Por Agroempresario.com
La moda también se cultiva con raíces profundas y evolución constante. Jazmín Chebar, referente del diseño argentino, revela cómo logró construir una de las marcas más icónicas del país, manteniéndose vigente en un mercado tan exigente como el de la moda. Entre familia, arte y sofisticación con humor, la diseñadora comparte su recorrido, desafíos y nuevas apuestas creativas.
Hablar de Jazmín Chebar es hablar de estilo, evolución y una identidad de marca que ha logrado atravesar generaciones. Fundada en los años ‘90, su firma no solo conquistó el mercado argentino, sino que se expandió con éxito hacia México, Chile y España, consolidándose como una de las etiquetas más reconocidas de la moda latinoamericana.
En diálogo con Agroempresario.com, Jazmín repasa su recorrido, con un eje central que define tanto su vida como su carrera: la familia. “Es la palabra que lo explica todo”, confiesa. Desde sus “cuatro hombres amados”, su marido Santiago Peralta Ramos y sus hijos Félix, Jaime y Simón, hasta su socio histórico Claudio Drescher, a quien define como “parte del círculo sagrado”. Todos ellos componen el soporte emocional y profesional de una carrera marcada por la creatividad.
Desde sus inicios en un pequeño local en República de la India, pasando por su consolidación junto a Drescher —ex Vitamina y Caro Cuore—, Chebar construyó un universo de “sofisticación alegre”, una etiqueta que combina humor, color, calidad e identidad. Hoy, la marca cuenta con más de 20 locales en Argentina, además de sedes en España y México, y una sólida presencia en Chile.
Ese ADN de la firma —irreverente, audaz, pero siempre chic— tiene una raíz clara: su crianza en el entorno estético de sus padres, León y Susy Chebar, fundadores de la mítica boutique La Clocharde. “Siempre hubo arte en casa. Aunque no me encantaba ir a los museos, mi mamá me decía que algo me iba a quedar grabado en la retina. Hoy se lo digo yo a mis hijos”, recuerda Jazmín.
En ese diálogo con el arte, surgió recientemente una colaboración con el reconocido artista pop argentino Edgardo Giménez, quien comparte con Chebar una visión lúdica del mundo visual. “Fue como hacer una obra de arte en la ropa”, dice sobre esta cápsula exclusiva. Inspirada en las Fancy Monas, una serie icónica del artista, la colección fue un éxito instantáneo.
La idea nació 15 años atrás, cuando Jazmín visitó la galería Braga Menéndez y descubrió una de las obras de Giménez. “Me volví loca, vi un mono enorme y no lo podía creer. Soy fan total de los monos. Empecé a seguir su obra desde entonces”, cuenta. El proyecto requirió imprimir telas en el exterior, desarrollar botones especiales y adaptar etiquetas, todo en diálogo con el universo estético del artista.
A punto de cumplir 30 años en el mundo de la moda, Chebar asegura que el secreto para seguir vigente es “respetar el ADN, pero evolucionando”. Aunque la marca mantiene elementos característicos, cada colección responde a las tendencias del momento, sin perder autenticidad.
“Lo que más me apasiona es mirar moda todos los días. Me fascina. Veo lo que salió, lo que no. Me recontra interesa”, comenta. Entre sus referentes, destaca a Miuccia Prada y Moschino, firmas que marcaron su adolescencia y juventud, especialmente durante su formación en Nueva York en los años ‘90.
En cuanto a su propio estilo, Jazmín se ríe: “Yo no tengo un estilo definido. Puedo usar tacos un día y zapatos de varón al siguiente. Todo depende del humor. La ropa acompaña, pero el estilo sos vos”.
Entre risas, recuerda uno de sus errores más grandes como diseñadora: una colección de prendas marrones muy sobrias que no tenían nada que ver con la identidad de su firma. “La sofisticación seria no es lo mío. Jazmín es sofisticada, pero con humor. La moda, para mí, es un juego”, enfatiza.
Madre de tres varones, Chebar no proyecta su legado empresarial como una imposición. “Mis padres jamás me presionaron, y yo quiero lo mismo para mis hijos. Que sean felices con lo que elijan”. Aun así, Jaime, su hijo del medio, ya muestra un fuerte interés por la moda y suele acompañarla en viajes de trabajo.
“Félix está en otra cosa, pero Jaime está remetido. A Simón también le gusta. Pero no hay presión, sólo apoyo”, explica, reflejando una filosofía familiar donde la pasión se cultiva con libertad.
El vínculo con su socio Claudio Drescher también es parte esencial de la historia. Se conocieron cuando ella trabajaba en Vitamina y, tras una breve separación profesional, se reencontraron en 1999. En 2002, formalizaron la sociedad que dio origen a la actual Jazmín Chebar. “Somos muy parecidos en lo esencial: valoramos a la gente, a la familia, y compartimos el humor”, dice.
Drescher, figura clave de la industria, ayudó a consolidar la marca como una empresa profesional, sin que perdiera su identidad original.
¿Tuvo miedo de ponerle su nombre a la marca? Jazmín responde con humildad: “No me hago mucho cargo de eso. Si te pegás emocionalmente, no te lleva a nada bueno. Me lo tomo como un trabajo, no como algo personal”. Esta distancia saludable le permitió tomar decisiones con objetividad y mantener el rumbo, incluso en momentos difíciles.
Instalada con éxito en el exterior, Jazmín no pierde de vista su raíz local. “Sigo apostando al diseño argentino. Hay un talento enorme, solo falta visibilizar más. Me interesa seguir construyendo desde acá, pero con una mirada global”.
En tiempos de cambios vertiginosos, donde las tendencias viajan a la velocidad de un click, Chebar apuesta por un crecimiento sostenido, pero sin resignar estilo ni valores. “Siempre hay que estar actualizado”, repite como mantra.
Y quizás ese sea el mayor secreto detrás de su vigencia: la capacidad de reinventarse, sin traicionar su esencia.