Por Agroempresario.com
En la búsqueda de soluciones sostenibles para la construcción, los materiales vivos surgieron como una innovación que promete cambiar las reglas del juego. Inspirados en procesos biológicos naturales, investigadores de todo el mundo están desarrollando materiales que podrían reducir el impacto ambiental del concreto, uno de los principales responsables de las emisiones de carbono. Según destacó la revista Smithsonian Magazine, hongos y bacterias se posicionan como los protagonistas de esta revolución.
Actualmente, el concreto representa cerca del 8% de las emisiones globales de carbono. Frente a este desafío, científicos decidieron explorar alternativas que combinan la eficiencia de los procesos biológicos con la resistencia requerida en la construcción. Los materiales vivos no sólo reducirían las emisiones, sino que además podrían incorporar propiedades únicas, como la capacidad de autorreparación o la remediación ambiental.
Un avance significativo fue reportado en la revista Cell Reports Physical Science, donde se presentó un material de construcción que integra el micelio del hongo Neurospora crassa con la actividad de la bacteria Sporosarcina pasteurii. Esta bacteria, común en los suelos, es conocida por su capacidad para crear carbonato de calcio, un componente clave en la formación de estructuras naturales como huesos y corales.
Chelsea Heveran, investigadora de la Universidad Estatal de Montana, explicó a The Debrief que la combinación entre micelio y bacterias no solo es segura para los humanos, sino que también favorece procesos que fortalecen la estructura de los materiales. Al cultivar el micelio en un medio que contiene urea y calcio, se inicia una biomineralización que incrementa notablemente la resistencia del material.
"Nos emocionan nuestros resultados", comentó Heveran a New Scientist. "Con una viabilidad adecuada, podríamos dotar a estos materiales de capacidades biológicas duraderas como la autosanación". La investigación logró mantener la viabilidad de las bacterias por al menos un mes, un avance considerable frente a experimentos previos, donde los organismos vivos sobrevivían apenas días o semanas.
Esta longevidad es fundamental: mantener vivos a estos microorganismos dentro de los materiales abre la puerta a propiedades revolucionarias para el futuro de la construcción. Aunque el estudio no testeó directamente la autorreparación, los investigadores aseguran que se sentaron las bases para explorar esas funcionalidades.
Además, Heveran resaltó que el uso de andamios de micelio permite controlar la arquitectura interna del material, replicando estructuras complejas similares al hueso humano. Esta capacidad de diseñar geometrías internas específicas resulta clave para aplicaciones constructivas más sofisticadas.
Sin embargo, el camino hacia la adopción masiva de estos biomateriales todavía enfrenta desafíos. Según Abhimanyu Ghoshal, de New Atlas, aún se deben superar obstáculos como la producción a escala industrial, la adaptabilidad a diferentes proyectos de construcción y la reducción de los costos asociados.
Heveran reconoció que, si bien los materiales actuales no son lo suficientemente fuertes para reemplazar completamente al concreto en todas sus aplicaciones, el equipo trabaja en mejorar sus propiedades mecánicas para ampliar su uso en el futuro.
Por su parte, Aysu Kuru, ingeniero de la Universidad de Sídney, destacó en New Scientist que el uso de micelio como andamiaje para materiales vivos es una estrategia "sencilla pero poderosa" para impulsar el desarrollo de la arquitectura sustentable.
La integración de materiales vivos en la construcción no solo representaría un paso hacia ciudades más ecológicas, sino que también redefinió la relación entre las infraestructuras humanas y los sistemas naturales. El futuro de la arquitectura podría ser, literalmente, un organismo vivo en evolución constante.