Por Agroempresario.com
A mediados del siglo XIX, los colonos británicos introdujeron camellos en Australia con el objetivo de facilitar la exploración y el transporte de suministros en el árido interior del país. Procedentes de Arabia, Afganistán y la India británica, estos animales fueron esenciales para la construcción de ferrocarriles y sistemas telégrafos. Sin embargo, lo que comenzó como una solución práctica se convirtió, décadas después, en un problema ambiental de grandes dimensiones.
Actualmente, según un informe de National Geographic, Australia alberga la mayor población de camellos salvajes del mundo. Este fenómeno tiene su origen en la década de 1930, cuando la aparición de automóviles y trenes dejó obsoletos a los camellos como medio de transporte. Sin otra utilidad, cerca de 10.000 ejemplares fueron liberados en la naturaleza, iniciando un proceso de reproducción descontrolada que continúa hasta hoy.
Estos animales, con su elevada necesidad de agua y alimento, generan un profundo impacto en los ecosistemas locales. No solo compiten con la fauna nativa y el ganado por recursos vitales, sino que también provocan daños físicos en el entorno: erosionan dunas de arena, contaminan fuentes de agua y aceleran la degradación del suelo. En un contexto de sequías cada vez más frecuentes, el conflicto entre camellos y humanos se intensifica.
Para enfrentar esta problemática, Australia implementó estrategias de control. Uno de los proyectos más destacados fue el Programa de Manejo de Camellos Salvajes de Australia, que logró una reducción significativa de la población mediante acciones de culling (eliminación selectiva). No obstante, la iniciativa finalizó en 2013 por falta de apoyo político y limitaciones presupuestarias, dejando a muchas regiones rurales sin un plan de contención efectivo.
Frente a las dificultades de erradicación, surgieron alternativas más sostenibles y económicas. Una de ellas es el aprovechamiento turístico de los camellos. Actividades como el trekking en camello permiten a los visitantes explorar los remotos paisajes australianos de manera única, evocando aventuras históricas popularizadas por libros como Tracks, de Robyn Davidson. Las carreras de camellos, especialmente en localidades como Boulia, Queensland, también se han convertido en un atractivo turístico, aunque algunas organizaciones advierten sobre los riesgos de maltrato animal asociados a este tipo de eventos.
Otro sector emergente es la industria de los productos derivados de camello. En Melbourne, empresas como The Camel Milk Co. apuestan por la leche de camello como una alternativa nutritiva y de bajo contenido de lactosa frente a la leche de vaca. Sin embargo, la adaptación de maquinaria y procesos para la producción a gran escala presenta desafíos logísticos y financieros considerables.
La carne de camello también está ganando protagonismo en el mercado global, valorado en miles de millones de dólares. Aunque algunos promueven su comercialización como una solución viable para reducir la población salvaje, expertos como Tim Low, del Australia’s Invasive Species Council, advierten que una estrategia enfocada solo en explotar a los camellos podría generar resistencia al necesario control poblacional. "Focalizarse en industrias que explotan a los camellos solamente generará resistencia al necesario culling", afirmó Low a National Geographic.
Mientras tanto, agricultores como Jack Carmody y Lyndee Severin, en las zonas afectadas, buscan soluciones prácticas. Severin, por ejemplo, retiene a los camellos capturados hasta que alcanzan la madurez suficiente para ser vendidos para el sacrificio. Sin embargo, estas medidas apenas rascan la superficie de un problema que exige políticas coordinadas a nivel nacional.
A medida que las condiciones climáticas extremas se intensifican, encontrar un equilibrio en el manejo de la población de camellos se vuelve una cuestión urgente. La necesidad de proteger tanto los ecosistemas como las economías rurales australianas plantea un debate profundo sobre el futuro de la vida silvestre invasora en el país.
En un momento crítico para la biodiversidad australiana, las decisiones que se tomen hoy definirán si será posible alcanzar una convivencia sostenible o si, por el contrario, se profundizaron los conflictos entre naturaleza y actividad humana.