Un equipo de científicos de Colombia y Brasil identificó que un árbol tropical históricamente subutilizado posee un alto potencial como alimento funcional y fuente de compuestos medicinales, abriendo una oportunidad concreta para la agroindustria, la salud y la restauración forestal. El hallazgo se centra en Hymenaea courbaril, conocido en distintos países como algarrobo, guapinol o jatobá, y resulta relevante por su capacidad de aportar nutrientes, antioxidantes y gomas naturales a partir de un recurso ya adaptado a los ecosistemas locales, según informó Ecoinventos.
La investigación se apoya en análisis de laboratorio y en el cruce entre conocimiento tradicional y ciencia aplicada. El árbol es nativo de los bosques tropicales que se extienden desde el sur de México hasta la cuenca amazónica y el Caribe, y se caracteriza por su resistencia, su porte imponente y su capacidad de producir frutos incluso en condiciones climáticas exigentes. Un ejemplar adulto puede generar alrededor de 100 vainas por año, lo que refuerza su viabilidad productiva sin recurrir a sistemas intensivos.
Dentro de esas vainas duras se encuentra una pulpa clara, seca y harinosa, rica en fibra dietética y compuestos antioxidantes, que rodea semillas grandes con gomas naturales. Aunque su consumo ha sido tradicional en comunidades rurales durante generaciones, el interés científico reciente apunta a evaluar su uso seguro y escalable en la industria alimentaria y farmacéutica contemporánea.

Parte del trabajo es liderado por Luz María Alzate Tamayo, investigadora en ciencia de los alimentos de la Corporación Universitaria Lasallista. Su enfoque busca determinar cómo este árbol puede aportar ingredientes naturales a productos de consumo cotidiano, sin comprometer la seguridad alimentaria ni desplazar prácticas locales. El perfil del fruto, señalan los investigadores, presenta similitudes con el algarrobo mediterráneo, ampliamente utilizado como sustituto del cacao y fuente de fibra.
Los análisis nutricionales realizados sobre la harina de pulpa y los residuos fibrosos de una variedad brasileña revelaron cifras destacadas: 44 gramos de fibra dietética y 11 gramos de proteína por cada 100 gramos de producto seco. Estos valores posicionan al ingrediente dentro de la categoría de alimentos funcionales, formulados no solo para aportar energía, sino también beneficios fisiológicos, como la mejora de la ingesta de fibra sin azúcares añadidos ni aditivos sintéticos.
Integrar esta harina en panes, snacks o cereales permitiría elevar de manera significativa el contenido de fibra de la dieta sin alterar de forma marcada el sabor ni la textura, una demanda recurrente de la industria. Además, la pulpa se seca, muele y conserva con facilidad, lo que reduce costos de procesamiento y almacenamiento.
Más allá de la alimentación, los estudios confirmaron un potencial medicinal relevante. Extractos de hojas, corteza y semillas mostraron actividad antioxidante elevada y capacidad para inhibir el crecimiento de bacterias como Staphylococcus aureus en ensayos de laboratorio. En algunos casos, los resultados igualaron o superaron a antioxidantes sintéticos de uso habitual, lo que refuerza el interés por estos compuestos como ingredientes funcionales o nutracéuticos.

Los residuos de las vainas, una vez extraída la pulpa comestible, también resultaron valiosos. Contienen proantocianidinas y derivados de quercetina y taxifolina, flavonoides asociados a efectos antioxidantes, antimicrobianos y antiinflamatorios. Estos hallazgos coinciden con usos tradicionales de la savia y la corteza como remedios frente a tos crónica, fatiga e infecciones, prácticas registradas tanto en Brasil como en Colombia. No obstante, los investigadores subrayan la necesidad de ensayos clínicos amplios antes de extrapolar estos resultados a tratamientos en humanos.
Desde el punto de vista industrial, uno de los componentes más prometedores es la goma natural de las semillas, rica en galactomananos, carbohidratos capaces de espesar y estabilizar mezclas acuosas. Su comportamiento es comparable al de las gomas obtenidas del algarrobo europeo, utilizadas como estabilizantes en helados y postres lácteos, donde permiten mejorar la textura con menos grasa o azúcar. Los comités conjuntos de la FAO y la OMS indican que estas gomas no presentan un límite máximo de ingesta en los usos aprobados.

La evidencia científica sugiere además beneficios metabólicos. Ensayos clínicos con fibras de algarrobo emparentadas mostraron que una ingesta diaria de 15 gramos durante seis semanas puede reducir el colesterol LDL en más de un 10% en adultos con niveles elevados, un dato que refuerza el interés sanitario del grupo de compuestos.
Los especialistas coinciden en que Hymenaea courbaril no busca reemplazar cultivos globales, sino complementar y diversificar el sistema alimentario y de ingredientes funcionales. Su integración en modelos agroforestales, políticas de restauración de bosques y cadenas de valor locales podría generar ingresos estables para comunidades rurales, reducir la dependencia de aditivos importados y fortalecer la soberanía alimentaria.

En un contexto de búsqueda de soluciones sostenibles, este árbol ofrece una alternativa concreta basada en biodiversidad local, ciencia aplicada y usos tradicionales validados. Sin promesas grandilocuentes, el algarrobo tropical emerge como un recurso capaz de unir alimentación, salud y sostenibilidad con raíces profundas en los ecosistemas latinoamericanos.