Por Agroempresario.com
El martes, el ministro de Economía, Luis Caputo, se reunirá con la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) para analizar la situación del sector fabril, que vivió en 2024 su peor desempeño desde 2002. La caída de la actividad industrial alcanzó un 9,4%, superando incluso los efectos negativos del 2020, el año de la pandemia, y poniendo de manifiesto la urgente necesidad de políticas que favorezcan la competitividad y el crecimiento en el sector.
Este encuentro se enmarca en un contexto complejo para la economía argentina. Tras un 2024 marcado por una fuerte devaluación que inicialmente había impulsado la competitividad cambiaria de las industrias exportadoras, el Gobierno intentó anclar el tipo de cambio por debajo de la inflación para frenar la suba de los precios internos. Sin embargo, esta estrategia resultó en una pérdida de competitividad para el sector, lo que ha generado un creciente malestar en los empresarios fabriles, quienes exigen medidas más directas.
Uno de los puntos centrales de la reunión será la discusión sobre los impuestos nacionales y provinciales que afectan al sector. La UIA ha sido clara en su solicitud al Gobierno: una reducción de la carga tributaria, especialmente en lo que respecta a los impuestos sobre la producción y las cargas impositivas distorsivas. Según los empresarios, el “costo argentino” es uno de los principales obstáculos para la competitividad de la industria nacional, y no solo en términos de impuestos, sino también por la falta de infraestructura y los elevados costos logísticos.
El Ministerio de Economía, por su parte, ha asegurado que la solución no será a través de un ajuste en el tipo de cambio oficial, sino mediante una serie de medidas fiscales que contribuyan a reducir el peso impositivo sobre las empresas. En este sentido, también se ha presionado a las provincias y municipios para que recorten sus propias tasas e impuestos, especialmente el régimen de Ingresos Brutos y las tasas municipales, como una forma de aliviar la carga tributaria para las industrias.
La industria argentina cerró 2024 con una caída del 9,4% en su producción, un descenso mucho más pronunciado que el de la pandemia de 2020, cuando la caída fue del 7,5%. Solo en 2002, durante la crisis económica que golpeó al país, la actividad fabril había experimentado una caída más profunda, del 10,6%. Este desempeño ha dejado a los empresarios fabriles preocupados, ya que la caída no solo afecta a los sectores más tradicionales, como la fabricación de productos metálicos, sino también a sectores clave como los minerales no metálicos y los metales básicos.
Según los datos publicados por el INDEC, la caída en la producción fabril de 2024 ha afectado a prácticamente todos los sectores, aunque algunos han registrado un desempeño más positivo. El sector aceitero, por ejemplo, ha mostrado una expansión, impulsada por un aumento en la producción de aceite y otros productos derivados de la soja, mientras que la industria automotriz ha experimentado un leve repunte en los últimos meses. Sin embargo, la desaceleración en otros sectores sigue siendo preocupante, y no se observan signos claros de recuperación a corto plazo.
Las expectativas de los empresarios fabriles para los primeros meses de 2025 no son muy alentadoras. Según una encuesta realizada por el INDEC, solo el 26,8% de los ejecutivos de empresas fabriles cree que la demanda interna aumentará en el primer trimestre del año. Por el contrario, un tercio de los empresarios cree que la demanda continuará disminuyendo, y casi un 40% anticipa que no habrá cambios significativos.
La capacidad instalada también está bajo presión, ya que solo el 11,4% de los empresarios prevé un aumento en el uso de sus instalaciones, mientras que la mitad espera una caída en la actividad. Por otro lado, un 27,5% de los empresarios anticipa que se verá obligado a reducir su personal en los próximos meses, lo que refleja la creciente incertidumbre que afecta a las empresas.
El panorama de la industria es aún más sombrío si se observa el comportamiento de los sectores más golpeados. La construcción, que en años anteriores había mostrado signos de crecimiento, ahora enfrenta una desaceleración, especialmente en las empresas que se dedican a obras privadas. Sin embargo, las expectativas para el sector público son algo más estables, ya que muchos empresarios esperan que la actividad no cambie significativamente, aunque no se esperan grandes aumentos en la inversión pública.
Uno de los temas que también ha generado preocupación entre los empresarios es la política de apertura comercial que promueve el Gobierno. Aunque la medida busca aumentar las exportaciones, hay dudas sobre su impacto en la competitividad de la industria local. Los empresarios temen que una mayor apertura a los mercados internacionales pueda generar una competencia desleal con productos importados, afectando a las empresas locales que no cuentan con la misma competitividad en cuanto a costos y tecnología.
A pesar de los esfuerzos del Gobierno por aumentar las exportaciones, los ejecutivos fabriles siguen considerando que la falta de competitividad interna es uno de los principales frenos a la expansión de la industria nacional. En este sentido, la UIA ha solicitado no solo una reducción de impuestos, sino también un plan de incentivos a la inversión en tecnología e infraestructura, que permita a las empresas adaptarse a un entorno global cada vez más competitivo.
Uno de los temas más candentes en la mesa de negociación entre Caputo y los empresarios será el tema del atraso cambiario. En el sector fabril, se considera que el tipo de cambio actual no refleja el verdadero costo de producción, lo que perjudica a las empresas exportadoras. Según un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), el atraso cambiario es una de las principales causas de la pérdida de competitividad, ya que el tipo de cambio oficial no ha sido ajustado al ritmo de la inflación, lo que genera distorsiones en el mercado.
Además, Idesa destacó que los impuestos distorsivos, como el impuesto al Cheque y los Derechos de Exportación, están afectando la competitividad de las empresas nacionales. En la década de los 90, estos impuestos no existían, y la carga tributaria era mucho menor. Hoy en día, los impuestos como Ingresos Brutos y las retenciones a las exportaciones representan un porcentaje significativo del Producto Bruto Interno (PBI), lo que genera un impacto negativo en la competitividad de las empresas.