Por Agroempresario.com
En los últimos años, una plaga silenciosa ha comenzado a ganar protagonismo en los jardines, espacios verdes y canchas de todo el país: los picudos. Estos insectos, del género Sphenophorus, también conocidos como gorgojos, afectan gravemente a los céspedes al alimentarse de sus raíces y tallos. Su crecimiento es sostenido y silencioso, lo que ha llevado a que muchos propietarios recién noten los daños cuando ya es demasiado tarde. Identificarlos a tiempo y saber cómo combatirlos es clave para mantener un césped saludable.
Los picudos pertenecen a la familia de los escarabajos y se caracterizan por su distintivo “pico” curvo. En Argentina, las especies más comunes que afectan los céspedes son Sphenophorus venatus y Sphenophorus zeae. Miden entre 7 y 12 milímetros y su color varía entre marrón rojizo y negro. Aunque los adultos pueden dañar las hojas, el verdadero daño lo provocan las larvas, que se desarrollan dentro de los tallos y raíces.
Una vez que nacen, las larvas viven ocultas dentro de los tallos del césped y luego migran hacia la zona de las raíces, donde se alimentan vorazmente. Esto genera debilitamiento progresivo de las plantas, lo que se manifiesta en forma de manchas amarillas o marrones que pueden confundirse con estrés hídrico.
La clave para controlar esta plaga es su detección temprana. En invierno, se recomienda realizar un monitoreo preventivo con trampas de caída, conocidas como pitfall traps. Estas consisten en vasos plásticos enterrados hasta el borde, a los que se les coloca un poco de miel para atraer a los adultos. Su uso en agosto permite identificar la actividad temprana de la plaga antes de que comience su ciclo reproductivo.
Ya en primavera, se puede realizar la llamada “prueba del tirón”. Si al tirar de un sector del césped este se desprende fácilmente, dejando a la vista raíces cortadas y restos similares a aserrín, es probable que haya larvas de picudo alimentándose activamente. También es posible tomar muestras de suelo en áreas sospechosas para identificar larvas en las primeras capas de tierra.
El ciclo de vida de los picudos está estrechamente ligado a las estaciones. Los adultos pasan el invierno escondidos en hojarasca y vegetación silvestre. En primavera, emergen, se aparean y depositan los huevos en los tallos del césped. Las larvas nacen allí mismo y se desarrollan alimentándose internamente antes de pasar a las raíces. Durante el verano, se produce la pupación en el suelo y los nuevos adultos emergen hacia el otoño, cerrando el ciclo.
El momento más destructivo es a fines del verano, cuando las larvas avanzadas atacan las raíces con intensidad, provocando las típicas manchas marrones y debilitamiento general del césped. Este daño se agrava si se combina con condiciones de sequía, ya que los picudos prosperan en suelos secos y mal irrigados.
Los picudos no discriminan demasiado entre tipos de césped, aunque prefieren las gramíneas, tanto de clima cálido como templado. Entre las variedades más afectadas se encuentran Poa pratensis, raigrás, festucas, Agrostis stolonifera, Zoysia tenuifolia y bermuda grass. También pueden afectar cultivos agrícolas como maíz, cebada y centeno, aunque su presencia es más problemática en céspedes ornamentales.
Control cultural:
El primer paso para evitar daños severos por picudos es mantener un césped saludable. Esto implica una correcta irrigación, fertilización equilibrada y un manejo del riego que evite el estrés hídrico. Los céspedes vigorosos son menos propensos a sufrir daños severos, ya que pueden resistir mejor el ataque de las larvas. Es importante revisar con frecuencia el funcionamiento de los sistemas de aspersores y aplicar fertilizantes líquidos con macro y micronutrientes según las recomendaciones para cada zona.
Control biológico:
Existen enemigos naturales de los picudos que pueden ayudar a mantener la población bajo control. Entre ellos, se destacan escarabajos predadores como Ocypus olens, hormigas coloradas y ciertas especies de arañas, todas ellas aliadas naturales del jardinero ecológico. Fomentar su presencia en el jardín, evitando el uso excesivo de insecticidas de amplio espectro, puede ser una estrategia efectiva a largo plazo.
Control químico:
Cuando la infestación es severa, o el monitoreo detecta una población en crecimiento, puede ser necesario recurrir a tratamientos químicos. Para el control de adultos en primavera, los insecticidas de contacto como cipermetrina o deltametrina (piretroides) son una opción efectiva. En cambio, para el control de larvas, se recomiendan insecticidas sistémicos que actúan desde el interior de la planta. Los productos basados en neonicotinoides (NEO) y diamidas antranílicas (DIA) han demostrado ser altamente eficientes. Se sugiere consultar en viveros o centros especializados para elegir el producto más adecuado.
El monitoreo continuo es la herramienta más poderosa para el manejo integrado de plagas. Colocar trampas estratégicamente, revisar visualmente los sectores amarillentos y realizar la “prueba del tirón” con regularidad permite detectar y actuar antes de que el daño sea irreversible. Además, combinar las tres estrategias (cultural, biológica y química) de forma integrada garantiza un manejo más sostenible y duradero.
En definitiva, los picudos representan una amenaza real para los céspedes urbanos de Argentina. Si bien su presencia ha sido históricamente subestimada, cada vez son más los jardines, parques y canchas que evidencian sus efectos. Conocerlos, detectarlos y aplicar prácticas adecuadas de manejo es hoy más necesario que nunca.