Por Agroempresario.com
En un contexto global donde la crisis climática exige medidas urgentes para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), los biocombustibles se presentan como una solución crucial para reducir la huella de carbono del transporte, sector que representa una de las mayores fuentes de contaminación. En América Latina, estos combustibles renovables desempeñan un papel central, no solo en la transición energética, sino también en la generación de empleo y el fortalecimiento de la autosuficiencia energética.
Según el informe de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), entre 2013 y 2023, la producción de biocombustibles en la región ha crecido significativamente. El biodiésel ha aumentado en un 163% en la última década, mientras que el bioetanol creció un 36%. Este aumento ha sido liderado por Brasil, que concentra el 93% de la producción de biocombustibles en la región, gracias a su infraestructura agroindustrial avanzada y la abundancia de recursos naturales.
Este crecimiento ha sido favorecido por la capacidad de la región para aprovechar sus recursos agrícolas, lo que ha permitido a países como Argentina, Paraguay y Colombia posicionarse como importantes productores de biocombustibles. Además de contribuir a la reducción de emisiones de CO2, esta industria también impulsa la economía local, crea empleos y promueve una mayor independencia energética.
Uno de los principales beneficios de los biocombustibles es su capacidad para ser utilizados con los sistemas de transporte existentes, lo que permite una reducción progresiva de las emisiones sin la necesidad de realizar grandes cambios en la infraestructura actual. En la mayoría de los países, los biocombustibles se utilizan en mezcla con gasolina y diésel, permitiendo un reemplazo parcial de los combustibles fósiles. Este uso combinado facilita la transición hacia fuentes de energía más limpias sin afectar la eficiencia operativa.
Además, los biocombustibles ofrecen alternativas específicas para sectores difíciles de descarbonizar, como la aviación y el transporte marítimo. El SAF (Sustainable Aviation Fuel) para la aviación y el HVO (Hydrotreated Vegetable Oil) para el transporte marítimo están emergiendo como opciones clave para reducir las emisiones en estos sectores.
A pesar de los avances, la industria enfrenta varios desafíos. Uno de los más importantes es la necesidad de contar con marcos regulatorios más sólidos que aseguren la producción sostenible de biocombustibles. Esto incluye garantizar la trazabilidad en la cadena de valor para evitar problemas como la deforestación y asegurar que la producción de biocombustibles realmente contribuya a la reducción de emisiones.
Otro reto es la mejora de la infraestructura logística. La distribución de biocombustibles requiere inversiones significativas en almacenamiento, transporte y redes de abastecimiento. De no abordarse estos desafíos, la adopción a gran escala podría verse limitada.
De acuerdo con las proyecciones de OLADE, el futuro de los biocombustibles en América Latina es prometedor, pero también desafiante. En un escenario de descarbonización acelerada, se estima que la región deberá cuadruplicar su producción de biocombustibles para 2050, alcanzando un 25% de participación en el consumo energético del sector transporte y un 10% en el consumo total de energía.
Sin embargo, el crecimiento no será constante. Se prevé que la tasa de crecimiento anual de la producción de biocombustibles sea del 8.3% entre 2023 y 2035, pero que disminuya a un 2.2% anual entre 2035 y 2050, debido a la creciente adopción de otras fuentes de energía, como la electricidad, el gas natural y el hidrógeno verde.
América Latina tiene la oportunidad de liderar la transición energética global, con los biocombustibles como una pieza clave. OLADE subraya la importancia de las políticas públicas que fomenten la producción sostenible de biocombustibles, así como la cooperación entre los sectores público y privado. La clave estará en desarrollar estos combustibles de forma responsable, asegurando que contribuyan a un futuro más limpio y con menor dependencia de los combustibles fósiles.
Los biocombustibles son una solución concreta y escalable que América Latina puede aprovechar para descarbonizar su transporte y contribuir a la lucha contra el cambio climático, sin comprometer sus recursos naturales.