Por Agroempresario.com
Brasil avanza a paso firme hacia el liderazgo agroalimentario global, y su plan tiene nombre propio: Mato Grosso. Las proyecciones del Instituto Matogrossense de Economía Agrícola (IMEA) y el Instituto Matogrossense de Agronegocios (Iagro) anticipan un crecimiento demoledor en las producciones de soja, maíz y algodón hacia la campaña 2033/34. Un llamado de atención urgente para una Argentina que, lejos de potenciar su agroindustria, continúa atándola a políticas obsoletas y barreras fiscales.
Según los datos publicados por medios brasileños, se prevé que más de 15 millones de hectáreas actualmente destinadas al pastoreo se conviertan en superficie agrícola en la próxima década. Lejos de representar un retroceso ganadero, se proyecta un aumento en la producción de carne vacuna hasta alcanzar 1,90 millones de toneladas, gracias a fuertes inversiones en genética y tecnología animal. Mato Grosso, así, se consolida como el principal productor de Brasil también en carne.
Este estado del centro-oeste brasileño se ha transformado en el emblema del nuevo agronegocio sudamericano. Hace décadas era una tierra agreste; hoy, su infraestructura logística se modernizó con nuevos puertos en el Arco Norte, mejoras en la estratégica BR-163 –la “ruta de la soja”–, desarrollo de hidrovías y construcción de ferrovías de largo alcance. Brasil tiene claro su norte: exportar más cada año.
Las proyecciones son impactantes: la superficie sembrada con maíz crecería un 60% y la de soja un 33% para 2033/34. El algodón, por su parte, aumentaría un 40%.
En el caso de la soja, se espera un crecimiento hasta 16,62 millones de hectáreas sembradas, con un rendimiento promedio de 3.880 kg/ha, un 24% superior al actual. Esto implicaría una producción de casi 65 millones de toneladas en 2033/34, es decir, un aumento del 65% respecto a las 39 millones actuales.
Con respecto al maíz, gracias al auge de la safrinha (segunda cosecha), se proyecta una superficie cercana a 11 millones de hectáreas, un 60% más que en 2023/24. La participación del maíz en el área pos-soja pasará del 54% al 65%, impulsada por la creciente exportación y el aumento del consumo interno para la industria del etanol.
El rendimiento de maíz también mejoraría, pasando de 6.935 a 7.380 kg/ha promedio, lo que combinado con el crecimiento del área sembrada, llevaría a una producción total de 80,38 millones de toneladas. El incremento acumulado sería del 70% en diez años, con una tasa de crecimiento promedio anual del 5,5%.
La producción de algodón también se potenciaría, alcanzando más de 4 millones de toneladas, lo que representa un crecimiento del 52%. Brasil ya es el primer exportador mundial de fibra de algodón y parece decidido a mantener ese sitial.
Todo este desarrollo no es fruto del azar. Brasil invirtió, planificó y entendió que el agro es un pilar estratégico. Mientras tanto, en Argentina el potencial sigue atado a las retenciones, a la inestabilidad fiscal y a la ausencia de una política de infraestructura seria. La competitividad estructural está cada vez más lejos, y la distancia con Brasil se agranda campaña tras campaña.
Mato Grosso está demostrando que el agronegocio moderno no es solo sembrar y cosechar, sino integrar tecnología, logística, industria, innovación genética y políticas de Estado que sostengan al productor.
La comparación con Argentina es inevitable. ¿Qué hizo nuestro país en los últimos 20 años para multiplicar su producción como lo hace Brasil? Las respuestas, lamentablemente, son más políticas que técnicas. Mientras el campo argentino lidia con trabas burocráticas y presión impositiva, Brasil avanza sin pausa.
Aún hay tiempo para evitar una derrota definitiva. Pero la dirigencia política argentina debe entender que el agro no es el problema, sino la solución. Si no se toman decisiones de fondo, la brecha entre ambos países será cada vez más difícil de cerrar. Y en una economía global donde competir es sobrevivir, seguir perdiendo terreno no es una opción.