Por Agroempresario.com
Mientras las grandes tecnológicas como OpenAI, Google y Anthropic compiten por liderar la carrera en inteligencia artificial, Reid Hoffman —cofundador de LinkedIn, inversor y autor— ha adoptado una rutina que lo mantiene a la vanguardia de esta revolución: usar todos los días “Deep Research”, una de las herramientas más sofisticadas de OpenAI. Este hábito, más que una curiosidad tecnológica, es su ventana diaria hacia el futuro del trabajo.
En una reciente entrevista con Bloomberg Television, Hoffman explicó que esta herramienta, diseñada para automatizar investigaciones complejas en internet, le permite observar con claridad cómo los sistemas de IA podrían funcionar como trabajadores autónomos en los próximos años. Su uso cotidiano no solo alimenta su curiosidad, sino que se ha convertido en un ejercicio sistemático para anticipar el impacto real de la inteligencia artificial en el entorno laboral.
Lejos de una simple prueba de software, el hábito de Hoffman es un experimento mental constante. Sumergirse en las capacidades de herramientas como Deep Research le permite afinar su visión sobre la evolución de la productividad humana y su relación con las máquinas. Al analizar cómo estas IA descomponen problemas complejos en pasos lógicos —una técnica conocida como “cadena de pensamiento”—, Hoffman ve no sólo eficiencia, sino una nueva forma de inteligencia operativa.
“Los modelos de ‘cadena de pensamiento’ ofrecen una perspectiva fascinante sobre el futuro de la productividad”, comentó el empresario, haciendo referencia a los sistemas que simulan el razonamiento humano para abordar tareas complejas. Su experiencia le permite vislumbrar cómo este enfoque cambiará no solo qué hacemos en el trabajo, sino cómo lo hacemos.
En un artículo de opinión publicado en abril, Hoffman se animó a proyectar que para 2028 será impensado pasar un solo día sin interactuar con una inteligencia artificial, del mismo modo en que hoy resulta inconcebible estar sin conexión a internet. Esta afirmación resume su convicción sobre la velocidad y profundidad con que la IA se integrará en la vida profesional cotidiana.
Pero el creador de LinkedIn no se queda en la reflexión teórica. Hoffman ha convertido sus ideas sobre inteligencia artificial en iniciativas concretas. En febrero de 2025, lanzó Manas AI, una startup centrada en el descubrimiento de nuevos fármacos mediante IA. Con una inversión inicial de 24,6 millones de dólares, esta empresa busca acelerar el desarrollo de tratamientos innovadores, comenzando por los cánceres más agresivos.
Esta no es su única contribución al debate sobre IA. En el libro Superagency, coescrito con Greg Beato, defiende una postura ambiciosa y optimista: la inteligencia artificial no debe temer, sino integrarse activamente en los procesos humanos. El texto explora cómo diferentes profesionales —escritores, analistas, creativos, desarrolladores— ya están cosechando beneficios concretos al colaborar con herramientas como GPT-4.
Hoffman sostiene que la programación asistida por IA ofrece una pista clave sobre el futuro del trabajo: “La amplificación de la ingeniería es una ventana hacia el futuro de cualquier otro tipo de trabajo profesional detallado, ya sea legal, médico o de investigación científica”.
El entusiasmo de Hoffman no es aislado. La industria tecnológica vive una verdadera fiebre por el desarrollo de agentes autónomos, sistemas capaces de ejecutar tareas complejas sin intervención humana directa. “Hay un montón de gente haciendo cosas muy fuertes en este campo”, explicó, y señaló que la competencia ya no se limita a gigantes como OpenAI, Microsoft o Google. Startups ágiles están empujando los límites con propuestas innovadoras que buscan redefinir industrias completas.
Además de Deep Research, han surgido herramientas como Gemini 2.5 Pro (Google), Claude Investigación (Anthropic) y Perplexity Pro, que cumplen funciones similares. Todas ellas actúan como “detectives autónomos” que rastrean, sintetizan y presentan información con un grado de profundidad y precisión que hasta hace poco era tarea exclusiva de equipos humanos especializados.
Estas plataformas están revolucionando el proceso de investigación profesional, eliminando horas de trabajo manual y permitiendo que los usuarios se concentren en decisiones estratégicas más que en la búsqueda de datos.
Uno de los aspectos más disruptivos de esta transformación no tiene que ver con los algoritmos, sino con la interfaz: la forma en que los humanos se comunican con las IA. Durante su conversación con Bloomberg, el periodista Ed Ludlow señaló que él mismo hablaba cada vez más con las IA mediante la voz, como si fuesen asistentes reales. Hoffman coincidió en que la interacción vocal representa una barrera psicológica que pronto será superada.
Este cambio —de lo textual a lo oral— podría marcar un punto de inflexión en la adopción masiva de asistentes virtuales. La interacción por voz no solo es más natural, sino que acerca a los humanos a una experiencia casi humana con las máquinas, borrando gradualmente la frontera entre interfaz y conversación.
Para Reid Hoffman, la inteligencia artificial no es un reemplazo del ser humano, sino una compañera de trabajo potenciada. Su rutina diaria con herramientas como Deep Research le permite probar en tiempo real cómo estas tecnologías pueden complementar y amplificar las habilidades humanas.
En su visión, los trabajadores del futuro serán “profesionales aumentados”: personas que, gracias a la colaboración con IA, podrán abordar tareas más complejas, con mayor velocidad y creatividad. Este nuevo paradigma no elimina empleos, sino que redefine los roles, las habilidades necesarias y las oportunidades.
A medida que estas tecnologías se vuelven más accesibles, el desafío ya no será únicamente desarrollarlas, sino formar personas capaces de convivir y trabajar con ellas. En esa transición, hábitos como el de Hoffman —usar la IA cada día, con curiosidad y propósito— pueden marcar la diferencia entre liderar o quedarse atrás.