Desde la localidad de Marcelino Escalada, en el centro de Santa Fe, diseñaron una máquina única en el país que devuelve carbono y reemplaza químicos por orgánicos. Su desarrollo original captó la atención de la Cámara de Comercio Británica en Argentina, que la reconoció con el premio al Liderazgo Sostenible.
“El primer puesto es para Granja Don Darío por su proyecto compostaje de efluentes líquidos para su transformación en abono orgánico sólido. Un proyecto escalable, replicable, ingenioso y creativo. Una iniciativa consistente que, llevada a gran escala, tendría un impacto superador y que apunta a combatir la contaminación de forma directa”. Así anunciaron al ganador el pasado 28 de noviembre, en Buenos Aires.
El proyecto había quedado ternado en la X Edición del Premio “BritCham Argentina al Liderazgo Sostenible”, el reconocimiento que hace la Cámara de Comercio Británica/Argentina a las entidades que “realizan un aporte innovador y sobresaliente a la comunidad en la que se desenvuelven y que demuestren compromiso con un planeta y un futuro sustentables”.
Rubén Alcaraz, titular de la granja Don Darío, no oculta su orgullo: “Participaban entidades y empresas de gran calibre como Banco Francés, Shell, Renault, y estábamos nosotros, con nuestro proyecto bajo el brazo. Sin importar el volumen, la idea es encontrar una salida a un problema complejo”.
En la Granja Don Darío, un rotor montado sobre un puente grúa levanta contribuye a una mezcla más eficiente.
Don Darío es un establecimiento de 500 hectáreas ubicado a 30 kilómetros de San Justo, en el centro santafesino. La granja porcina comenzó a construirse en 2011 con el objetivo de alojar 250 madres. En octubre de 2012 ingresan los primeros animales a partir de un contrato que realizaron con Choice Genetics, empresa con asiento en Rafaela. El objetivo: producir genética porcina de primera línea. “Existen cinco granjas como la nuestra. Nosotros alojamos a los animales y ellos supervisan periódicamente”, explica Alcaraz. Actualmente tienen 150 clientes en diferentes provincias y desde 2016 certifican para exportar a Bolivia y Uruguay.
El efluente porcino es un líquido con gran contenido de materia orgánica derivado principalmente de las heces y la orina de los animales. El 5% es materia orgánica y el 95% restante es agua que se evaporará en el proceso de compostaje.
Como cada animal genera hasta 10 litros de efluentes diarios, desde la granja empezaron a evaluar la idea de transformarlo en materia prima de un producto: el abono orgánico a través del compostaje.
En línea con esta idea, Alcaraz cuenta que, en el departamento San Justo, se comercializan cerca de 9 mil toneladas de fertilizantes químicos por año. “En este mismo territorio, tenemos 70 mil porcinos. Si cada animal produce 8 litros de efluentes por día, son casi 600 mil litros. Si a esto lo transformamos en compost, se pueden producir entre 8 y 9 mil toneladas originadas en la misma zona de consumo. ¿Cómo hacemos para que los gobiernos entiendan esto?”, se pregunta.
Si el 95% del efluente es agua que se evapora, ¿eso no contamina el aire? Alcaraz contesta: “Con la temperatura que lográs en el proceso de evaporación, se elimina. Se esteriliza un efluente por acumulación de temperatura. Es otra de las conveniencias que tenemos con este sistema”.
Buena parte de los granos que se producen en “Don Darío”, llegan a la planta de balanceado para los animales. Con excepción del trigo, todo el grano se transforma en carne. En el caso de la soja, se procesa la oleaginosa en una aceitera (fuera del establecimiento) y vuelve el extrusado que se agrega al alimento.
El efluente que produce la granja, se procesa con el compostaje y se aplica en los campos. En compost se producen 600 toneladas por año y la economía circular que origina, genera mano de obra. “Son 8 personas que realizan diferentes tareas: aplicación de herbicida, siembra, cosecha, transporte. Hacemos todo el circuito: procesamos e incorporamos el compost”, explica Alcaraz.
Salvo pequeñas dosis que se destinan a uso urbano, todo lo que se produce en la compostera se utiliza en el mismo establecimiento. El titular de la granja confiesa que, desde que comenzó a aplicar el abono orgánico, le cambió el suelo. “En los ensayos se observa un aumento de materia orgánica, de fósforo, de calcio. Aún no estoy en el nivel que quiero proyectar, pero vamos por ese camino”.
Alcaraz detalla que aplicar este sistema en una granja de hasta 500 madres puede tener un costo de 100 mil dólares. Lo más costoso es la nave, no el equipo: “En 3 años se amortiza la inversión. Lo que se te va en fertilizantes es muchísimo”. Hoy muchos municipios utilizan el compost en basura. “Y es otra posible solución: compostar basura húmeda y efluentes de cerdos”, entiende.
Desde hace algo más de un año se conformó la Asociación Argentina de Compostadoras (Asacom), integrada por 60 emprendedores de todo el país. “Estamos mostrándoles a los municipios y comunas que lo que tienen no es basura, sino materia prima para elaborar productos orgánicos. Y esto lo tenemos que llevar al feedlot, al tambo, al criadero de cerdos, de aves, a la industria química”, afirma el entrevistado y agrega: “Compostar es un negocio que se le aparece al productor de cerdo: vender el excedente de fósforo y nitrógeno que está en el efluente del animal”.
A futuro, desde Don Darío tienen varios proyectos en mente. Uno de ellos es certificar bono verde: “Tengo certificados los fármacos que se inyectan al animal. Tengo certificado el alimento, de qué árbol de eucaliptus vino el aserrín y de qué cultivo de arroz vino la cáscara, qué herbicida se aplicaron. Tengo la trazabilidad de la carne, del aserrín y de la cáscara de arroz”.
El premio de la BritCam también les abre otras puertas. El proyecto fue presentado al Compost Council de Estados Unidos y la idea es viajar a Gran Bretaña en abril para recorrer granjas y realizar pruebas piloto con este sistema.
Sobre el cierre, Alcaraz confiesa: “Esto me ha llevado mucho pelo y mucha cana. Pero con orgullo puedo decir que funciona. Creo que es el futuro”.
Desde la antigüedad, se utiliza abono orgánico para mejorar la disponibilidad de nutrientes del suelo. Con esto, se obtienen mayores rendimientos del cultivo. Los estiércoles, las compostas, residuos de las cosechas, residuos orgánicos industriales, entre otros materiales, forman parte de este elemento.
Desde hace algunas décadas, la fertilización del suelo se realiza con la aplicación de químicos que le aportan fósforo y nitrógenos. En el mundo se utilizan anualmente más de 100 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados y más de 90 millones de potasio y fósforo. Según algunos estudios, las consecuencias de su uso conlleva al empobrecimiento de nutrientes, pérdida microbiológica, de biodiversidad y de contenido de materia orgánica del suelo. La mayoría de los productores agrícolas optan por estos productos químicos ya que aceleran el crecimiento de las plantaciones.
La especie humana practica el compostaje desde hace milenios. Fue en China donde se comenzó a recoger y compostar variedades de materia de sus campos y de sus hogares, incluso desechos fecales. A la entrada de Jerusalén, se disponía de lugares donde se recogía la basura de la ciudad que era quemada o compostada.
El método moderno se origina en India. Albert Howard (“el padre del compostaje moderno”) combinó en la primera mitad del Siglo XX, conocimientos “científicos” con el de los campesinos del lugar. El método se basaba en fermentar la mezcla de desechos vegetales y excrementos. Unir un conjunto de restos orgánicos expuestos al proceso de fermentación, obteniendo como resultado un producto con contenido de materia orgánica, nutrientes, nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio, calcio y hierro.
En definitiva, el compostaje es una técnica utilizada en condiciones específicas de humedad, aireación, temperatura y bajo la acción de ciertos microorganismos, para la transformación y estabilización de residuos orgánicos biodegradables en un producto final llamado compost. Por su contenido de nutrientes, se puede obtener un abono de alta calidad. Hoy el compostaje es un proceso aeróbico que combina fases mesófilas de 15 a 45 °C (un mesófilo es un organismo que crece mejor a temperatura moderada) y termófilas de 45 a 70 °C (organismo que soporta condiciones de temperatura relativamente altas con una tasa de crecimiento rápida pero de corta duración) para conseguir la reducción de residuos orgánicos y su transformación en un producto estable y valorizable.
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