Por Agroempresario.com
En una nueva escalada de la prolongada disputa comercial entre Estados Unidos y China, la administración del presidente Donald Trump anunció este jueves la imposición de nuevas tarifas portuarias dirigidas específicamente a embarcaciones construidas o controladas por el régimen de Beijing. La medida, que apunta a reducir la influencia china sobre la infraestructura marítima global y reforzar la industria naval estadounidense, marca un punto de inflexión en la estrategia comercial de Washington.
El anuncio, presentado por la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR), contempla un esquema de tarifas progresivas que comenzará a aplicarse dentro de seis meses. El arancel inicial será de 50 dólares por tonelada neta para cada buque chino que ingrese a puertos estadounidenses, con aumentos escalonados durante los tres años siguientes. También se aplicarán cargos por contenedor, según el volumen transportado, independientemente de la cantidad de puertos tocados, lo que encarecerá cada ingreso al país.
Los buques de transporte de automóviles y los portacontenedores tendrán tarifas diferenciadas, mientras que aquellos que arriben vacíos estarán exentos. Esta exclusión fue bien recibida por sectores como el de materiales reciclables, aunque persisten dudas sobre el impacto global de la iniciativa.
El gobierno estadounidense justificó las medidas como parte de un plan para reactivar la industria naval nacional, hoy prácticamente limitada a la producción militar. Según datos oficiales, Estados Unidos representa solo el 0,1 % de la producción mundial de buques civiles, un retroceso que se profundizó en las últimas décadas por la competencia asiática.
Los fondos recaudados por las tarifas se destinarán a programas de estímulo industrial, enfocados en aumentar la capacidad de producción de barcos construidos en territorio estadounidense. Desde la USTR se advirtió que la política busca contrarrestar “amenazas estructurales a la cadena de suministro nacional” y restablecer el liderazgo marítimo del país.
China domina actualmente el sector de la construcción naval global, con casi el 50 % de los buques lanzados anualmente, según cifras de la ONU. Junto con Corea del Sur y Japón, controla más del 95 % de la fabricación de embarcaciones civiles. Esta concentración, aseguran en Washington, constituye una forma de influencia geopolítica sobre el comercio global, lo que convierte al sector en un terreno clave dentro de la disputa estratégica entre ambas potencias.
La segunda fase del plan, que entrará en vigor dentro de tres años, incluirá restricciones crecientes al uso de buques extranjeros en el transporte de gas natural licuado (GNL), una industria donde Estados Unidos lidera las exportaciones globales. El objetivo es estimular la producción y operación de buques nacionales para sostener este liderazgo.
La medida recibió el respaldo de sindicatos industriales y asociaciones navales, que la interpretan como una oportunidad para recuperar empleos y capacidad productiva. “Estas tarifas representan un paso concreto para devolver el liderazgo marítimo a Estados Unidos”, sostuvo la USTR.
Sin embargo, también generó críticas en diversos sectores económicos. Representantes del comercio, la agricultura y la logística advirtieron que el nuevo esquema funcionará como un arancel encubierto, elevando los costos de transporte y afectando los precios de los bienes importados.
Desde el Congreso, la representante demócrata Angie Craig, presidenta del Comité de Agricultura de la Cámara de Representantes, expresó su preocupación por el impacto en los productores rurales: “Estas tarifas amenazan la competitividad de los agricultores estadounidenses en el mercado global”.
En tanto, asociaciones del transporte marítimo alertaron que las nuevas exigencias podrían generar disrupciones en las cadenas logísticas, aumentar los precios al consumidor y perjudicar la actividad portuaria local. Además, remarcaron que revertir la posición dominante de China requerirá más que políticas arancelarias puntuales.
El anuncio marca un nuevo capítulo en la guerra comercial y consolida el giro proteccionista de la política industrial estadounidense. En un contexto global cada vez más competitivo, Washington busca reequilibrar su estructura productiva y blindar su soberanía logística frente al avance del poder marítimo chino.