Por Agroempresario.com
El panorama económico actual en Argentina muestra un claro estancamiento, resultado de una combinación de factores adversos que afectan tanto la oferta como la demanda. Salarios reales deprimidos, escasez de circulante, tasas de interés elevadas y una fuerte volatilidad cambiaria configuran un escenario poco propicio para la recuperación en el corto plazo. Las señales recientes, como las cifras preliminares de agosto, no ofrecen un cambio de rumbo claro: mientras la industria continúa en retroceso, otros sectores ligados al consumo interno muestran caídas similares.
Aunque el recorte de la tasa de referencia por parte del Banco Central fue recibido como una señal positiva, su impacto práctico ha sido limitado. El crédito sigue siendo caro o inaccesible, lo que impide reactivar la inversión y el consumo. Por su parte, el sector privado parece haber adoptado una postura de espera, con decisiones clave de inversión o contratación postergadas hasta después de las elecciones legislativas del 26 de octubre. Este compás de espera también refleja una necesidad de mayor claridad política y previsibilidad económica para retomar proyectos.
Dentro de la industria, los datos son particularmente preocupantes. Se viene observando una pérdida constante de empleo desde marzo, lo cual debilita aún más la dinámica de consumo y compromete la recuperación. Las manufacturas y los bienes durables, muy dependientes del financiamiento, también están paralizados, y se ven aún más afectados por una competencia externa desleal a través de plataformas de comercio electrónico que evaden cargas impositivas locales. Esta situación genera un desbalance que impacta negativamente en la producción nacional.
El sector de la construcción, por su parte, está prácticamente frenado. No hay crédito accesible y los proyectos privados no resultan rentables bajo las condiciones actuales. La obra pública tampoco ofrece señales de reactivación, lo que deja al sector sin motores claros para su recuperación.
En el comercio, la caída del consumo es generalizada, especialmente desde junio. Si bien algunos nichos —como las concesionarias o los insumos de construcción— aún muestran algo de movimiento, esto ocurre en un contexto de alta incertidumbre, con un tipo de cambio volátil y un riesgo país en niveles elevados que afectan negativamente tanto la inversión como la demanda.
A pesar de este panorama crítico, existe una expectativa de mejora para el mediano plazo. La mayoría de los empresarios encuestados cree que la situación económica podría comenzar a mejorar en los próximos doce meses, aunque sin imaginar un repunte explosivo. Se espera más bien una recuperación gradual, sujeta a la evolución del escenario político y a la estabilidad macroeconómica.
Para que esa recuperación empiece a tomar forma, se consideran claves varias condiciones. Por un lado, es fundamental que el recorte de tasas no sea aislado, sino que continúe hasta volverse efectivamente estimulante para la inversión productiva. También es necesario mejorar el acceso al crédito, sobre todo para proyectos de mediano y largo plazo. La cuestión tributaria, en particular la presión de tasas municipales sin contraprestación, sigue siendo un obstáculo serio para la actividad industrial. Además, se reclama una regulación más clara sobre el comercio electrónico internacional, que hoy genera competencia desleal a las pymes locales.
La reactivación del consumo interno también es central, ya sea mediante recomposición de ingresos, estabilidad cambiaria o subsidios focalizados. Y en cuanto a la inversión, los empresarios sostienen que se necesitan estímulos más contundentes, como incentivos fiscales, mejoras logísticas y condiciones de financiamiento más adecuadas. En definitiva, todo el andamiaje de decisiones empresariales está condicionado por un factor principal: la confianza. Solo un escenario político estable y previsible tras las elecciones permitirá destrabar proyectos hoy congelados y dar lugar, finalmente, a una recuperación sostenida.