Por Agroempresario.com
El girasol no depende únicamente de la semilla ni del clima. Su verdadero potencial surge cuando genética, ambiente, manejo agronómico y sanidad se alinean, mostrando la importancia de una estrategia integral para potenciar el rendimiento.
Marina Montoya, referente del grupo de Patología Vegetal del INTA Balcarce, explicó que el primer paso es comprender el ambiente productivo. “Es necesario conocer la historia del lote, las rotaciones previas, la presencia de malezas hospedantes y las fechas óptimas de siembra”, indicó.
Este diagnóstico inicial permite elegir el híbrido adecuado y definir el manejo que maximice los recursos sin abrir la puerta a enfermedades. Montoya resaltó que la sanidad del cultivo está ligada a la densidad de siembra, fertilización y la estructura del canopeo.
La prevención es clave: seleccionar híbridos resistentes, acompañarlos con tratamientos de semillas, siembras tempranas, rotaciones planificadas, monitoreo constante y control de malezas. Según Montoya, “la interacción entre genética, ambiente y manejo agronómico definirá el potencial de rendimiento y la sanidad del cultivo”.
Para respaldar a los productores, el INTA ofrece información de la Red Nacional de Híbridos de Girasol, que en convenio con la ASAGIR ensaya materiales comerciales en diversas regiones. Carolina Troglia, jefa de la Agencia de Extensión Rural del INTA Balcarce y coordinadora de la Red Sur INTA–ASAGIR, destacó: “Gracias a esta red contamos con datos productivos, sanitarios y de calidad de los híbridos disponibles. A eso se suman avances en fertilidad de suelos, fertilización, mejoramiento genético, monitoreo de enfermedades y pautas de manejo”.
Troglia resaltó la necesidad de difundir estos avances y acompañar al productor con herramientas que integren genética, control químico y biológico. Este enfoque permite tomar decisiones más acertadas durante toda la campaña y prevenir problemas que afecten la productividad.
El ciclo 2024/25 mostró contrastes entre las regiones norte, centro, sudoeste y sudeste del país, con escenarios climáticos diferentes en lluvias y temperaturas. Esto provocó la aparición de ciertas enfermedades, aunque ninguna alcanzó niveles preocupantes de incidencia o severidad.
Para la campaña 2025/26, los pronósticos anticipan alta variabilidad térmica y humedad relativa elevada en momentos críticos del cultivo. Troglia advirtió que “estas condiciones pueden representar riesgo de enfermedades foliares de fin de ciclo y podredumbres de tallo y capítulo, por lo que será clave anticiparse con estrategias de manejo ajustadas”.
En síntesis, el girasol responde a la planificación y a la combinación de factores: la elección del híbrido, el conocimiento del ambiente, la correcta fertilización, el monitoreo de enfermedades, el control de malezas y la implementación de prácticas de manejo integradas son fundamentales para optimizar el rendimiento y la calidad del cultivo.
El trabajo conjunto de especialistas del INTA, la ASAGIR y los productores permite que Argentina mantenga competitividad en la producción de girasol, adaptándose a desafíos climáticos y sanitarios, y consolidando la agricultura sostenible en las distintas regiones productivas del país.