Por Agroempresario.com
La geopolítica económica internacional atraviesa un momento decisivo. En este escenario, Robert Lighthizer, ex representante Comercial de los Estados Unidos durante la primera presidencia de Donald Trump (2017-2021), lanzó un mensaje contundente en Buenos Aires: “Necesitamos a Argentina de nuestro lado para enfrentar la amenaza de China”.
El abogado y político estadounidense, considerado uno de los “halcones comerciales” más influyentes de Washington, participó en el evento “Industrialización, comercio y aranceles”, organizado por el Grupo Techint, donde dialogó con el presidente del conglomerado industrial, Paolo Rocca. Durante su intervención, planteó un análisis crítico del sistema comercial internacional, del rol de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y, especialmente, del impacto que ha tenido la integración de China en los mercados globales.
Lighthizer describió el giro radical que experimentó la política de Estados Unidos tras la llegada de Trump a la Casa Blanca. “Existe consenso bipartidista en rechazar el libre comercio tal como funcionó en las últimas décadas. Esa visión no tiene hoy ningún defensor serio ni posibilidad de retorno”, subrayó.
El exfuncionario recordó que el sistema multilateral de comercio tuvo sus raíces en Bretton Woods (1944) y en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, 1947). Sin embargo, señaló que Washington nunca ratificó formalmente este tratado debido a las objeciones del Congreso, y que con la creación de la OMC en 1995 el organismo pasó de negociar reglas a judicializar conflictos.
“El desencanto estadounidense con la OMC fue inevitable, porque se transformó en un tribunal de litigios en lugar de ser un espacio de construcción de consensos”, explicó.
Según Lighthizer, el mayor error estratégico del orden global fue permitir el ingreso de China a la OMC en 2001. En ese momento, predominaba la hipótesis de que la integración conduciría a una transición democrática y a una economía más abierta. Sin embargo, afirmó que sucedió lo contrario: “China se convirtió en un competidor sistémico que destruyó comunidades industriales enteras en Estados Unidos”.
Apoyándose en estudios del economista Angus Deaton, vinculó la pérdida de empleos industriales con fenómenos sociales graves como el aumento del alcoholismo, el consumo de drogas y los suicidios. “Los trabajadores con solo secundario completo viven ahora ocho años menos que quienes tienen estudios universitarios”, ejemplifica.
Lighthizer describió las bases del modelo económico de Pekín:
Todo esto, sostuvo, genera superávits comerciales eternos en países como China, Alemania, Japón o Singapur, mientras economías occidentales acumulan déficits persistentes.
En paralelo, advirtió sobre el efecto del capital extranjero en la economía estadounidense: “Hoy los activos controlados por extranjeros en Estados Unidos alcanzan los 25,5 billones de dólares. Ese capital regresa vía compra de acciones, deuda y bienes raíces, debilitando la propiedad nacional y la distribución de ingresos”.
El exfuncionario fue categórico al señalar que China es un adversario existencial para las democracias occidentales, no solo en el terreno económico sino también militar y geopolítico.
Mencionó la rápida expansión del ejército chino, el control de minerales críticos, la financiación de conflictos en Ucrania y Medio Oriente, el espionaje tecnológico y la llamada “trampa de la deuda” que afecta a países en desarrollo como Sri Lanka, Ecuador, Zambia y Angola.
Según Lighthizer, el patrón es claro: “China invierte para absorber know-how, luego promueve un competidor local que desplaza al extranjero y lo convierte en un rival global”.
La propuesta central del ex representante comercial se resume en el concepto de “desacople estratégico”: mantener el comercio abierto solo en condiciones equilibradas, evitando transferencias de riqueza y tecnología hacia el adversario geopolítico.
Esto requiere:
En este punto, enfatizó que Estados Unidos necesita sumar aliados clave, entre ellos Argentina y los productores de acero de la región.
“Argentina debe ser parte de la estrategia occidental. No podemos limitarnos a pequeños cercos tecnológicos: nadie sabe qué innovaciones serán decisivas en diez años. Solo una política coordinada de desacople dará resultados”, remarcó.
Al repasar la gestión de Trump, Lighthizer recordó que se aplicaron aranceles a importaciones chinas por USD 380.000 millones, una medida que calificó como “la herramienta más sencilla y efectiva para restablecer el balance comercial”.
“Quienes creen que pueden vivir sin industria están equivocados”, afirmó, rechazando la noción de una era “posindustrial”. Reivindicó la importancia de la manufactura para la economía estadounidense: representa el 11-12% del PBI, el 20% de la inversión en capital, el 30% del incremento de productividad y el 90% de la investigación y desarrollo privada.
Incluso citó a Elon Musk para reforzar la idea: “Donde se fabrica, se innova”.
El vínculo con América Latina ocupó un lugar central en la exposición. Lighthizer aseguró que no es viable esperar un consenso global, sino avanzar aliado por aliado. “Se pierde tiempo valioso si se intenta negociar con cuarenta países al mismo tiempo. Es necesario empezar por los socios estratégicos, y Argentina debe estar entre ellos”.
El mensaje fue claro: la región tiene un papel crucial como proveedor de recursos estratégicos, minerales y alimentos. De allí la necesidad de que los países latinoamericanos definen su posicionamiento frente al pulso entre Estados Unidos y China.
La jornada organizada por el Grupo Techint concluyó con un intercambio entre Lighthizer y Paolo Rocca, en el que se remarcó la urgencia de adoptar una estrategia común frente al avance chino.
El exfuncionario reiteró que el proteccionismo estadounidense “ha llegado para quedarse” y que existe una confrontación bipartidista y universal contra Pekín en Washington.
Para Lighthizer, sólo una política consciente y coordinada con países como Argentina permitirá evitar que el conflicto escale de una guerra fría a una guerra caliente.