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Catar alfajores, un viaje sensorial y cultural: la historia de Facundo Calabró, el "catador" más famoso

De un blog perdido a la consagración en librerías: cómo Facundo Calabró convirtió un hobby en pasión

Catar alfajores, un viaje sensorial y cultural: la historia de Facundo Calabró, el
lunes 28 de abril de 2025

Por Agroempresario.com

Si alguien buscara hoy la definición de "alfajor" en un diccionario cualquiera, encontraría primero referencias lejanas, antiguas, que apuntan a un dulce de origen árabe: una pasta de frutos secos, miel y especias que cruzó los mares desde Medio Oriente a España. Mucho tiempo después, viajando aún más lejos, llegó a la Argentina. Aquí, el alfajor se reinventó. Y más aún: se volvió un ícono cultural. En medio de esta historia milenaria, un joven porteño, estudiante de Letras, sin más ambición que crear un proyecto de escritura entretenido, encendió una linterna sobre este terreno dulce y popular. Así nació "El alfajor perdido" y, con él, la figura de Facundo Calabró, hoy conocido como “El Catador de Alfajores”.

El trayecto de Facundo no solo fue el de un catador meticuloso, sino el de un explorador cultural. Empezó en 2016, cuando todavía estudiaba Locución en el ISER y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Quería escribir, como tantos otros jóvenes de su generación criados en los blogs. Probó con varios temas, hasta que el alfajor —esa golosina omnipresente y, paradójicamente, poco pensada en su riqueza simbólica— le tendió una excusa irresistible.

Catar alfajores, un viaje sensorial y cultural: la historia de Facundo Calabró, el "catador" más famoso

“Era una especie de proyecto de escritura camuflado”, recuerda. El blog “El alfajor perdido” —un guiño inocente a "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, que ni siquiera había leído por entonces— se propuso algo inusual: reseñar alfajores no como fanático, ni siquiera como simple consumidor, sino como si se tratara de obras de arte menores, de fragmentos de la cultura cotidiana merecedores de análisis detallado.

La primera reseña fue sobre dos alfajores clásicos: Capitán del Espacio y Jorgito, ambos en su versión glaseada. No se trataba solo de decir cuál era más rico. Se trataba de interrogar: ¿en qué radica la diferencia cuando todo parece igual? Esa búsqueda de matices ínfimos, casi imperceptibles, fue la chispa inicial.

De Quilmes al país: el mito del Capitán del Espacio

El descubrimiento del Capitán del Espacio fue revelador. En ese entonces, el alfajor quilmeño, casi una leyenda del conurbano sur, no se conseguía fácilmente en otros barrios porteños. Retiro, como frontera entre el mundo suburbano y la capital, era un punto de contacto. La fascinación no fue tanto por el sabor como por lo que ese alfajor representaba: una identidad local, una historia escondida detrás del envoltorio.

Facundo percibió allí un universo de símbolos, identidades, historias de pymes y desafíos industriales, plasmados en un objeto cotidiano. Si el alfajor podía condensar tanta narrativa, valía la pena explorar. Así, cada reseña se convirtió en una especie de ensayo literario, impregnado de humor, sensibilidad y reflexión.

Catar alfajores, un viaje sensorial y cultural: la historia de Facundo Calabró, el "catador" más famoso

El salto mediático y el "efecto Clarín"

La popularidad de su blog creció a pasos pequeños hasta que un día Hernán Firpo, periodista de Clarín, lo descubrió. La nota que le hicieron, titulada provocativamente “El Cachafaz superó al Havanna”, fue trending topic en Twitter. De un día para otro, Facundo se convirtió en una figura conocida en un circuito amplio de fanáticos de alfajores, periodistas curiosos y consumidores de nostalgia popular.

—La verdad es que fue inesperado —confiesa—. De repente, mi WhatsApp explotó, todos me escribían, los medios me llamaban. Era una locura. Y yo no sabía ni cómo hablar de alfajores en ese entonces.

La televisión fue el lado menos amable de esa fama súbita. Lo convocaban para hacer catas a ciegas, para adivinar marcas vendidas, para participar en juegos que rozaban el absurdo. "Todo muy humillante", admiten entre risas, aunque con la serenidad de quien entiende que aquel paso incómodo abrió puertas más interesantes.

Catar alfajores, un viaje sensorial y cultural: la historia de Facundo Calabró, el "catador" más famoso

El gran proyecto: "En busca del alfajor perdido"

El impacto mediático llevó a que Planeta, una de las editoriales más importantes de habla hispana, lo convocara para escribir un libro. "En busca del alfajor perdido" salió en 2020, en plena pandemia. Fue, para Facundo, la confirmación de que aquel hobby tenía un peso cultural propio.

—Para mí escribir el libro fue cerrar un círculo —dice—. No era comer alfajores lo que me interesaba, sino poder pensar, investigar, escribir seriamente sobre algo popular.

El libro traza una genealogía del alfajor, desde su origen árabe hasta su transformación criolla. Pero no se queda en el dato frío: explora cómo distintas marcas crearon identidades, cómo surgieron los mitos, cómo se entrelazan economía, cultura y sabor en una golosina que, para los argentinos, es mucho más que un antojo.

En su investigación, Facundo recorrió fábricas, fiestas nacionales del alfajor en La Falda y en la Costa Atlántica, entrevistó a productores y rescató documentos olvidados. Se convirtió, sin proponérselo, en uno de los mayores especialistas en la materia.

Catar no es comer: un ejercicio sensorial y cultural

Para Calabró, catar un alfajor es un ejercicio que combina técnica, memoria e imaginación. No se trata simplemente de "rico" o "feo", sino de observar la cobertura, evaluar la textura de las tapas, analizar la proporción y calidad del dulce de leche, el aroma, la frescura, la armonía general del producto.

En su blog y su libro no oculta una mirada crítica hacia ciertos industrializados que sacrifican calidad por precio, pero también rescata la creatividad de pequeñas fábricas que, dentro de las limitaciones de la estructura del alfajor, logran innovar.

—Lo fascinante del alfajor es esa tensión entre repetición e innovación —dice—. Hay una estructura que hay que respetar, pero dentro de ella cada fabricante busca su identidad.

Para ilustrarlo, pone el ejemplo de Cachafaz, nacido como una especie de respuesta/homenaje al Havanna tradicional. O los casos de microemprendimientos que rescatan recetas antiguas o apuestan por ingredientes premium.

Catar alfajores, un viaje sensorial y cultural: la historia de Facundo Calabró, el "catador" más famoso

Entre el gusto y la historia: el sentido de explorar

Facundo suele decir que le gusta rastrear el "itinerario sigiloso de la cultura". Investigar cómo un dulce viaje, se transforma, cambia de nombre, muta en la memoria de la gente. Para él, el alfajor no es solo un producto alimenticio: es un objeto de estudio cultural.

—Rastrear de dónde viene algo, cómo mutó, qué cambios sociales acompañó, es para mí lo más lindo —explica—. Y el alfajor, justamente, es un producto que cuenta una historia de migraciones, adaptaciones, nostalgias, comercio, afectos.

Ese espíritu lo lleva a pensar que su trabajo como catador es una forma de hacer etnografía sensible de lo cotidiano.

Presente y futuro: escribir, pensar, disfrutar

Hoy, Facundo Calabró sigue escribiendo, investigando y, claro, probando alfajores. Pero ya no siente la necesidad de estar todo el tiempo expuesto en medios. Prefiere los espacios donde puede desplegar su mirada más profunda y sensible sobre el tema.

—Mi mayor alegría es que hoy puedo elegir —dice—. Puedo seguir escribiendo sobre alfajores, o sobre otros dulces, o sobre cualquier otra cosa que despierte esa chispa de curiosidad y placer.

Con su licenciatura en Letras ya concluida, Facundo sabe que su búsqueda, como la de Proust en su novela, no es simplemente por un sabor perdido, sino por entender qué hay detrás de esos pequeños fragmentos de vida cotidiana que nos construyen.

El camino que empezó con un blog solitario, continuó con un libro y hoy se prolonga en cada alfajor que prueba con sensibilidad, inteligencia y humor. Y en cada lector que, al leerlo, aprende a saborear algo más que chocolate y dulce de leche: aprende a degustar la historia, la memoria, la identidad.



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