El consumo de carne vacuna en la Argentina registró una mejora interanual en noviembre, a pesar de la aceleración de los precios en los últimos meses, que se ubicaron muy por encima del nivel general de inflación. El dato surge de informes sectoriales difundidos en los últimos días y resulta relevante porque marca una recuperación parcial del consumo interno tras la caída histórica registrada el año pasado, aunque todavía sin alcanzar los niveles observados en 2023, según informó Infobae.
De acuerdo con un relevamiento de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes de la República Argentina (CICCRA), entre enero y noviembre se produjeron 2,881 millones de toneladas de carne vacuna medida en res con hueso. Ese volumen representó una caída marginal del 0,5% frente al mismo período de 2024, equivalente a 15.903 toneladas menos en términos absolutos, lo que muestra un nivel de producción prácticamente estable.
En paralelo, las exportaciones de carne vacuna mostraron una contracción cercana al 10% interanual en los primeros once meses del año. Las ventas externas totalizaron 779,6 mil toneladas de res con hueso, afectadas principalmente por la menor demanda de China durante el primer semestre, un mercado que continúa siendo clave para el complejo cárnico argentino.

Con menor producción y un retroceso de las exportaciones, el consumo aparente en el mercado interno mostró una suba interanual del 3,4%, alcanzando un total de 2,101 millones de toneladas de res con hueso. El dato resulta significativo porque confirma que, pese al deterioro del poder adquisitivo y a los fuertes ajustes de precios, el consumo doméstico logró recomponerse respecto de los niveles deprimidos del año pasado.
En términos per cápita, el consumo promedio ascendió a 48,3 kilos por habitante por año en el acumulado de enero a noviembre. Esto implicó un incremento del 2,3% interanual, equivalente a 1,1 kilo adicional por persona. Sin embargo, el indicador todavía se mantiene muy por debajo del promedio de 2023, cuando el consumo alcanzaba los 53,3 kilos anuales, reflejando que la recuperación es parcial y heterogénea.
El repunte del consumo se dio en un contexto de fuertes aumentos de precios. Según datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), el precio promedio de la carne vacuna registró en noviembre un incremento mensual del 8,2% respecto de octubre y una suba interanual del 72,8%, un guarismo muy superior a la inflación acumulada del 31,4% en el mismo período.
El comportamiento fue distinto en el resto de las proteínas animales. Tanto el pollo como el cerdo mostraron aumentos interanuales en línea con la inflación general, con subas cercanas al 32% y 33%, respectivamente. Esta divergencia de precios refuerza el debate sobre las causas específicas del encarecimiento de la carne vacuna y su impacto sobre las decisiones de consumo.
Según un análisis de la Bolsa de Comercio de Rosario, los datos ponen en cuestión la idea de que el aumento de precios esté directamente asociado a un mayor dinamismo de la demanda interna. Si bien el poder adquisitivo muestra una leve recomposición, esa mejora no alcanza para explicar la magnitud del ajuste observado en los mostradores.
Los registros del RIPTE a octubre indican un aumento interanual del 39% en los salarios formales, frente a una inflación del 33,6% en el mismo período. No obstante, la BCR advierte que esa recuperación del ingreso real es insuficiente para justificar una suba de precios de la carne vacuna que duplicó ampliamente el IPC, lo que refuerza la hipótesis de que los factores de oferta tuvieron un peso decisivo.
Entre esos factores, el principal fue el encarecimiento de la hacienda en pie, un proceso que comenzó a intensificarse a mediados de octubre y que presionó al alza los precios a lo largo de la cadena. Ese aumento respondió, en buena medida, a la escasez relativa de stock ganadero, consecuencia de años de liquidación y de un ciclo productivo que todavía no logró recomponerse plenamente.
La BCR señala que el traslado de la suba de la hacienda al precio final no fue pleno, ya que los eslabones intermedios —frigoríficos, matarifes y comercios— buscaron absorber parte del aumento para sostener el nivel de actividad y evitar un freno más marcado en las ventas. El interrogante hacia adelante es si ese margen de absorción podrá mantenerse sin afectar la rentabilidad del sector.
El debate se vuelve especialmente sensible en un contexto de consumo frágil, donde un traslado completo de los costos podría impactar de manera negativa sobre el ritmo de ventas, particularmente en los cortes más demandados por los hogares. La sostenibilidad de esa estrategia dependerá tanto de la evolución de los precios de la hacienda como de la capacidad de compra de los consumidores.
Desde el sector comercial, las expectativas apuntan a un proceso de convergencia gradual hacia precios internacionales. Sergio Pedace, vicepresidente de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (CAMYA), sostuvo que los valores tenderán a afirmarse en el tiempo. “La realidad es que tendríamos que ir de a poco a los precios internacionales; los precios se van a ir afianzando, no van a bajar y van a seguir subiendo”, afirmó en declaraciones previas citadas por el sector.

Pedace también vinculó la evolución del mercado con la necesidad de políticas previsibles que incentiven la recomposición del stock ganadero. En ese sentido, destacó la importancia de un marco estable que incluya reglas claras para la exportación, un tipo de cambio sin restricciones y la ausencia de cierres o intervenciones abruptas. “Todo eso hace que el productor apueste al ganado”, señaló.
El desempeño reciente del consumo de carne vacuna refleja, así, una tensión entre precios y cantidades. Por un lado, los valores crecieron muy por encima de la inflación y del resto de las proteínas; por otro, el consumo logró recuperarse desde niveles históricamente bajos, impulsado por una leve mejora del ingreso real y por la menor salida de producto al exterior.
De cara a los próximos meses, el sector enfrenta varios desafíos simultáneos: recomponer el stock, definir hasta dónde puede sostenerse la absorción de costos en la cadena, y evaluar cómo evolucionará la demanda interna en un contexto de ajuste de precios aún en curso. La trayectoria del consumo será una de las variables clave para medir el equilibrio entre producción, exportaciones y mercado interno en 2026.