Por Agroempresario.com
A pesar de las condiciones climáticas favorables y una mejora en los precios de la hacienda, los productores ganaderos no están mostrando signos de avanzar hacia la tan esperada fase de retención. Lejos de estabilizarse, el nivel de faena se mantiene elevado, con una preocupante participación de hembras jóvenes que amenaza el futuro del stock bovino argentino.
En abril de 2025, la faena registró un 9% más que en marzo y un 4% más que en el mismo mes del año anterior. Con 4.327.486 cabezas faenadas en el primer cuatrimestre, los datos se alinean con la posibilidad de repetir una cifra cercana a los 14 millones de animales en el año. Pero el dato crítico es otro: esa cifra se daría sobre un stock claramente más reducido.
Según el analista Ignacio Iriarte, “a este ritmo, nos seguiremos comiendo el rodeo”. Rosgan, por su parte, advierte sobre un quiebre de tendencia: el año pasado se había logrado reducir la faena, pero en 2025 ese proceso parece haberse revertido.
Uno de los datos que más alarma genera es la alta participación de hembras jóvenes en la faena. Durante los primeros cuatro meses del año se enviaron a faena cerca de 1,3 millones de vaquillonas, un 7% más que en igual período de 2024. El año pasado ya se había alcanzado un récord con 4 millones de hembras sacrificadas, lo que generó una pérdida de unas 185 mil cabezas del stock.
El nivel de extracción de equilibrio se calcula en base a la tasa de procreo y destete. Si este año se obtuvieron 14,6 millones de terneros y se descuenta un 1,5% de mortandad, la faena ideal debería oscilar entre 13,8 y 14 millones de cabezas. Superar ese umbral, como ya está ocurriendo, implica un deterioro estructural del stock.
En condiciones normales, un escenario de buena oferta forrajera y precios en alza debería alentar la retención. Sin embargo, la inercia faenadora no se detiene. Aunque la cantidad de vacas enviadas a faena cayó un 13% interanual, el sacrificio de vientres jóvenes compensa esa baja y mantiene elevada la extracción.
Para Rosgan, las condiciones actuales podrían sostener un ciclo expansivo de producción. Los precios de la hacienda en dólares mejoraron considerablemente: el criador gana entre un 25% y 30% más por la venta de terneros que el año pasado. Aún así, la tendencia no cambia.
La faena de machos también se mantiene estable, con un crecimiento del 10% interanual en el caso de los novillos. Se destacan los animales más jóvenes y livianos, de 6 dientes. Este comportamiento no responde al patrón esperado para una etapa de crecimiento del rodeo, donde se buscaría alargar los ciclos productivos y aumentar el peso por animal.
Según el IPCVA, vender la misma cantidad de vacas vacías rinde hoy un 20% más en dólares. Para el invernador, la mejora es de un 12% para novillitos, 17% para novillos y 18% en el caso de vaquillonas. Todo indica que la ecuación económica acompaña, pero la estrategia productiva no.
Desde la consultora Zorraquín-Meneses se señala que los dos pilares del negocio ganadero están debilitados: exportación y consumo interno. Las exportaciones pasaron de 80.000 a 50.000 toneladas mensuales. El mercado interno también da señales de saturación: los aumentos de precios en carnicerías estarían generando sustitución por otras carnes más económicas.
El productor ganadero enfrenta otros desafíos: la valorización en pesos de su mercadería exige aplicar estrategias financieras para resguardar el capital. Al mismo tiempo, aumentan los costos de mano de obra, los costos indirectos y la tasa de interés en pesos. A esto se suman arrendamientos en kilos de carne que muchos consideran elevados para la coyuntura actual.
Según los analistas, el negocio ganadero podría tener una renta positiva en 2025, pero con un techo bajo. La baja en los costos de alimentación, gracias a un precio deprimido de los granos, y la estabilidad del mercado interno podrían ser los factores de equilibrio.
Una de las mayores amenazas es la pérdida de competitividad de la industria exportadora. Este sector es clave para sostener las cotizaciones internas de la hacienda. Si no se recupera, el precio del productor podría deteriorarse, comprometiendo la sustentabilidad de todo el sistema.
A nivel internacional, se observa una suba de precios por mayor demanda de carne, pero Argentina está quedando al margen del fenómeno. Las razones son múltiples: desde restricciones cambiarias hasta problemas logísticos y sanitarios.