Por Agroempresario.com
En una reveladora entrevista publicada en La Nación, Martín Ochoteco, conocido como el encantador de caballos, compartió su viaje desde sus humildes comienzos en el campo argentino hasta convertirse en un referente internacional en la doma de caballos. Su historia es un testimonio de dedicación, pasión y respeto por los animales, elementos que han sido fundamentales en su carrera.
Ochoteco creció en el pequeño pueblo de Ameghino, Buenos Aires, donde su amor por los caballos comenzó a una edad temprana. "Estaba rodeado de caballos desde niño, era mi mundo", recuerda. Su primera experiencia con la doma se dio a los 17 años y, desde entonces, su vida ha estado entrelazada con la conexión profunda que establece con los caballos.
A lo largo de los años, ha desarrollado un enfoque único y respetuoso hacia la doma, basado en la observación y la paciencia. "No obligo al caballo a que haga nada, espero a que se le acerque", explica, enfatizando la importancia de construir una relación de confianza. Este método ha resonado en su trabajo, tanto en su tierra natal como en su exitosa carrera internacional, donde ha logrado cautivar a audiencias en todo el mundo.
Su talento lo llevó a participar en proyectos de alto perfil, incluyendo una aclamada serie en National Geographic que mostró su habilidad para trabajar con caballos difíciles y su compromiso con el bienestar animal. "Siempre quise demostrar que se puede domar sin violencia. Se trata de entender al caballo y trabajar juntos", dice con orgullo.
Martín también ha tenido la oportunidad de enseñar su arte a otros, destacando la importancia de transmitir sus conocimientos a la nueva generación de domadores. "Me gusta compartir lo que sé, porque creo que cada uno puede aprender a conectarse con los caballos de una manera diferente", añade.
La vida de Martín Ochoteco es una celebración de la doma, un arte que va más allá de la técnica, centrada en la conexión entre el hombre y el caballo. Su pasión por este trabajo es evidente en cada palabra y cada acción, y su legado como encantador de caballos está destinado a perdurar en el tiempo. "La doma es mi vida, y me llena de alegría poder hacer lo que amo", concluye, reafirmando su compromiso con su arte.