Por Agroempresario.com
Mientras Vaca Muerta se consolida como epicentro energético de la Argentina, una transformación silenciosa y estratégica está en marcha: la industria petroquímica comienza a emerger como un nuevo motor exportador del país. Con inversiones proyectadas por más de US$600 millones, empresas como Compañía Mega y Unipar Argentina apuestan a ampliar su infraestructura, reconvertir procesos y capturar valor agregado a partir de los hidrocarburos líquidos neuquinos.
Esta transformación no solo implica crecimiento económico, sino también el inicio de una nueva etapa para el complejo industrial argentino, orientada a productos de mayor sofisticación, generación de empleo calificado y oportunidades en mercados globales como Brasil y Asia. El reciente anuncio de obras y ampliaciones en plantas clave como Bahía Blanca así lo demuestra.
La petroquímica juega un papel crucial en la cadena de producción del gas de Vaca Muerta. Tomás Córdoba, CEO de Compañía Mega, explicó en diálogo con Forbes, durante la Jornada de la Industria Petroquímica 2025 organizada por el IPA, cómo la compañía opera como nexo fundamental entre el upstream (extracción) y el downstream (refinación y petroquímica).
“Mega le da un primer acondicionamiento al gas crudo en Loma de la Lata, que luego vuelve a los gasoductos en condiciones de consumo. Tras ese paso, trasladamos una mezcla de líquidos a través de un poliducto de 600 km hacia nuestra planta en Bahía Blanca, donde se fraccionan en cuatro productos: etano, propano, butano y gasolina natural”, detalló Córdoba.
Esta infraestructura, pensada originalmente para gas menos rico en líquidos, ahora enfrenta la necesidad de adaptación. “La capacidad de producción debe ampliarse”, agregó Córdoba. Para ello, Mega está ejecutando una ambiciosa obra de expansión que incrementará en un 50% su capacidad de fraccionamiento. “Una primera etapa del 20% estará lista entre enero y febrero próximos, y un 25% adicional se habilitará 18 meses después”.
Desde 2020, Mega ha invertido estratégicamente con el horizonte de Vaca Muerta como referencia. El primer paso fue la construcción del gasoducto Tratayén, de 9 kilómetros. Las inversiones acumuladas alcanzan los US$400 millones, y el plan contempla otros US$200 a US$250 millones en obras futuras.
“Vemos una oportunidad inmensa en el midstream argentino, con el crecimiento del Oil & Gas. Mega, con 25 años de experiencia, puede ser protagonista del desarrollo de esta infraestructura”, sostuvo Córdoba.
Pero la apuesta no es exclusiva de Mega. Guillermo Petracci, director de Unipar Argentina, señaló que su compañía también tiene proyectos avanzados de reconversión, tanto en producción de cloro como en generación de energía. “Esperamos tener definiciones concretas para fin de año. Queremos migrar a una matriz energética más sustentable, con mayor participación del gas”, afirmó Petracci.
Las expectativas por el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) son altas. “Es una herramienta clave para decisiones de inversión a largo plazo”, aseguró Petracci. Consultado sobre el interés internacional, respondió con claridad: “Estamos abiertos a cualquier tipo de negociación. No descartamos nada”.
Ambos directivos coinciden en que el nuevo marco macroeconómico argentino genera optimismo, aunque aún quedan desafíos por delante. “Las señales son buenas: eliminación de aranceles a exportaciones industriales, reforma laboral, y más aún, la reforma del sistema impositivo”, enumeró el director de Unipar.
Las ampliaciones actuales y futuras tienen un objetivo claro: ganar protagonismo en el mercado global. “La demanda interna ya está cubierta. Todo el crecimiento que generemos se exportará”, señaló Córdoba. Entre los mercados más prometedores destacan Brasil, por cercanía y volumen, y Asia, con foco en China.
“Argentina puede posicionarse como proveedor estratégico para estos mercados que demandan grandes volúmenes”, agregó el CEO de Mega.
El valor agregado que ofrece la industria petroquímica es sustancial. A diferencia de la simple exportación de gas natural o petróleo crudo, los productos derivados del fraccionamiento permiten multiplicar el valor económico, generar empleo calificado y posicionar al país como proveedor confiable de insumos industriales.
Aunque la exportación es clave, Unipar sigue centrada en el mercado interno. “Nuestro desarrollo está más ligado al consumo interno, especialmente a la construcción, que utiliza grandes volúmenes de PVC”, señaló Petracci. “Nos preocupa la caída de ese mercado, pero creemos que el segundo semestre será de recuperación”.
La apuesta de Unipar, entonces, se equilibra entre competitividad exportadora y reactivación de la demanda nacional. En ese sentido, proyectos de eficiencia energética y sustentabilidad son estratégicos para reducir costos y mejorar márgenes en un contexto económico aún desafiante.
Los planes de GNL (gas natural licuado) y la ampliación de infraestructura energética proyectan una duplicación de la producción de gas hacia 2031. En este contexto, la industria petroquímica tiene un rol determinante.
“La estrategia es seguir ampliando nuestras capacidades para acompañar ese crecimiento. Son obras que no solo agregan valor, sino que permiten el desarrollo regional, generación de empleo e inserción global”, sostuvo Córdoba.
La apuesta es clara: capturar ese crecimiento mediante una infraestructura moderna y eficiente. El midstream argentino se perfila como uno de los segmentos más dinámicos del próximo quinquenio.
Lo que hasta hace poco era un yacimiento de gas no convencional, hoy es la base para una revolución productiva. Con inversiones superiores a los US$600 millones, la petroquímica argentina se posiciona como un actor central del nuevo modelo exportador.
La transformación de gas en productos petroquímicos, su transporte eficiente y la expansión de plantas como la de Bahía Blanca marcan un cambio de paradigma. Vaca Muerta ya no es solo sinónimo de petróleo y gas: es sinónimo de industria, innovación y valor agregado.
La Argentina tiene la oportunidad de construir una nueva narrativa energética e industrial, con actores privados decididos a liderar el cambio y con políticas públicas que, como el RIGI, pueden facilitar ese salto de escala.