Viajar por las rutas patagónicas nos llena la retina de paisajes tan particulares que, con solo pensar en ellos, no importa donde estemos, los podemos recordar. Así es como resulta típico ver guanacos pastando, lentos, a su ritmo. De pronto, en un instante esa calma se ve interrumpida por otra especie patagónica. De cuello y patas largas, ojos mansos y grandes, emplumado y a los trotes. Hablamos de los choiques, tan habituales en Patagonia y tan poco que se sabe de ellos.
Los choiques son aves de la familia de los ñandúes, exclusivas de Sudamérica y las de mayor tamaño del continente. Se dividen en dos especies de la misma familia: Rhea americana (ñandú andino) y Rhea pennata (la que conocemos como choique).
El choique es la más pequeña de las dos subespecies. Alcanza 1,10 metros de altura y un peso de 20 kilogramos. Se mueven en pequeños grupos de 5 a 30 aves, excepto en época de celo, en que se agrupan en un número mucho mayor. Los machos son polígamos (poseen varias hembras) y las hembras poliándricas (poseen varios machos). El macho se encarga de la incubación y cuidado de los charitos (pichones) mientras que varias hembras proveen de huevos a su nidada. Se alimenta de vegetales y pequeñas presas. Habita en pastizales abiertos, cultivos y bañados. No vuelan, pero son muy buenos corredores. Tanto es así que cuando es perseguido, supera los 60 km/h y cambia de dirección realizando carreras en zigzag.
El Parque Patagonia alberga poblaciones en buen estado, lo que podría convertirse en un aliado para recuperar a esta especie en lugares donde ha desaparecido. Es por eso que un equipo de profesionales, trabaja utilizando la tecnología para conocer más sobre esta especie.
Los radiocollares con GPS que portan los choiques, se activan una vez a la semana para entregar los puntos de localización. En el caso de estas aves, es la primera vez que se utiliza esta tecnología y los datos que aporta ayudarán a tomar medidas para su conservación.
Para obtener estos datos, los científicos se conectan con un receptor que les permite descargar los datos a una computadora, lo que permite observar los movimientos realizados por cada individuo.
El biólogo Emiliano Donadío, director científico de Fundación Rewilding Argentina, explica que “con estos collares esperamos aprender sobre lo que se llama ecología espacial del Choique, que traducido es qué ambientes usa, cuáles selecciona y cómo va usando distintas partes del paisaje -si es que lo hace- en distintas partes del año. También si tiene algunos movimientos vinculados con el invierno, si deja de visitar algunos lugares porque la nieve está muy alta y no puede alimentarse o no le ofrecen refugio, etc.”.
Hay estudios que indican que en otras zonas de la Patagonia la abundancia de choiques declinó bastante a partir del desarrollo de la ganadería. “Hay comentarios de antiguos viajeros que dan cuenta de grandes bandadas de choiques que se dejaron de ver. Ahora, en algunos sitios donde los campos han sido abandonados por problemas productivos, empiezan a verse, pero muy poquito”, explica el biólogo.
“De los choiques se sabe muy poquito en todos los aspectos de su ecología. Hay algunos trabajos publicados sobre la dieta y el conocimiento sobre las distintas especies se basa en eso”, afirma Donadío.
La forma y la finalidad que motivó la merma de su población han variado en el tiempo. Desde su caza exclusivamente para subsistencia –alimentación por los antiguos habitantes, hasta la captura furtiva solo por el precio de sus productos. Ampliar lo que se sabe, utilizando la tecnología, permitirá iniciativas más eficaces que ayuden a su conservación y a recuperar a esta llamativa especie en aquellos lugares donde ha desaparecido.
El Chubut