Por Agroempresario.com
Hace seis meses, cuando Donald Trump se postulaba para convertirse en el 47° presidente de Estados Unidos, prometió una economía ganadora y su objetivo era frenar la inflación. Sin embargo, la realidad ha cambiado. Esta semana, el Conference Board publicó un sondeo que muestra que la confianza del consumidor está en su nivel más bajo en 12 años. Los votantes de Trump, incluso los más leales, ahora se muestran pesimistas respecto al futuro económico del país.
Según los datos de Pew Research, los demócratas se sienten especialmente pesimistas, lo que complica la tarea de la Reserva Federal (Fed), que está intentando recortar las tasas de interés, algo que Trump apoya. De hecho, el presidente se enfrenta a un panorama más complicado de lo que esperaba, y una de las soluciones que algunos asesores del presidente están proponiendo es utilizar el precio del petróleo como una herramienta clave para combatir la inflación.
La visión de Trump respecto al petróleo y los combustibles fósiles está claramente definida. Scott Bessent, secretario del Tesoro, ha defendido un plan económico de "tres flechas". Una de esas flechas se centra en aumentar la producción de petróleo y gas, lo que podría generar 3 millones de barriles diarios más. Según Bessent, el lema de Trump, "drill baby drill", tiene como objetivo aumentar la producción interna y reducir la dependencia de países de la OPEP, dándole a Estados Unidos más control sobre los precios y el suministro energético.
La idea detrás de esta estrategia es clara: si los precios del petróleo bajan, el costo de la gasolina también se reduce, lo que podría actuar como un freno a la inflación. Los precios de la gasolina son uno de los barómetros más visibles de la inflación para los votantes, lo que podría resultar beneficioso para Trump. Además, una reducción en los precios del petróleo también podría presionar a los grandes productores como Rusia y Arabia Saudita, lo que le daría a Estados Unidos una ventaja en las negociaciones con estos países.
Sin embargo, la implementación de este plan no está exenta de desafíos. El primero de estos obstáculos es la falta de alineación entre Trump y el régimen saudí. Aunque algunos asesores de Trump consideran que la compra de petróleo de Arabia Saudita podría ser una manera de equilibrar los precios bajos, Trump no quiere verse demasiado involucrado con el régimen saudí, especialmente después de las tensiones en torno al asesinato del periodista Jamal Khashoggi.
El segundo problema es la resistencia de los productores de gas de lutita. De acuerdo con un sondeo realizado por la Reserva Federal de Dallas, muchos de estos productores consideran que los precios bajos del petróleo no son sostenibles y que los aranceles impuestos por Trump están perjudicando seriamente la industria. Algunos de ellos ya han reducido sus inversiones y no tienen intención de aumentar la producción en el corto plazo.
El tercer obstáculo que enfrenta el presidente es la inestabilidad geopolítica en Medio Oriente. Recientemente, los precios del petróleo subieron debido a los ataques de los hutíes en Arabia Saudita, lo que demuestra que factores externos, como la violencia en la región, pueden hacer que los precios se disparen de manera impredecible. Además, las amenazas de Trump de imponer sanciones o aranceles a aquellos que compren petróleo venezolano también podrían generar incertidumbre en los mercados globales.
Si bien la estrategia de Trump parece tener potencial, los problemas estructurales y geopolíticos que enfrenta son sustanciales. La solución más obvia sería que Canadá, que es un gran proveedor de petróleo para Estados Unidos, aumentara sus exportaciones a precios más bajos. Sin embargo, no está claro si el nuevo primer ministro canadiense, Mark Carney, estaría dispuesto a seguir esta estrategia.
A pesar de estos desafíos, Trump sigue apostando por el petróleo como una de las piezas clave de su plan económico. Algunos asesores consideran que una caída en los precios de la gasolina podría ser un respiro para la economía estadounidense y ayudar a reducir la inflación. Sin embargo, esta visión simplista podría no ser suficiente para resolver los problemas más profundos de la economía.
Por otro lado, si Trump opta por utilizar los aranceles como una herramienta de negociación, podría enfrentar una situación aún más compleja. Aunque las tarifas son populares entre algunos votantes, también podrían generar efectos secundarios no deseados, como el aumento de los precios en otros sectores.
En última instancia, el futuro de la política energética de Trump sigue siendo incierto. La presión sobre los productores nacionales, los problemas geopolíticos y las tensiones con otros países productores de petróleo complican la implementación de un plan tan ambicioso. Sin embargo, Trump y su equipo continúan trabajando en la estrategia, con la esperanza de que el precio del petróleo sea la llave para desbloquear una economía más fuerte y evitar una posible recesión.