Por Agroempresario.com
Mariano Martínez es el único argentino con una fábrica de indumentaria en India, una de las potencias textiles más importantes del mundo. Desde su establecimiento en Gurgaon, ciudad en el conurbano de Nueva Delhi, produce entre 120.000 y 150.000 prendas al año y emplea a unas 45 personas. Además, lidera un área de consultoría para otras empresas con un equipo de siete trabajadores.
La historia de Martínez en India comenzó en 1991, cuando realizó un "viaje espiritual" a los 20 años sin imaginar que, tiempo después, se radicaría definitivamente en el país. Durante los años '90, en Argentina, se dedicaba al negocio de máquinas expendedoras de gaseosas y snacks, pero la crisis de 2001 lo llevó a cerrar su empresa y buscar nuevas oportunidades en el exterior. Fue entonces cuando decidió volver a India para explorar qué productos podría comercializar en Sudamérica.
Durante dos meses recorrió los principales centros de producción textil y de decoración, y regresó con muestras que mostró a importadores y retailers de Argentina, Perú y Chile. "Armé una buena agenda de clientes y trabajé desde Argentina, viajando constantemente", relata Martínez. Durante cuatro años operó con una oficina en Nueva Delhi hasta que, en 2006, decidió mudarse de manera definitiva con su familia.
El crecimiento de su negocio lo llevó a identificar nichos en el mercado de indumentaria. "Las marcas pedían bordados a mano con hilos y canutillos, pero era complicado supervisar la calidad a distancia", explica. Así, en 2012, fundó su propia fábrica, Flormarina, con un equipo inicial de 25 personas. Desde allí produce ropa de noche y telas de estampa digital, abasteciendo clientes en Argentina, Estados Unidos y Europa.
Con el tiempo, abrió dos locales de su marca propia: uno en Nueva Delhi y otro en Goa, en el sur del país. Antes de la pandemia de Covid-19, su estructura llegó a contar con 130 empleados. Sin embargo, la crisis sanitaria golpeó duramente al sector textil en India, y Martínez debió reducir su personal. "El freno fue total durante seis meses. No había eventos ni fiestas, y el gobierno indio no brindó ayuda a las empresas", señala. Actualmente, mantiene una estructura de 45 empleados y terceriza algunas actividades.
Su hija mayor, Kamala Martínez, es la diseñadora de su marca, House of Kams. En el caso de las empresas para las que confecciona, los diseños provienen de los clientes, quienes envían especificaciones detalladas. "Primero hacemos el prototipo, se envía para su aprobación y, una vez validado, la confección lleva entre 90 y 100 días", detalla Martínez. El proceso incluye el bordado manual de las telas antes de su ensamblaje final en la fábrica.
Martínez destaca la evolución del mercado indio y su impacto en la industria textil. "India ya no es 'baratísima'. La clase media creció y el consumo cambió por completo", afirma. En las grandes ciudades, la producción occidental es cada vez más demandada, lo que ha transformado la moda en las metrópolis del país.
A pesar de estos cambios, India sigue ofreciendo ventajas competitivas en ciertas tareas, como el bordado a mano y la calidad de materias primas como el algodón y la seda. "Aquí se pueden trabajar volúmenes pequeños sin necesidad de grandes producciones, algo que no es viable en Bangladesh o China", agrega.
Además de dirigir su fábrica, Martínez también representa a empresas que buscan proveedores en India, facilitando la intermediación y garantizando altos estándares de calidad en los productos.
Tras más de 18 años radicado en India, Martínez ha demostrado que la adaptación es clave en los negocios internacionales. Desde sus comienzos como representante de otras empresas hasta el establecimiento de su propia fábrica y marca, su crecimiento ha estado basado en la comprensión del mercado y la capacidad de responder a sus demandas.
Hoy, con una presencia consolidada en India y clientes en diversos países, su historia es un testimonio de cómo una crisis puede convertirse en una oportunidad para reinventarse y triunfar en el competitivo mundo de la moda internacional.