Por Agroempresario.com

El sector agropecuario de Armenia atraviesa un cambio profundo. Según una entrevista publicada por La Nación, Gabriel Meghruni, ingeniero agrónomo cordobés y consultor en el país euroasiático, destaca que el agro y la tecnología se han convertido en motores clave para impulsar la economía tras los efectos de la crisis humanitaria en Nagorno Karabaj. “Hay oportunidades para profesionales, no hay mano de obra capacitada para el agro”, subrayó Meghruni. 

El gobierno armenio implementa políticas que buscan diversificar y agregar valor a la producción agrícola. El país, que tradicionalmente exporta el 90% de sus frutas como productos frescos, está avanzando hacia productos elaborados como pasas, pelones y vinos. “De a poco se empezó a agregar valor. En los últimos cinco años, el sector cambió. Hay incorporación de tecnología y también inversores interesados que ya están poniendo recursos”, explicó Meghruni, citado en la entrevista de La Nación. 

Oportunidades en un entorno desafiante

En Armenia, la mayoría de los productores trabaja con pequeñas superficies, entre 0,5 y 3 hectáreas. Sin embargo, en los últimos años, gracias a la participación de inversores rusos, árabes y de la diáspora armenia, se consolidaron explotaciones de hasta 50 hectáreas, consideradas grandes para la región. 

Este crecimiento no está exento de dificultades. A mediados de 2024, Rusia suspendió las importaciones de productos agrícolas armenios debido a la detección de residuos de pesticidas en tomates y manzanas. Si bien el problema se resolvió, el incidente subrayó la necesidad de explorar mercados alternativos, un desafío que se complica por las restricciones de la Unión Europea debido a estándares de calidad. 

Tecnología y ventajas impositivas

A diferencia de otros países, Armenia facilita la incorporación de tecnología al sector agrícola mediante exenciones fiscales para proyectos productivos. Meghruni señaló: “En Armenia, las importaciones para proyectos de la propia empresa no pagan impuestos. Impulsan la incorporación de tecnología”. 

En cuanto a infraestructura, el desarrollo ha sido notable. Hace apenas una década, el país carecía de sistemas básicos de riego; hoy, cuenta con tuberías, membranas para reservorios y tecnologías que mejoran la productividad. Los rendimientos en cultivos como manzanas, damascos y peras alcanzaron estándares competitivos: entre 50 y 60 toneladas por hectárea en manzanas, 20 a 25 toneladas en damascos y 12 a 13 toneladas en peras. 

El factor humano: un recurso escaso

Sin embargo, el crecimiento está limitado por la falta de mano de obra especializada. “Lo que hace falta son profesionales, mano de obra especializada. Buscan consultores externos. No hay cuadrillas especializadas para cosechar, para podar”, sostuvo Meghruni en sus declaraciones al medio argentino. 

Para revertir esta situación, el país impulsa una revolución educativa en el ámbito agrario. Aunque los avances son lentos, representan una oportunidad para profesionales extranjeros interesados en un mercado emergente. 

La visión de un argentino en Armenia

Meghruni, quien llegó a Armenia hace 15 años de la mano del grupo Eurnekian, ejemplifica el potencial del país. La bodega Karas, propiedad de la familia Eurnekian, produce dos millones de botellas al año, exportando la mayor parte de su producción. Con cultivos de uva Areni, la bodega refleja cómo la incorporación de tecnología y la inversión estratégica pueden marcar la diferencia en un mercado competitivo. 

En un entorno de desafíos globales, Armenia demuestra que apostar por el agro es más que una estrategia económica: es una apuesta por el futuro.