Por Agroempresario.com
La revista Time incluyó a la ecóloga argentina Sandra Díaz en su prestigiosa lista de las 100 personas más influyentes del mundo en 2024. Investigadora superior del Conicet y docente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Díaz fue reconocida por su destacada labor científica en biodiversidad y su incansable trabajo por la protección de los ecosistemas.
El reconocimiento la ubica en la categoría “Innovadores”, junto a otras personalidades como el CEO de BlackRock, Larry Fink, el arquitecto Ma Yansong y el músico Snoop Dogg. “Con un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción, el mundo necesita muchos más líderes como Sandra”, expresó Time al anunciar su inclusión.
Sandra Díaz no es nueva en los escenarios internacionales: en 2019 ya había sido destacada por la revista Nature como una de las diez personas más influyentes del año en ciencia. Ese mismo año recibió el prestigioso Premio Princesa de Asturias en España. En 2023, fue distinguida en su país con el Premio Konex de Brillante en Ciencia y Tecnología, y también recibió la Medalla Linneana, otorgada por la Sociedad Linneana de Londres, una de las instituciones científicas más antiguas del mundo.
En febrero de este año, su trayectoria fue reconocida con el Premio Tyler de Logro Ambiental 2025, conocido como el “Premio Nobel del Medio Ambiente”. Este galardón premia logros sobresalientes en la protección, preservación y mejora del medio ambiente, y subraya la importancia del trabajo de Díaz en el plano global.
La ambientalista fue descrita por Time a través de una poderosa analogía: “Lo que un buen maestro hace en el aula, la ecóloga Sandra Díaz lo hace por el mundo natural”. En el perfil que la revista publicó, Elizabeth Maruma Mrema, directora adjunta del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la definió como “una amante de la naturaleza y una diplomática incansable en primera línea de la triple crisis planetaria: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación”.
Díaz es una figura clave en el desarrollo de un concepto revolucionario dentro de la ecología: la diversidad funcional. A diferencia del enfoque tradicional que contabiliza la cantidad de especies en un ecosistema, su propuesta analiza el rol que cada una cumple en la red de vida. “No todas las plantas —ni todos los seres vivos— aportan lo mismo al ecosistema. Algunas fijan carbono, otras controlan el agua, algunas protegen los suelos”, explicó en una entrevista.
Para Díaz, comprender cómo interactúan las especies y cómo afectan el entorno es fundamental para diseñar políticas de conservación efectivas. “La biodiversidad no es solo un conjunto de seres vivos. Es el tapiz entretejido de la vida misma, que sostiene el funcionamiento del planeta y, en última instancia, nuestro bienestar”, afirmó.
Nacida en 1961, Díaz se formó académicamente en Córdoba, donde hoy continúa su trabajo como investigadora del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV). Desde allí ha participado en importantes reportes internacionales, como los del Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), una entidad que asesora a gobiernos sobre la crisis ecológica global.
Su enfoque integral también plantea una reflexión sobre la relación del ser humano con la naturaleza. Díaz sostiene que “la naturaleza no está ahí afuera, separada de nosotros”, sino que es parte de nuestra existencia cotidiana. Esta perspectiva, que desafía el paradigma de separación entre sociedad y ambiente, ha sido central para repensar políticas públicas, modelos de desarrollo y estrategias de sostenibilidad.
El impacto de su trabajo traspasa las fronteras de la ciencia: también ha servido de inspiración para movimientos ambientales, organismos internacionales y formuladores de políticas públicas. Desde la ONU hasta instituciones académicas de renombre, su figura es reconocida como un faro de conocimiento, compromiso y liderazgo en tiempos de crisis ecológica.
En un mundo donde la biodiversidad enfrenta amenazas crecientes, la voz de Sandra Díaz se alza con fuerza. Su inclusión en la lista de Time no solo reconoce su trayectoria individual, sino también pone en agenda la necesidad de repensar el vínculo de la humanidad con la Tierra. Para la ciencia argentina, representa un motivo de orgullo y un recordatorio del rol fundamental que los investigadores locales pueden jugar en el escenario internacional.
Con una mirada basada en el rigor científico y una profunda sensibilidad ambiental, Díaz continúa abogando por un mundo más justo, equilibrado y sostenible. Como bien resume su pensamiento: “Entender la biodiversidad es también entendernos a nosotros mismos”.