De un prototipo casero a una nueva forma de consumir agua con gas

En Estados Unidos, dos emprendedores decidieron desafiar uno de los envases más extendidos de la industria de bebidas: la lata de aluminio. Se trata de John Thorp y Buzz Wiggins, fundadores de Aerflo, una startup que desarrolló un dispositivo portátil para gasificar agua con el objetivo de modificar hábitos de consumo, reducir residuos y achicar la huella de carbono de un mercado dominado por grandes compañías. La iniciativa, que comenzó como un experimento artesanal en 2019 y ya superó los US$ 10 millones de inversión, fue dada a conocer por Forbes.

El proyecto nació en un entorno poco convencional: una yurta instalada detrás de una casa adosada en el East Village, en Nueva York. Allí, con piezas de bicicletas y pedidos urgentes de Amazon, los emprendedores probaron si era posible crear un sistema compacto que permitiera gasificar agua sin depender de envases descartables ni de las tradicionales máquinas de sobremesa que ocupan espacio fijo en la cocina.

Cinco años después, ese prototipo improvisado dio lugar a un producto comercial que busca intervenir en un mercado de enorme escala. En Estados Unidos, el consumo anual de agua con gas supera los 11.350 millones de litros, una cifra que creció de manera acelerada en la última década. De acuerdo con datos de la firma Beverage Marketing Corporation, el segmento aumentó más de 200 % entre 2010 y 2020, con ventas que hoy superan los US$ 4.000 millones al año.

Para los fundadores de Aerflo, ese crecimiento expone un problema estructural. La mayor parte del precio que paga el consumidor no está vinculada al agua, sino al envase, al transporte y a la logística. En el caso de las latas de aluminio, la huella ambiental es significativa: fabricar una sola unidad equivale, según datos del sector, a 20 minutos de manejo de un automóvil a gasolina, y la mayor parte de las emisiones se genera durante el proceso productivo.

“Queríamos diseñar un modelo de negocio donde, con solo existir, cada dólar de ingreso significara que el mundo es un lugar mejor”, explicó Thorp en declaraciones a Forbes. “No queríamos que el impacto positivo fuera un agregado filantrópico, sino algo inherente a la empresa”, agregó.

El punto de partida fue detectar una incomodidad persistente entre los consumidores. Los sistemas de gasificación hogareños ya existentes lograron construir una base fiel de usuarios, pero presentan limitaciones: requieren un espacio fijo en la mesada, no son portátiles y suelen generar fricción en los sistemas de recarga. A la vez, el crecimiento de las botellas reutilizables de alta gama abrió una pregunta clave para los emprendedores: si esas botellas ya forman parte del día a día, ¿por qué no convertirlas en la plataforma para gasificar el agua?

La respuesta técnica no fue sencilla. Wiggins, con experiencia previa en el mundo startup y un perfil más orientado al desarrollo manual, convirtió su cocina en un laboratorio improvisado. El principal interrogante era cuántas botellas podía gasificar un cartucho de CO₂ de 12 gramos sin perder eficiencia ni generar incomodidad para el usuario. “Todo esto no funcionaba si implicaba cambiar cartuchos todo el tiempo”, recordó Thorp.

Cuando el primer prototipo logró gasificar varias botellas de manera consistente, ambos entendieron que estaban frente a una oportunidad concreta. A partir de allí, comenzó un proceso de cuatro años de desarrollo, que incluyó desafíos mecánicos, regulatorios y financieros. Para pasar de un prototipo funcional a un producto apto para el consumo masivo, la empresa debió atravesar procesos de aprobación, construir una planta de recarga, cerrar acuerdos con fabricantes y captar capital institucional.

Aerflo consiguió respaldo de Closed Loop Ventures, un fondo enfocado en negocios de economía circular, y armó un equipo interno de ingeniería. También obtuvo las primeras aprobaciones del Departamento de Transporte y del Servicio Postal de Estados Unidos, pasos indispensables para poder distribuir los cartuchos de CO₂ y operar el sistema de recarga.

El lanzamiento comercial llegó en 2024, con una estrategia que se alejó del manual tradicional de las startups digitales. En lugar de apostar únicamente al canal directo al consumidor, la empresa optó desde el inicio por una estrategia omnicanal, con presencia en tiendas especializadas en estilo de vida. En las primeras semanas, Aerflo ya estaba disponible en plataformas como Huckberry, Goop y Uncrate, y luego se sumaron Food52, Bespoke Post y Uncommon Goods.

La propuesta de valor no se limita al impacto ambiental. Según la empresa, el modelo también ofrece una ventaja económica clara. Un paquete de recarga, con un precio cercano a los US$ 21, permite obtener agua con gas a un costo estimado de 87 centavos por litro, frente a los US$ 2,50 promedio de las marcas líderes del mercado. En comparación con opciones premium, el ahorro puede superar el 60 %.

Para respaldar sus afirmaciones, Aerflo desarrolló un Análisis de Ciclo de Vida (ACV) que mide la huella de carbono del producto desde su fabricación hasta su descarte. Los resultados indican que usar un cartucho por primera vez genera un 72 % menos de emisiones que comprar el equivalente en latas, y que esa reducción llega al 97 % cuando el cartucho se recarga. A lo largo del uso, la huella de carbono de un cliente se reduce más del 90 % tras múltiples recargas.

“Por cada cápsula que utilizan nuestros clientes, se evitan seis latas que se fabrican, se transportan y terminan en el flujo de residuos”, afirmó Thorp a Forbes. Si bien especialistas ambientales externos advierten que los ACV pueden variar según la metodología, coinciden en que los sistemas de recarga tienen potencial para reducir emisiones en una industria bajo creciente presión regulatoria y social.

La adopción masiva sigue siendo el principal desafío. El sistema propone un cambio de hábito: usar agua del grifo o filtrada, aprender a gasificarla correctamente y gestionar las recargas. Los primeros usuarios destacaron la posibilidad de regular el nivel de gasificación y valoraron aspectos de calidad, como la ausencia de PFAS y el control sobre la fuente de agua utilizada.

De cara al futuro, la empresa tomó una decisión estratégica que refuerza su visión emprendedora. En lugar de lanzar múltiples modelos de botellas propias, Aerflo trabaja en adaptadores compatibles con botellas reutilizables existentes. “El mundo no necesita otra botella”, sostuvo Thorp. “Nuestro foco está en reducir la producción y el desperdicio”.

La apuesta no es menor. El negocio de bebidas está dominado por multinacionales con cadenas de suministro consolidadas, y las startups suelen competir desde el marketing más que desde cambios estructurales. Aerflo, en cambio, propone un rediseño del sistema de consumo, alineado con los principios de la economía circular.

Todavía es incierto si esta propuesta logrará escalar al nivel necesario para desplazar millones de latas. Pero el recorrido de Aerflo —desde una yurta en Manhattan hasta su llegada a tiendas especializadas— refleja cómo el emprendedurismo tecnológico busca abrirse paso en industrias tradicionales, combinando innovación, negocio y sostenibilidad en un mismo modelo.