Por Agroempresario.com
La tensión entre la banca tradicional y el ecosistema fintech alcanzó un nuevo punto de ebullición. En un giro estratégico sin precedentes, JPMorgan Chase, el banco más grande de Estados Unidos, anunció el cobro de comisiones por el acceso a los datos bancarios de sus clientes, utilizados por plataformas tecnológicas financieras como Plaid. La medida marca una nueva fase en la guerra global entre entidades financieras tradicionales y startups tecnológicas, y amenaza con redefinir la forma en que los consumidores acceden a servicios digitales.
El CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, es el protagonista de este movimiento que sacude al sistema. Durante años, los grandes bancos proporcionaron datos gratuitamente a las fintech a través de intermediarios conocidos como "agregadores", cumpliendo con una norma de la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor (CFPB). Sin embargo, el escenario cambió desde mayo, cuando la CFPB –bajo la influencia desregulatoria del expresidente Donald Trump– propuso derogar dicha norma. Con esta señal, JPMorgan no perdió tiempo: informó a los agregadores que comenzará a cobrar tarifas por los servicios de transferencia de datos.
El golpe más duro lo recibirá Plaid, uno de los principales intermediarios que conecta aplicaciones fintech con bancos. Según fuentes que tuvieron acceso a los nuevos precios, Plaid podría llegar a pagar hasta US$ 300 millones anuales, lo que representa más del 75 % de sus ingresos proyectados para 2024. Si bien ni Plaid ni JPMorgan confirmaron oficialmente estas cifras, el impacto económico podría alterar profundamente el modelo de negocio de muchas fintech.
Las fintech necesitan estos datos para ofrecer funciones básicas como análisis financieros, pagos y presupuestos automatizados. Por ello, las nuevas comisiones no sólo golpean a los intermediarios, sino también a las aplicaciones financieras que dependen de ellos. Esto encarece el acceso a servicios para millones de usuarios y podría provocar una ola de aumentos en productos que antes eran gratuitos o de bajo costo.
Freya Petersen, jefa de Asuntos Corporativos de Plaid, respondió señalando que su empresa entrega información sólo bajo petición de los consumidores, y recordó que los datos pertenecen a los usuarios, no a los bancos. Esta afirmación apunta al núcleo del debate: quién controla los datos financieros y bajo qué condiciones.
Por su parte, el vocero de JPMorgan, Drew Pusateri, defendió la decisión afirmando que se reciben más de 2 mil millones de solicitudes mensuales de datos, y que el 90 % no corresponde a solicitudes activas de consumidores. Según Pusateri, las nuevas comisiones ayudarán a filtrar estos excesos y garantizarán el uso responsable de los datos.
Sin embargo, desde el sector fintech interpretan la jugada como una maniobra para debilitar la competencia. Miranda Margowsky, vocera de la Asociación de Tecnología Financiera de Estados Unidos, denunció que las tarifas de JPMorgan fueron diseñadas para “aplastar la innovación fintech y consolidar el poder de los bancos”.
El problema, explican varios ejecutivos del sector, es que el costo de mantener estas conexiones seguras, que argumenta el banco, nunca fue transparente. Tampoco queda claro el criterio de JPMorgan para establecer precios que muchos consideran desmedidos. Sima Gandhi, ex empleada de Plaid y actual asesora de la consultora FS Vector, propuso una alternativa: que los bancos cobren directamente a los consumidores una tarifa baja, como hacen compañías como Apple con sus servicios premium.
Mientras tanto, otros bancos como PNC Bank –cuyo CEO es Bill Demchak– ya evalúan seguir el ejemplo de Dimon. La estrategia parece clara: si el banco más grande del país impone un nuevo estándar de tarifas, los competidores no tardarán en imitarlo para no perder terreno ni rentabilidad.
Algunos analistas ven detrás de esta jugada una táctica clásica inspirada en el estilo negociador de Donald Trump: empezar con precios exorbitantes para luego mostrarse dispuesto a negociar. De hecho, fuentes cercanas al tema aseguran que las tarifas están siendo discutidas por la ejecutiva Allison Beer, encargada de Servicios de Tarjetas y Comercio Conectado en JPMorgan. Los agregadores esperan lograr algún tipo de acuerdo que reduzca los montos iniciales.
Pero el mensaje de JPMorgan es claro: los datos tienen un valor económico que ya no están dispuestos a regalar. Esto plantea un escenario completamente nuevo para las fintech, que ven peligrar no sólo sus ingresos, sino también su viabilidad operativa. El acceso abierto a los datos bancarios ha sido un pilar de la innovación financiera en la última década. Sin él, muchas startups podrían desaparecer o volverse prohibitivamente caras para los usuarios.
En medio de esta tormenta, el usuario final parece ser el gran perdedor. Menos competencia implica menos opciones, precios más altos y una menor presión por innovar. Lo que para JPMorgan es un negocio, para millones de personas es una amenaza a su libertad financiera.
El desenlace de este conflicto marcará el futuro del sistema financiero digital. La pregunta ya no es si habrá una guerra entre los bancos y las fintech. La guerra ya empezó. La incógnita es quién la ganará y cuánto costará.