Por Agroempresario.com
En un rincón del barrio porteño de Parque Patricios, la historia de “El Castillo” se entrelaza con la tradición española y la pasión por la gastronomía argentina. Rafael Cano, a la cabeza de esta empresa familiar, se adentra en el legado de su familia, un emprendimiento que ha pasado de generación en generación y que ha marcado el paladar de miles de argentinos desde la década del 40. En una entrevista reciente con La Nación, Cano afirmó: “La calidad de la materia prima tiene que estar por encima de todo. Este es un rubro que se presta a pensar que no es necesario ser tan exigente en este área”.
Los inicios de “El Castillo” datan de 1945, cuando Don Rafael Cano, proveniente de Murcia, España, trajo consigo el oficio de pimentonero. Desde su llegada, Rafael se dedicó a importar pimentón y azafrán, logrando cautivar los paladares argentinos con productos de la más alta calidad. “Nunca se utilizaba sola la palabra ‘Especias’ en las etiquetas. Siempre iba acompañada de la palabra ‘Finas’”, recuerda Cano, quien ha visto la evolución del negocio a lo largo de los años.
La compañía, que en sus primeros años servía principalmente a restaurantes y fábricas de pastas, ha sabido adaptarse a un mercado en constante cambio. “El mercado argentino se está haciendo cada vez más sofisticado”, señala Cano, destacando la tendencia hacia productos de mezcla como el Baharat o el Zaatar. Además, han ampliado su línea de productos, desarrollando especias específicas para marinar carnes y pescados, adaptándose a los gustos del consumidor local.
Un aspecto notable de “El Castillo” es su conexión emocional con sus productos. Las icónicas latas de pimentón, que ahora decoran muchas cocinas argentinas, son consideradas tesoros por sus clientes. “He encontrado varias latas antiguas nuestras en anticuarios”, comenta Cano con nostalgia. Esta historia familiar, marcada por la dedicación a la calidad y la innovación, asegura que las especias de “El Castillo” continúen siendo un ingrediente esencial en la cocina argentina.
Así, con una visión clara y un compromiso inquebrantable con la calidad, Rafael Cano se propone seguir enriqueciendo la gastronomía del país, porque para él, “agregar una pizca de sal y pimienta” no es solo una cuestión de sabor, sino de crear experiencias culinarias memorables.