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Marnix Doorn: “La agricultura no es un sector, sino parte de un ecosistema social”

El experto alemán Marnix Doorn destacó la importancia de innovar con diálogo y cooperación internacional

Marnix Doorn: “La agricultura no es un sector, sino parte de un ecosistema social”
miércoles 05 de noviembre de 2025

Por Agroempresario.com

Durante el III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, organizado por Agroempresario.com y realizado el pasado 25 de agosto en el Hilton Hotel de Puerto Madero, el especialista Marnix Doorn, del Ministerio Federal de Agricultura, Alimentos e Identidad Regional de Alemania, compartió una reflexión profunda sobre el papel de la innovación, la sustentabilidad y la cooperación internacional como motores de transformación productiva.

Con un enfoque cultural y técnico, Doorn planteó una premisa central: “La agricultura no es un sector, sino parte de un ecosistema social”. Desde esa mirada, invitó a repensar los modelos productivos y los procesos de innovación, resaltando la necesidad de conectar saberes, territorios y políticas públicas en torno a una misma visión: generar valor con base biológica, sustentable y colaborativa.

Diálogo binacional para innovar con propósito

Marnix Doorn explicó que el Ministerio Federal de Agricultura alemán promueve programas de colaboración bilateral con distintos países, y uno de los más destacados es el Diálogo Tecnológico entre Argentina y Alemania sobre Innovaciones Agropecuarias Sustentables.

Este intercambio busca fortalecer las capacidades institucionales y empresariales en torno a la bioeconomía, la digitalización y los modelos de innovación abierta. “Tenemos tres versiones del mismo programa: en alemán, inglés y español. Eso ya muestra por qué necesitamos diálogo. Venimos de distintas culturas, pensamos distinto, y eso es una riqueza si sabemos aprovecharla”, afirmó Doorn.

Para el referente, la cooperación internacional no es una instancia formal, sino un espacio donde se confrontan visiones, métodos y valores. “Cuando decimos ‘tomate’, cada persona imagina algo diferente. Esa diferencia cultural explica por qué necesitamos hablar, comparar y construir significados compartidos antes de definir políticas o tecnologías”, subrayó.

Innovación y sustentabilidad: el desafío de unir visiones

Doorn utilizó el ejemplo del tomate como metáfora para hablar de innovación y sustentabilidad. En su descripción, un “tomate alemán” es el resultado de un sistema intensivo, tecnificado y controlado: invernaderos de vidrio, polinización con abejas, reciclado de energía y cero emisiones netas. En cambio, la imagen de un “tomate argentino” puede asociarse a un producto natural, sabroso y con identidad local.

“Ambas visiones son válidas, pero diferentes. Y en esa diferencia está la posibilidad de crear valor. Si queremos avanzar hacia una agricultura más sustentable, tenemos que reconocer esas miradas, combinarlas y aprender de ambas”, explicó.

El experto remarcó que la sustentabilidad no es solo una meta ambiental, sino un proceso cultural y político que requiere innovación continua, articulación institucional y apertura al cambio. “No existe una sola manera de innovar: hay sistemas, culturas y caminos distintos, pero todos deben converger en la búsqueda de valor social y ambiental”, agregó.

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Cómo se construye la innovación: lecciones desde Alemania y Argentina

El representante alemán compartió que uno de los primeros pasos del proyecto bilateral fue analizar cómo se genera innovación en ambos países.
“Argentina y Alemania son federales, con historias y estructuras diferentes, pero con un potencial enorme si logran unir sus ‘grumos’, como decimos nosotros, y transformarlos en un queso madurado listo para exportar”, ilustró con humor.

Doorn y su equipo trabajaron junto al INTA, universidades y actores del sector privado para identificar experiencias locales de innovación agroindustrial y diseñar estrategias conjuntas de valor agregado.

En Alemania, el Instituto Fraunhofer fue un aliado clave. “Representa el modelo más exitoso de investigación aplicada en Europa. Trabajan en la fase que conecta la ciencia con el mercado. Son 4 mil millones de euros anuales en innovación, con más del 30% de financiamiento privado. Es la prueba de que la ciencia puede generar desarrollo económico directo”, señaló Doorn.

Según explicó, esta dinámica público-privada podría inspirar esquemas similares en América Latina. “Cuando llegué, muchos me dijeron que aquí nadie paga por investigación aplicada. Lo comprobamos: sí se paga, cuando hay resultados y confianza”, afirmó.

El ejemplo de Baviera: clusters regionales para agregar valor

Una parte esencial del aprendizaje vino de Baviera, una región que —sin ser un gran centro urbano— se convirtió en un referente mundial en biotecnología.
“Fuimos a Baviera y vimos cómo un pequeño pueblo se transformó en un ‘cluster’ innovador. Allí se combinan la tradición, la educación técnica y la investigación aplicada. Esa integración convierte al conocimiento en valor real”, comentó Doorn.

El experto resaltó que el éxito de Baviera demuestra que la innovación no depende del tamaño o la centralidad, sino de la articulación entre actores. “Alemania no necesita otra Buenos Aires. Lo importante es que cada región identifique su ventaja comparativa y construya desde ahí. La clave está en diseñar ecosistemas que generen sentido y valor sostenible”, reflexionó.

Ecosistemas de innovación: del mapa a la acción

En Argentina, el proyecto conjunto avanzó en mapear los ecosistemas innovadores junto a una universidad nacional.
“Identificamos cientos de iniciativas dispersas: startups, centros de investigación, proyectos provinciales. El desafío es cómo juntarlas, cómo convertir esos ‘grumos’ en un producto exportable de conocimiento”, sostuvo Doorn.

El experto enfatizó que la innovación no puede desarrollarse en aislamiento. “Alemania tiene un programa activo para atraer startups extranjeras, oxigenar su sistema y mantenerlo dinámico. Innovar es abrir ventanas, dejar entrar aire nuevo y sacar a la gente de su zona de confort”, dijo.

Doorn también valoró el potencial creativo argentino: “La creatividad y la resiliencia son impresionantes, pero hay que combinarlas con método y planificación. Cuando eso ocurre, la Argentina tiene un poder innovador que asombra al mundo”.

La transformación biológica y digital: el nuevo paradigma

En la parte final de su exposición, Marnix Doorn abordó los dos grandes procesos de transformación global: el biológico y el digital.
“Estamos viviendo una transformación biológica. La agricultura debe pasar de proteger cultivos y animales con síntesis química a hacerlo con recursos biológicos. En Latinoamérica existe la palabra ‘bioinsumos’, que ni siquiera tiene traducción en Europa. Ese concepto expresa un cambio profundo en la forma de producir”, explicó.

El desafío, según Doorn, es doble: incorporar la biotecnología y aprovechar la inteligencia digital. “Tenemos todas las herramientas digitales para medir, comparar y decidir, pero falta saber usarlas. Debemos transformar datos en información y luego en inteligencia para actuar de manera sustentable”, sostuvo.

Para concretar ese cambio, se implementaron Living Labs (laboratorios vivos) tanto en Alemania como en Argentina, en la provincia de Córdoba. “Estos espacios permiten probar soluciones reales, comparar tomates argentinos con tomates alemanes, y construir métricas comunes de sustentabilidad. Sólo así podremos hablar un mismo idioma cuando hablamos de futuro”, dijo.

Educación, capacidades y políticas para un nuevo siglo

Doorn cerró su exposición con una advertencia sobre la brecha de capacidades.
“Sabemos que necesitamos sustentabilidad, que queremos comer más sano y cuidar el clima. Pero no tenemos aún las capacidades necesarias para hacerlo. Debemos formar nuevas generaciones con habilidades distintas, que puedan liderar esta transformación”, expresó.

Para el especialista, los sistemas educativos y laborales deben actualizarse al ritmo del cambio tecnológico. “Mientras el mundo se redefine, necesitamos leyes, instituciones y pymes capaces de acompañar esa evolución. Innovar no es solo cuestión de ciencia o inversión, sino de mentalidad y formación”, afirmó.

Doorn sintetizó su mensaje con una metáfora potente: “Debemos aprender a cultivar un nuevo tomate: más sustentable, más sabroso y jugoso, tanto en Alemania como en Argentina”.

Su intervención fue aplaudida por investigadores, empresarios y funcionarios presentes, quienes coincidieron en que el desafío de la bioeconomía exige diálogo, cooperación y visión compartida.

Argentina y Alemania: aliados en la bioeconomía del futuro

El III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía” se consolidó como un espacio estratégico para discutir políticas de innovación y sustentabilidad. La participación de referentes internacionales como Marnix Doorn reflejó el interés global por el potencial argentino en materia de bioeconomía, energías limpias y agregado de valor agroindustrial.

Doorn destacó el papel de Argentina como pionera en prácticas sostenibles, como la siembra directa y la creciente adopción de bioinsumos, prácticas que hoy se observan con atención desde Europa. “Argentina no es solo soja y glifosato. Tiene una enorme diversidad de sistemas y talentos. El diálogo entre nuestros países busca potenciar eso y aprender mutuamente”, señaló.

La visión de Doorn y del Ministerio alemán se centra en construir ecosistemas federales de innovación, donde cada región aporte su diferencial y se conecte con cadenas globales de valor. “El futuro no está en competir, sino en colaborar. En un mundo interdependiente, la innovación es un deporte en equipo”, concluyó.

Hacia una nueva narrativa productiva

El mensaje final de Marnix Doorn deja una huella conceptual en la agenda agroindustrial argentina: la necesidad de superar la fragmentación y construir una narrativa común que vincule ciencia, producción y cultura.

“La agricultura no es un sector, es parte de un ecosistema social. Cuando entendamos eso, podremos diseñar políticas públicas que integren sostenibilidad, rentabilidad e identidad territorial”, afirmó.

El diálogo entre Argentina y Alemania se presenta como un modelo replicable para otros países latinoamericanos que buscan consolidar estrategias de bioeconomía.
Desde la visión de Doorn, el verdadero valor agregado no se mide solo en productos, sino en la capacidad de transformar conocimiento en bienestar social y ambiental.



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