Dejar la universidad y desafiar a Adobe: la historia del creador de Figma que hoy lidera una empresa de US$70.000 millones

Abandonar la universidad, fundar una startup en Silicon Valley y construir una empresa valuada en más de US$70.000 millones suele asociarse a historias excepcionales. En 2025, ese recorrido volvió a tomar protagonismo con el caso de Dylan Field, cofundador y CEO de Figma, una de las compañías tecnológicas más influyentes del ecosistema digital actual. Con apenas 33 años, Field consolidó un modelo de liderazgo y producto que desafió los moldes tradicionales del software y redefinió la forma en que diseñadores y equipos colaboran en línea.

La historia de Field volvió a ocupar el centro de la escena tras el exitoso debut bursátil de Figma en la Bolsa de Nueva York, un hito que disparó su valuación y lo convirtió en multimillonario. El salto no solo marcó uno de los IPO tecnológicos más relevantes de los últimos años, sino que confirmó la viabilidad de una visión que durante más de una década fue considerada contracultural dentro del sector.

Como ocurrió antes con Mark Zuckerberg, el fundador de Figma optó por dejar la educación formal para concentrarse de lleno en su proyecto. Sin embargo, a diferencia del creador de Facebook, Field construyó un perfil de CEO menos confrontativo y más orientado a la colaboración, un rasgo que terminó siendo clave para el éxito del producto.

Field estudió durante dos años y medio en la Universidad de Brown, hasta que en 2012 conoció la Thiel Fellowship, un programa impulsado por Peter Thiel que ofrece financiamiento a jóvenes emprendedores dispuestos a abandonar la universidad para desarrollar startups. Con apenas horas antes del cierre de la convocatoria, Field presentó su aplicación —incluso omitiendo sus puntajes académicos— y fue seleccionado para integrar la segunda camada del programa. La beca de US$100.000 le permitió dedicarse de lleno a experimentar con tecnología web.

En ese momento, Figma todavía no existía como tal. El proyecto inicial se enfocaba en gráficos interactivos y herramientas visuales que funcionaran directamente en el navegador. Esa apuesta, que parecía técnica y de nicho, escondía una intuición estratégica: el futuro del diseño no estaría atado a aplicaciones locales, sino a plataformas accesibles desde cualquier dispositivo y en tiempo real.

Con el correr de los años, esa visión se transformó en Figma, una herramienta que permitió a diseñadores, desarrolladores y equipos de producto trabajar de manera simultánea sobre un mismo archivo, sin necesidad de instalar software pesado. La propuesta chocó de frente con el dominio histórico de Adobe, cuyo ecosistema estaba basado en programas de escritorio y licencias tradicionales.

Los primeros tiempos no estuvieron exentos de tensiones. Field enfrentó debates internos con inversores y colaboradores sobre el rumbo del producto y la velocidad de crecimiento. Sin embargo, una de esas discusiones derivó en un giro clave: la creación de FigJam, una pizarra digital colaborativa que amplió el alcance de la compañía más allá del diseño gráfico y la posicionó como una plataforma transversal para el trabajo en equipo.

Ese enfoque colaborativo se convirtió en la marca registrada de Figma y en el factor que impulsó su adopción masiva en empresas, startups y universidades de todo el mundo. Mientras otras firmas apostaban a herramientas individuales, Figma se consolidó como un espacio compartido, alineado con las nuevas dinámicas del trabajo remoto y distribuido.

El crecimiento acelerado llamó la atención de Adobe, que en 2022 anunció un acuerdo para adquirir Figma por US$20.000 millones. La operación prometía ser una de las más grandes de la industria del software creativo, pero quedó envuelta en un contexto de creciente escrutinio regulatorio, tensiones por competencia y cambios en el mercado tecnológico. Tras meses de negociaciones, el acuerdo fue cancelado a fines de 2023, y Adobe debió pagar una compensación de US$1.000 millones.

Lejos de debilitar a Figma, la ruptura terminó fortaleciendo su perfil independiente. La empresa aceleró su crecimiento, profundizó su comunidad de usuarios y avanzó hacia su salida a bolsa. El resultado fue un debut bursátil que multiplicó su valor y elevó la fortuna personal de Field a unos US$6.400 millones, según estimaciones del mercado.

Actualmente, Dylan Field mantiene un control decisivo sobre la compañía. Junto a su socio, concentra cerca del 99% de las acciones clase B, lo que le permite conservar la dirección estratégica del negocio aun como empresa pública. En 2025, los ingresos personales del CEO crecieron a un ritmo cercano al 40% trimestral, mientras que Figma registró un aumento del 41% en su flujo de caja operativo, consolidando un desempeño financiero sólido.

Más allá de los números, el recorrido de Field se convirtió en un caso de estudio dentro del mundo tecnológico. Su historia muestra cómo una decisión temprana —abandonar la universidad—, combinada con una apuesta clara por la innovación colaborativa, puede derivar en la construcción de un gigante global. En un Silicon Valley marcado por ciclos rápidos y modas pasajeras, Figma logró diferenciarse con una propuesta simple: hacer del diseño un proceso abierto, compartido y accesible.

De acuerdo con información publicada por Ámbito Financiero, la compañía proyectó durante 2025 un crecimiento cercano al 40% trimestral en los ingresos personales de su fundador, mientras que el flujo de caja operativo registró un aumento interanual del 41%, consolidando su posición financiera.

Hoy, Figma es considerada una de las plataformas centrales del ecosistema tecnológico global, con una impronta colaborativa que contrasta con el estilo confrontativo tradicional de Silicon Valley. El recorrido de Dylan Field confirma que, incluso en un sector altamente competitivo, es posible desafiar los modelos establecidos y construir liderazgo desde una lógica diferente.