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Por Agroempresario.com
En los próximos años, el agro argentino se posiciona como un sector con una fuerte posibilidad de crecimiento, gracias a la fertilidad de su suelo y la adopción generalizada de la siembra directa, un método de cultivo altamente demandado en todo el mundo. Sin embargo, expertos en el sector advierten que las regulaciones insuficientes están ralentizando este camino prometedor.
Juan Farinati, presidente y CEO para el Cono Sur de Bayer, destaca la urgencia de contar con una Ley de Propiedad Intelectual en Argentina. Esta ausencia, señala, limita la introducción de nuevas tecnologías en el país en comparación con sus vecinos, como Estados Unidos, Brasil, Paraguay y Uruguay. "En aquellos países, la adopción de tecnología es más rápida porque tienen esquemas que aseguran cierta retribución a las empresas", explica Farinati. Esta disparidad es evidente, ya que el rendimiento de soja en Argentina ha caído entre 600 y 700 kilos por hectárea desde principios del siglo XXI, mientras que otros países han experimentado un crecimiento significativo.
La incorporación de tecnología en la agroindustria se vuelve esencial por dos razones: en primer lugar, las semillas genéticamente modificadas y más resistentes pueden aumentar el rendimiento por hectárea; en segundo lugar, estas innovaciones permiten cultivar en áreas que anteriormente no eran viables por la calidad del suelo o las condiciones climáticas adversas. Así, la protección de la propiedad intelectual se ha convertido en una demanda urgente dentro del sector agropecuario.
Farinati enfatiza que "el desafío en soja es cómo crear un sistema, una nueva ley de Semillas, que habilite a las empresas a invertir y a los productores a beneficiarse de esos avances". Rodrigo Santos, CEO mundial del negocio de Crop Science de Bayer, también ha manifestado la necesidad de un marco que asegure retornos para las inversiones realizadas en el sector. Sin embargo, en julio de 2021, Bayer decidió abandonar el negocio de semillas y biotecnología de soja en Argentina, una decisión influenciada por la falta de regulaciones claras, a pesar de que la compañía la atribuyó a un "plan de transformación global".
A medida que la demanda mundial de alimentos crece y las exigencias para producir con menor impacto ambiental se intensifican, Argentina tiene una ventaja competitiva gracias a la siembra directa. Esta técnica, que se ha implementado en el 90% de las hectáreas agrícolas del país, contrasta con el uso global de aproximadamente el 35%.
La agricultura regenerativa, que nació hace tres décadas, ha revolucionado la industria agrícola. Al aprovechar el principio de la fotosíntesis para transformar el CO2 en biomasa, esta práctica no solo ayuda a mitigar el cambio climático, sino que también se presenta como una solución potencial para las emisiones vinculadas a la cadena agroindustrial, que representan el 25% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a nivel mundial.
Farinati sostiene que "la Argentina es líder a nivel mundial en esta práctica". La siembra directa no solo optimiza la producción agroindustrial, sino que también favorece la biodiversidad, mejora la calidad del agua y de los suelos, y permite a los productores adaptarse a las condiciones del entorno.
El futuro del agro argentino es prometedor, pero su éxito dependerá de la implementación de regulaciones que fomenten la innovación y la inversión en tecnología. Con el respaldo adecuado, el sector podría no solo recuperar su competitividad, sino también consolidarse como un líder en prácticas agrícolas sostenibles a nivel global.
