Un antiguo bodegón de Parque Avellaneda volvió a cobrar protagonismo en la escena gastronómica porteña a partir de una apuesta singular: recuperar una esquina histórica y transformarla en un espacio con doble identidad, con un restaurante tradicional en la planta baja y un bar oculto de impronta tanguera en el subsuelo. El proyecto fue impulsado por el emprendedor Cristian Díaz Gattuso, quien decidió revitalizar un local emblemático del barrio y resignificar su historia. La información fue publicada por La Nación.
El establecimiento funciona sobre la avenida Olivera, en una de las esquinas más reconocidas de la zona, a metros del parque que le da nombre al barrio. Allí, el histórico comedor barrial se transformó en Olivera El Bodegón, mientras que en el sótano —un espacio señorial que estuvo décadas en desuso— nació Populacha, un bar de estética speak easy que rinde homenaje al tango, a la cultura porteña y a la bohemia de otros tiempos.

La reapertura de este rincón gastronómico no solo recupera un edificio con más de ocho décadas de historia, sino que también propone una experiencia que combina memoria urbana, cocina casera y coctelería de autor. El bodegón, con piso calcáreo, mesas de manteles cuadrillé y sillas gastadas por el paso del tiempo, conserva la esencia de los clásicos comedores porteños, mientras que el subsuelo sorprende con una ambientación intimista, música en vivo y objetos que evocan el Buenos Aires de principios y mediados del siglo XX.
Según reconstruye La Nación, el lugar funciona desde 1943 y fue durante años un punto de encuentro del barrio. Por allí pasaron figuras destacadas de la política y la cultura, como el expresidente Arturo Frondizi y el cantante de tango Ariel Ardit. A lo largo de las décadas, el local tuvo distintos nombres y administraciones, y llegó a funcionar incluso como café de barrio y punto de reunión informal.
El subsuelo, hoy convertido en Populacha, conserva elementos originales del antiguo bar “Lo de Jacinto y Barbeito”, cuyas puertas fueron reutilizadas como parte de la ambientación. El espacio cuenta con piano, bandoneón, sillones bajos, bibliotecas con libros antiguos, fotografías históricas y partituras centenarias. Una de ellas dio nombre al bar: un tango de los años 20 titulado Populacha, que resume el espíritu popular y porteño del proyecto.

La propuesta de bebidas está a cargo del bartender Santiago Arenas, quien desarrolló una carta basada en cócteles clásicos, espumantes y vermús, en sintonía con la identidad del lugar. El techo del bar rinde homenaje a figuras femeninas icónicas de la cultura argentina, como Tita Merello, Eva Perón, Isabel Sarli y Moria Casán, representadas como símbolos de distintas épocas y luchas culturales.
En la planta baja, Olivera El Bodegón mantiene una carta de cocina criolla, con porciones abundantes y recetas tradicionales. El chef Leonardo Díaz está al frente de la cocina, que ofrece empanadas fritas de carne cortada a cuchillo y de mondongo, pastas artesanales, sorrentinos de vacío braseado, cazuelas de barro, milanesas con papas fritas y platos emblemáticos como pastel de papas, goulash y entraña con puré. Los postres incluyen flan casero, panqueques flambeados y tiramisú.
La historia reciente del proyecto está ligada a la pandemia. Durante ese período, Díaz Gattuso impulsó iniciativas gastronómicas alternativas y experiencias culturales vinculadas al barrio. En 2022, al descubrir la esquina de Olivera y Remedios, decidió apostar por la compra del fondo de comercio y encarar una restauración integral que respetara el espíritu original del lugar.

Desde el entorno del proyecto destacan que el objetivo es atraer a un público más amplio hacia una zona de la ciudad muchas veces ignorada por los circuitos gastronómicos tradicionales. Parque Avellaneda, con sus casas bajas, calles arboladas y cercanía a espacios como la Feria de Mataderos y la Casona de los Olivera, aparece como un polo cultural en crecimiento.
Actualmente, el bodegón abre de miércoles a domingo, con servicio de almuerzo y cena, y el bar del subsuelo funciona en horarios nocturnos, con propuestas musicales y tango en vivo algunos días de la semana. La iniciativa se inscribe en una tendencia más amplia de revalorización de los barrios porteños, donde la gastronomía se combina con la identidad cultural y la recuperación del patrimonio urbano.