Soja: ROSARIO
$320.000 0.95%
Maíz: ROSARIO
$209.000 -0.33%
Trigo: ROSARIO
$235.800 0.43%
Por Agroempresario.com
El puerto de Los Ángeles, el mayor centro marítimo de carga de Estados Unidos y uno de los más relevantes del comercio transpacífico, acaba de registrar su volumen de movimiento más bajo en los últimos 24 meses. Esta contracción supera el 20% respecto del mismo período del año anterior, y enciende una señal de alarma para la logística global, al tratarse de un nodo estratégico en la conexión entre Asia, América del Norte y Latinoamérica.
La baja incluye contenedores de importación, exportación y vacíos, y afecta de forma directa no solo al comercio exterior de Estados Unidos, sino también a miles de empresas exportadoras e importadoras de todo el continente que dependen de este centro para operar en los mercados internacionales.
El puerto de Los Ángeles no es simplemente un punto de desembarque. Con más de 9 millones de TEUs (contenedores de 20 pies) gestionados por año, es considerado un verdadero barómetro del comercio internacional. Su infraestructura es clave para el ingreso de mercancías asiáticas a EE.UU. y actúa como bisagra entre China, Japón, Corea del Sur y los principales polos de consumo en América del Norte.
Cada fluctuación en su operativa tiene consecuencias inmediatas en los precios, la disponibilidad de productos, la planificación logística y los tiempos de entrega. El descenso de actividad registrado en mayo de 2025 fue mucho más pronunciado de lo esperado, incluso considerando una desaceleración estacional habitual en esta época del año.
La reducción del volumen de carga obedece a una serie de factores estructurales y coyunturales. Por un lado, el descenso del consumo estadounidense, especialmente en bienes durables, ha generado una menor necesidad de importaciones. Por otro, persisten los efectos de la reconfiguración global de cadenas de suministro, iniciada durante la pandemia y ahora agravada por conflictos geopolíticos y nuevas políticas comerciales.
Uno de los puntos más críticos es la imposición de aranceles a productos con componentes de inteligencia artificial provenientes de Asia. Esta medida, aplicada recientemente por el gobierno estadounidense, impactó en la reducción del comercio electrónico y de bienes tecnológicos, una categoría que históricamente representaba un volumen importante para el puerto.
A esto se suma el encarecimiento de los costos logísticos globales y la inestabilidad en rutas marítimas estratégicas, como consecuencia de la crisis en el mar Rojo. Varias navieras han comenzado a desviar sus rutas tradicionales, aumentando los plazos de entrega e incluso cambiando de puerto de destino.
Otro elemento que no puede pasarse por alto es la crisis hídrica en el Canal de Panamá, que ha restringido la circulación interoceánica y forzado a muchos operadores a buscar puertos alternativos en México y Canadá, afectando directamente la llegada de carga a Los Ángeles.
Las implicancias de esta baja se sienten a distintos niveles. Desde lo operativo, las empresas de transporte terrestre, ferrocarriles y almacenamiento enfrentan una disminución en la rotación de mercancías, lo que obliga a replantear estructuras, costos y contratos.
En términos financieros, la baja demanda reduce los ingresos de terminales portuarias, operadores logísticos y transportistas, presionando sobre la rentabilidad de un sector que venía de dos años de relativa estabilidad. Esta contracción podría, además, traducirse en ajustes de personal y revisión de inversiones logísticas.
En Latinoamérica, la noticia también genera inquietud. Varios países de la región, como México, Perú, Chile y Colombia, dependen del puerto de Los Ángeles para distribuir productos hacia el interior del continente o recibir insumos asiáticos para sus industrias locales. Cualquier demora en este punto logístico se traduce en sobrecostos, descoordinaciones y mayor incertidumbre.
Las frecuencias de arribos desde Asia se han reducido, y los fletes internacionales han comenzado a registrar subas ante la falta de previsibilidad. En este contexto, empresas exportadoras agrícolas, industriales y tecnológicas en América Latina enfrentan dificultades crecientes para mantener la regularidad de sus envíos.
La caída en el movimiento de carga en el principal puerto estadounidense obliga a pensar una reconfiguración logística a escala regional. Las empresas están explorando puertos alternativos como Manzanillo en México, Prince Rupert en Canadá, o incluso salidas por el Canal de Suez, a pesar de los riesgos geopolíticos.
Al mismo tiempo, los operadores logísticos buscan diversificar puntos de ingreso y salida, implementar soluciones intermodales más flexibles y adaptar sus estrategias de almacenamiento para responder a una demanda menos previsible.
Lo ocurrido en Los Ángeles no es un caso aislado. Refleja un proceso más amplio de tensión en las cadenas de suministro globales, marcadas por una creciente complejidad en la planificación, un contexto geopolítico inestable y la transformación acelerada de las tecnologías comerciales.
La disminución de la actividad en un puerto de esta envergadura pone de relieve la necesidad de resiliencia logística, coordinación internacional y adaptación a escenarios cambiantes. En un mundo interconectado, cualquier alteración en un nodo clave como el puerto de Los Ángeles repercute en toda la red comercial y puede alterar la dinámica económica a nivel global.
