Por Agroempresario.com
El futuro del etanol de maíz en la Argentina se vislumbra prometedor si se logra avanzar en una mayor incorporación de este biocombustible a la mezcla con naftas. Durante el Congreso Maizar 2025, celebrado en el predio de Parque Norte, un panel de especialistas proyectó que llevar el corte de etanol en naftas del actual 12% al 15% (E15) podría desencadenar inversiones inmediatas por US$500 millones, además de generar empleo, valor agregado y ahorro de divisas para el país.
El panel “Perspectivas sobre el bioetanol”, moderado por Manuel Ron, presidente de Bio4, reunió a referentes clave del sector como Beatriz Pupo (US Grains Council), Patrick Adam (Cámara de Bioetanol de Maíz) y Antonella Semadeni (FADA). Allí se remarcó que la suba del corte podría viabilizar múltiples proyectos para nuevas plantas productoras, hoy en análisis, que dependen de una decisión política para concretarse.
“Si se lleva a cabo el corte de las naftas con etanol de maíz al 15% podrían concretarse inversiones por US$500 millones solo por los proyectos que están en estudio”, sostuvo Adam, quien enfatizó que “se necesita voluntad política”. Esta afirmación hace referencia directa a los proyectos de ley actualmente en el Congreso Nacional, que buscan elevar el porcentaje de corte de los combustibles con biocombustibles tanto en nafta como en gasoil.
En comparación con potencias agrícolas como Estados Unidos y Brasil, Argentina muestra un rezago significativo en el uso de etanol como combustible. Mientras que en nuestro país solo el 3% del maíz cosechado se destina a etanol, Estados Unidos redirige entre el 35 y 40% y Brasil alrededor del 25%.
“Los argentinos que fueron con sus autos a Brasil vieron que cargaban nafta con un 27% de etanol sin problemas”, ejemplifica Ron. Para reforzar el argumento, en el hall del Congreso Maizar se exhibieron dos vehículos que funcionan con alto contenido de etanol: un Honda Civic V6 de 500 CV que utiliza E40 (40% de etanol), y un Toyota Corolla Cross FFV (Flex Fuel Vehicle), que puede operar con cualquier mezcla de nafta y etanol.
Ambos vehículos no solo garantizan buen rendimiento, sino que reducen emisiones contaminantes, demostrando que el etanol no compromete el desempeño ni la durabilidad de los motores. Además, el Civic compitió en el Rally de Córdoba y participó en el Turismo Carretera 2000, una nueva categoría del automovilismo creada en Córdoba para promover el uso de biocombustibles.
Según Beatriz Pupo, del US Grains Council, el consumo mundial de etanol de maíz muestra un crecimiento anual del 4% en los últimos cinco años. Estados Unidos, Brasil, India y la Unión Europea concentran el 90% de la producción global. “América Latina tiene oportunidades para expandirse, pero necesita mandatos sólidos, metas claras de reducción de GEI (gases de efecto invernadero) e incentivos fiscales”, explicó.
En ese sentido, destacó el ejemplo de Estados Unidos, donde desde hace dos décadas se aplica el programa RFS (Renewable Fuel Standard) con metas concretas para biocombustibles. Brasil, por su parte, está redireccionando parte de su industria azucarera hacia el etanol de maíz, lo que explica que en 2024 se produjeran 10.000 millones de litros, frente a los 8.000 millones del año anterior, mientras el etanol de caña cayó un 8%.
La economista Antonella Semadeni, de FADA, compartió cifras contundentes sobre el impacto actual del etanol de maíz en la economía argentina:
“El etanol no solo genera beneficios ambientales, sino también económicos, sociales y regionales”, resaltó Semadeni. A su vez, Adam agregó: “El mundo vive una catástrofe ambiental y el etanol es clave para la descarbonización del transporte, uno de los principales emisores de gases contaminantes”.
El etanol de maíz no es solo combustible. Su producción genera una amplia gama de coproductos, como burlanda para alimentación animal, vinaza, alcohol industrial, CO₂ para bebidas y construcción, aceites y biogás. Estos subproductos diversifican la matriz productiva y permiten aprovechar integralmente el grano de maíz.
“Tenemos que elegir qué modelo de país queremos: uno empobrecedor, como Argentina y Ucrania, con bajo valor agregado, o uno enriquecedor, como Brasil y Estados Unidos, que transforma sus materias primas y genera empleo e innovación”, concluyó Adam.