El avance argentino que transforma el packaging: cómo el país impulsa envases biodegradables hechos con algas, hongos y pulpa reciclada

Startups locales desarrollan alternativas al telgopor que se degradan en semanas y buscan atraer a grandes marcas que quieren reducir su huella ambiental

El avance argentino que transforma el packaging: cómo el país impulsa envases biodegradables hechos con algas, hongos y pulpa reciclada
domingo 23 de noviembre de 2025

La Argentina avanza en el desarrollo de nuevos envases biodegradables elaborados con algas, hongos y pulpa reciclada, una tendencia que ganó impulso en los últimos meses y que busca ofrecer una alternativa sustentable al telgopor, uno de los materiales más contaminantes del mercado. Según informó el medio Economía Sustentable, distintas empresas y emprendimientos locales están trabajando en prototipos y ensayos técnicos con el objetivo de reemplazar, en el corto plazo, embalajes que hoy se descartan masivamente y tardan siglos en degradarse.

El interés creciente de grandes marcas por sumar materiales más amigables con el ambiente, sumado a un consumidor cada vez más exigente en materia de sostenibilidad, viene acelerando una transformación que podría reconfigurar tanto la industria del packaging como la cadena productiva asociada. En este contexto, los proyectos argentinos han comenzado a posicionarse como una alternativa competitiva dentro de la región, especialmente por su enfoque en biomateriales y economía circular.

Un mercado en transición: por qué se busca reemplazar el telgopor

El telgopor —o poliestireno expandido— es uno de los plásticos más difíciles de reciclar y su uso masivo en embalajes comerciales e industriales genera un impacto ambiental significativo. Aunque se utiliza por su bajo costo, su ligereza y su capacidad de amortiguación, este material no es biodegradable y puede tardar hasta varios cientos de años en degradarse. Además, suele fragmentarse en pequeñas partículas que se dispersan fácilmente en el ambiente y llegan a ríos, mares y suelos.

Frente a este panorama, empresas, gobiernos y consumidores están empujando nuevas regulaciones, políticas corporativas y hábitos de consumo que incentivan la búsqueda de alternativas más verdes. En ese camino, el desarrollo de envases hechos con algas, micelio de hongos y pulpa reciclada se presenta como una oportunidad para reducir la dependencia de plásticos derivados del petróleo.

De acuerdo con la información reportada por Economía Sustentable, estos materiales no solo reemplazan funciones esenciales del telgopor, como el aislamiento y la protección de productos frágiles, sino que además se compostan en cuestión de semanas, no generan microplásticos y no dejan residuos tóxicos.

El avance argentino que transforma el packaging: cómo el país impulsa envases biodegradables hechos con algas, hongos y pulpa reciclada

Innovación con hongos: la propuesta de Fungipor

Uno de los desarrollos locales más avanzados proviene de Fungipor, un emprendimiento salteño liderado por la bióloga Ayelén Malgraf, que se especializa en la fabricación de materiales a partir de micelio de hongos combinado con residuos agrícolas.

El trabajo de la startup consiste en cultivar el micelio —la raíz de los hongos— sobre moldes que contienen cáscaras, fibras vegetales o restos de cosechas. A medida que crece, el micelio compacta y une los materiales, formando una estructura sólida que, una vez deshidratada, sirve como material aislante, ignífugo, resistente y totalmente compostable.

Desde la empresa explican que el objetivo es “ofrecer una alternativa local, sustentable y competitiva frente a un material que hoy se desecha masivamente y tarda siglos en degradarse”, una frase citada por Economía Sustentable en su cobertura del proyecto. El desarrollo ha llamado la atención de pymes, productores y compañías de logística, interesadas en reemplazar embalajes tradicionales por soluciones que reduzcan su impacto ambiental.

Si bien la producción todavía no se realiza a gran escala, Fungipor se encuentra en una etapa de validación industrial, ajustando procesos y evaluando costos para lograr una mayor competitividad.

Pulpa reciclada para usos industriales: el caso de Pulpak

Otro ejemplo destacado es Pulpak, con sede en Tierra del Fuego, que utiliza pulpa de cartón reciclado para fabricar embalajes ecológicos destinados a sectores como electrodomésticos, electrónica y logística. Sus productos ya se emplean para proteger televisores, componentes informáticos y pequeños accesorios, reemplazando piezas de telgopor tradicional.

El desarrollo de Pulpak evidencia que la transición hacia envases más sostenibles no se limita a materiales experimentales, sino que también abarca tecnologías maduras capaces de adaptarse a las necesidades del sector industrial. La empresa ha demostrado que la producción local de embalajes reciclados puede competir en calidad, resistencia y costos, al tiempo que contribuye a la reducción de residuos sólidos urbanos.

Algas como recurso estratégico: la apuesta de Plasti-Cont

En paralelo, la firma bonaerense Plasti-Cont impulsa investigaciones para la producción de bioplásticos derivados de algas, con estudios orientados a envases flexibles y rígidos. Aunque el proyecto todavía no alcanzó una escala comercial significativa, representa una línea de trabajo estratégica para el país, especialmente por la disponibilidad de biomasa y el potencial de crecimiento de la industria algal.

Los bioplásticos a base de algas ofrecen ventajas clave: son ligeros, compostables, no dependen de combustibles fósiles y pueden producirse utilizando subproductos de cultivos o procesos industriales. En países como Estados Unidos o Japón, los envases hechos con algas ya integran el catálogo de grandes marcas de cosmética, alimentos y electrónica, lo que abre una oportunidad para que los desarrollos argentinos sigan ese camino.

Un ecosistema que crece: oportunidades y desafíos

La expansión de emprendimientos capaces de fabricar envases biodegradables podría abrir nuevas cadenas productivas en distintas regiones del país. La utilización de residuos agroindustriales —como cáscaras, fibras vegetales o restos de poda— permitiría generar valor local, diversificar fuentes de trabajo y reducir la presión ambiental generada por los desechos.

Sin embargo, el sector enfrenta dos desafíos centrales: escalar la producción y reducir costos. Los biomateriales suelen requerir procesos más intensivos o insumos más caros que los plásticos tradicionales, lo que dificulta su masificación sin apoyo estatal o sin la participación de grandes empresas dispuestas a asumir un cambio estructural en sus cadenas de suministro.

El avance argentino que transforma el packaging: cómo el país impulsa envases biodegradables hechos con algas, hongos y pulpa reciclada

A pesar de estas barreras, el interés corporativo crece de manera sostenida. Marcas globales de alimentos, electrónica y cosmética han comenzado a evaluar prototipos elaborados en el país y se espera que, en los próximos años, la demanda por envases bajos en carbono impulse la inversión en investigación, infraestructura productiva y certificaciones ambientales.

Una transición inevitable

El avance hacia envases biodegradables no es solo una tendencia, sino un proceso que se vuelve necesario en un contexto global marcado por regulaciones más estrictas, consumidores más informados y exigencias empresariales cada vez más orientadas a la sostenibilidad. La Argentina, con su capacidad científica, su diversidad productiva y su ecosistema emprendedor, se encuentra en una posición favorable para convertirse en un actor relevante dentro del mercado latinoamericano de biomateriales.

Los proyectos impulsados por Fungipor, Pulpak y Plasti-Cont, citados por Economía Sustentable, muestran que la transición ya comenzó. Si la escala productiva y la competitividad económica acompañan, los envases hechos con hongos, algas y pulpa reciclada podrían convertirse en una solución habitual en los próximos años, modificando la forma en que empresas y consumidores se relacionan con los materiales descartables.

El reemplazo del telgopor es, en última instancia, una oportunidad para repensar el modelo industrial, aprovechar recursos locales y reducir el impacto ambiental de una de las actividades con mayor generación de residuos. Un desafío que recién empieza, pero que ya cuenta con desarrollos concretos y con la ambición de instalarse como una política de producción sostenible a nivel nacional.



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