Por Agroempresario.com
En estos primeros días de otoño, tenemos la oportunidad de descubrir en nuestros jardines una verdadera joya nativa. Si afinamos la vista y buscamos en los lugares adecuados, es posible que encontremos unas hojas carnosas, de color verde brillante, con forma elíptica y lanceolada, cerca del suelo. Se trata de la orquídea del talar u orquídea ribereña (Chloraea membranacea).
Esta orquídea terrestre nativa fue declarada Flor Simbólica de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en diciembre de 2017. Es una planta endémica de Sudamérica, que habita bosques ribereños y xerófilos de la ecorregión del espinal. En zonas no modificadas, se la encuentra asociada a ejemplares de tala y sombra de toro. Hay reportes de su presencia en las zonas serranas de Tandil, Sierra de la Ventana y Balcarce, en varias localidades del AMBA y del este de la provincia de Buenos Aires, además de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.
En otoño, la orquídea del talar presenta hojas y raíces tuberosas. En primavera, se eleva una inflorescencia larga, con varias flores blancas de aroma dulzón. Según el catálogo de plantas vasculares del Instituto Darwinion, esta orquídea también se encuentra en los estados del sur de Brasil (Paraná, Rio Grande do Sul y Santa Catarina) y en varios departamentos de Uruguay (Canelones, Colonia, Maldonado, Montevideo, Tacuarembó, entre otros).
En otoño e invierno aparecen y se desarrollan las hojas, y en primavera surge una inflorescencia larga con varias flores blancas, con tintes verdosos y aroma dulzón. Tras la floración, la parte aérea se seca y desaparece, pero sus raíces tuberosas permanecen vivas bajo tierra hasta el próximo otoño, cuando rebrotarán.
La orquídea se reproduce mediante semillas. Su polinizador es una abeja nativa de color verde metálico, cuyo nombre científico es Augochloropsis multiplex. Estas abejas son atraídas por el aroma de las flores y, al buscar néctar (que las flores no poseen), transfieren polen de una flor a otra.
Si descubrimos esta orquídea en nuestro jardín, es posible que crezca de forma espontánea, pero que al cortar el césped, también estemos cortando sus hojas, impidiendo su floración. En este momento, al inicio del otoño, es crucial estar atentos a su presencia, especialmente en sitios sombríos y húmedos, como debajo de árboles perennes o caducos en las zonas más oscuras del jardín.
Si identificamos esta orquídea, es recomendable marcar la zona y protegerla con alguna estructura para evitar pisadas de animales y seres humanos, así como el daño de las cortadoras de césped o bordeadoras, desde marzo hasta noviembre. Después de que las hojas y flores se hayan secado, podemos retirar la protección, pero es aconsejable mantener el lugar identificado para no olvidar su ubicación exacta.
Existen diversos proyectos de conservación de esta especie. En la Reserva Costanera Sur, la Reserva Ecológica Lago Lugano, el Parque Nacional Ciervo de los Pantanos, el Parque Nacional El Palmar y el Parque Nacional Campos del Tuyú, es posible observarla. Si cuidamos esta orquídea en nuestros jardines, no solo disfrutaremos de su belleza y aroma, sino que también contribuiremos a su conservación in situ.