ste agotamiento o desgaste de los suelos se entiende como la pérdida de capacidad productiva, dada por la disminución continuada de los contenidos de materia orgánica, nutrientes (fósforo principalmente) y de la actividad biológica.
La inclusión de un diagnóstico de fertilidad de suelos obedece a la necesidad de una herramienta de diagnóstico y de planeación del manejo a nivel predial, ya que un manejo correcto de los suelos se indica con el análisis sistemático de los mismos.
Los análisis del suelo agrícola nos ayudan a conocer nuestro suelo y saber de qué nutrientes dispone para el cultivo. Por ello, dentro del programa de las buenas prácticas agropecuarias (BPA) recomienda y se considera como tal, realizar un análisis cada 50 has. por campaña, que indique materia orgánica (MO), fosforo disponible (P), pH y nitrógeno (N) principalmente. Dichos componentes son de importancia debido a lo siguiente:
La materia orgánica es clave para tener un suelo “sano” (fértil y productivo), debido a que afecta su fertilidad química y física haciendo más disponibles los nutrientes del suelo para la planta, mantiene el pH del suelo estable y reduce el riesgo de erosión. A su vez, aumenta la actividad biológica en los suelos, favoreciendo estos factores.
Diferentes acciones pueden llevar a incrementar o disminuir la materia orgánica del suelo. Así como el monocultivo, la labranza excesiva y el sobrepastoreo tienden a disminuirla; la aplicación de estiércol, los cultivos de cobertura y la siembra directa tienden a aumentarla. Estos cambios en el contenido de materia orgánica, puede observarse campaña tras campaña con el análisis de suelo y a groso modo se puede saber si un suelo tiene mucha materia orgánica observando el color: los suelos oscuros suelen tener más materia orgánica.
Hernán Sainz Rozas, técnico del INTA Balcarce, resaltó que hay una caída en promedio entre 30 a 50 por ciento los niveles de materia orgánica de los suelos siendo la región núcleo la más castigada (norte de Buenos Aires, sur de Córdoba y centro- sur de Santa Fe) en relación a la última medición.
El fósforo es un macroelemento esencial para el crecimiento de las plantas. Participa en los procesos metabólicos, tales como la fotosíntesis, la transferencia de energía y la síntesis y degradación de los carbohidratos.
El fósforo se encuentra en el suelo en compuestos orgánicos y minerales. Sin embargo, la cantidad del fósforo disponible para el cultivo es muy baja en comparación con la cantidad total del fósforo en el suelo. Por lo tanto, en muchos casos, los fertilizantes de fósforo deben ser aplicados para satisfacer el déficit nutricional del cultivo.
El nivel de fósforo en los análisis de suelos nos ayuda a predecir la necesidad o no de los fertilizantes fosfatados de los cultivos. En los últimos 7 años, por ejemplo, los niveles de reposición de fosforo por fertilizantes, están por debajo de la extracción en sistemas agrícolas y ganaderas. Esto lo podemos notar por que los niveles actuales de P-Bray son menores a 15 mg-1 (0-20 cm de profundidad) en una vasta superficie de la región pampeana.
El pH es un parámetro químico que indica si una materia es ácida o básica. La escala de resultados va de 0 a 14. Siendo los suelos de pH 7 neutros, los de más de 7 básicos y los de menos de 7 ácidos.
El pH afecta a la disponibilidad de nutrientes y al crecimiento de los cultivos. Los suelos con pH muy extremos (mayores a 9 y menores a 5) no son fértiles ya que no hay nutrientes disponibles para las plantas.
Existe un cambio negativo, que se refleja en la disminución de los valores de pH del suelo, sobre todo al norte y este de la región Pampeana, donde se registran preocupantes niveles de pH. En casos graves de acidificación, comienza a liberarse aluminio y esto resulta tóxico para las plantas y, a su vez, genera más acidez. Además, la acidez provoca consecuencias sobre diferentes procesos biológicos y químicos que ocurren en el suelo.
Según Sainz Rozas en problemas graves de acidez, se recomienda la aplicación de calcita (carbonato de calcio) o dolomita (carbonato de calcio y magnesio).
El nitrógeno es el principal macronutriente y en el suelo se encuentra en muchas formas distintas. Algunas son accesibles para los cultivos mientras que otras no:
Estas dos fracciones de nitrógeno son las que se analizan en un análisis de nitrógeno del suelo y permiten realizar una planificación de la fertilización.
El contenido de nitrógeno en el suelo es muy variable tanto en el espacio como en el tiempo. La lluvia, el manejo del suelo, la fertilización y el manejo de residuos, entre otros, afectan directamente al contenido de nitrógeno del suelo.
Por este motivo se recomienda hacer como mínimo un análisis de suelo al año antes de la siembra. De esta manera es posible calcular el balance de nitrógeno de la campaña, sabiendo parámetros como: necesidades del cultivo, fertilización aplicada, temperatura y precipitaciones, etc.
En relación con la disponibilidad de nitrógeno y fósforo, cuya escasez limita la capacidad productiva, se observa con frecuencia el problema de que se aplica menos de lo realmente requerido por los cultivos. Es decir que, hoy por hoy, podrían obtenerse entre un 30 y 40 % más de rendimientos de trigo y maíz, si se fertilizara racionalmente.
Cabe destacar que además de estos parámetros del suelo, existen otros que son importantes tener en cuenta.
La textura indica la proporción de partículas de diferente tamaño que hay en el suelo. Realizar un análisis de textura puede dar información extra y ayudar a los técnicos a asesorar mejor en temas como manejo del suelo y en el análisis de fertilidad de suelos.
A nivel técnico-científico las texturas se dividen en cuatro grandes grupos según la proporción de arcillas, limos y arenas de los suelos. Las categorías son:
En la imagen verás el conocido “triángulo de texturas” en el que se clasifican técnicamente los suelos. Puede haber también suelos entre dos categorías, por ejemplo, suelos franco-arcillosos. Los francos, resultan de una proporción balanceada de arena, limo y arcilla.
https://i0.wp.com/infoagro.com.ar/wp-content/uploads/2020/09/triangulo-de-textura.png?w=779&ssl=1
Este parámetro resulta el limitante para realizar actividades agrícolas o ganadera ya que los cultivos no crecen correctamente en suelos salinos. En zonas de secano con una sola medida de la conductividad puede bastar. En regadío, es un parámetro que puede variar y se debe evaluar periódicamente.
El papel del potasio es los cultivos es muy importante ya que tiene funciones trascendentes en la fisiología de las plantas, actuando en el proceso de la fotosíntesis, en la traslocación de fotosintatos, síntesis de proteínas, activación de enzimas claves para varias funciones bioquímicas. Además, si nuestro cultivo tiene una buena nutrición potásica se aumenta la resistencia de este a condiciones adversas como pueden ser sequías o presencia de enfermedades.
El potasio se ve modificado por varias técnicas agrícolas como la fertilización mineral y/o orgánica, el manejo del suelo, quitar los residuos vegetales, etc. Aun así, es un elemento poco móvil en el suelo.
El magnesio es uno de los macronutrientes secundarios esenciales para un correcto desarrollo de las plantas, y por ello esencial en los planes de fertilización de nuestros cultivos. Al igual que el calcio y el azufre, se considera secundario debido a la cantidad que absorbe el cultivo y no a su importancia ya que la falta de uno de estos nutrientes es igual de perjudicial para el desarrollo y crecimiento de las plantas. Aquí siempre tenemos que recordar que una fertilización correcta busca aportar lo que el cultivo necesita para su perfecto desarrollo.
Este nutriente desempeña un papel importante en determinadas funciones de los vegetales, destacando entre ellos su intervención en el proceso de la fotosíntesis, debido a que es un componente básico de la clorofila.
Según el técnico del INTA Balcarce, en algunas zonas estos nutrientes deberán ser incluidos en los análisis de rutina para evaluar su necesidad de aplicación, ya que se espera una situación de escasez entre los próximos 4 a 16 años.
Infoagro