Pierde el país”. Grafica que, sin retenciones, con ingresos crecientes habría más inversión y tierras no rentables entrarían en producción.

“No es cierto que los derechos de exportación son necesarios para que funcione la economía del país. Lo que hacen es que no se produzca más, se genere más actividad, más exportaciones, más recaudación por otros impuestos. En vez de ser algo bueno y útil para la economía genera impactos negativos”, cierra.



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