Por Agroempresario.com
En un mundo marcado por la polarización y la volatilidad económica, Uruguay se erige como una excepción. Así lo ve Gabriel Oddone, actual ministro de Economía del país oriental, quien compara a su nación con la célebre aldea de Astérix: pequeña, cohesiva y resistente al caos del entorno. Oddone, un académico devenido funcionario público, destaca el valor del consenso político, el respeto institucional y la moderación económica como las claves de un modelo que, aunque no exento de desafíos, ha logrado estabilidad y previsibilidad en América Latina.
Oddone, de 61 años, asumió como ministro en marzo de 2025 tras ser designado por el presidente Yamandú Orsi, del Frente Amplio. Doctor en Historia Económica por la Universidad de Barcelona y economista por la Universidad de la República (Udelar), combina la rigurosidad académica con una inusitada cercanía popular: sigue viajando en colectivo, se reúne con legisladores opositores fuera del horario laboral y valora profundamente la cohesión social.
En entrevista con La Nación durante su visita a Buenos Aires, donde participó de la cumbre del Mercosur y se reunió con figuras como Javier Milei, Luis Caputo y Federico Sturzenegger, Oddone no escatimó elogios al proceso de estabilización económica de Argentina. Aunque admite que fue escéptico en un inicio, reconoce que el país logró avances macroeconómicos significativos en los últimos 18 meses.
“En Uruguay discutimos si el crecimiento debe acompañarse de redistribución o si puede confiar en el derrame. Esas son nuestras discusiones. Pero cuando salgo del país, siento que vivimos en la aldea de Astérix”, señaló Oddone.
A diferencia de otras democracias latinoamericanas donde los cambios de gobierno suelen implicar bruscos giros de timón, en Uruguay existe un acuerdo transversal sobre una decena de principios macroeconómicos fundamentales. Entre ellos, destaca Oddone, están la baja inflación, la disciplina fiscal, la apertura comercial y el rechazo al tipo de cambio múltiple.
Este marco estable permite que la política económica se centre en el largo plazo. Oddone explica que el sistema político uruguayo, forjado tras la salida de la dictadura, aprendió de sus errores y consolidó un modelo de negociación constante. “Pagamos un precio: avanzamos más lento. Pero con seguridad”, remarcó.
Este consenso también tiene beneficios prácticos. Uruguay posee grado inversor desde hace más de una década, un logro que el sistema político en su conjunto considera sagrado. El país tampoco ha caído en default en décadas y ofrece una estabilidad jurídica altamente valorada por inversores.
Aunque estable, Uruguay enfrenta desafíos estructurales. La economía crece lentamente —apenas un 1% promedio en la última década— y para sostener su modelo de cohesión social necesita duplicar esa cifra. “Si no crecemos al 2% anual, no hay prosperidad sostenible ni distribución posible”, advierte Oddone.
Actualmente, la inversión representa el 16% del PBI, pero el objetivo oficial es llevarla al 20%. Para lograrlo, Uruguay necesita captar unos US$12.000 millones anuales del sector privado, a los que se suman US$4000 millones del Estado.
La estrategia incluye garantizar estabilidad macroeconómica, ofrecer seguridad jurídica y mantener una política tributaria atractiva para inversores. Pero también, fortalecer el sistema de protección social. “En Uruguay, el votante medio prefiere resignar algo de prosperidad si eso garantiza menor desigualdad”, sostiene Oddone, en una frase que sintetiza el ADN político del país.
Los pilares tradicionales de la economía uruguaya siguen vigentes: ganadería, industria frigorífica, forestación, celulosa y agricultura. A esto se suma una pujante industria de servicios no tradicionales, como el software y los servicios empresariales.
Oddone destaca que, pese a pertenecer a un partido de izquierda, su gobierno no asusta a los inversores. “Gobernamos 15 años entre 2005 y 2019. Sabemos que sin inversión no hay riqueza que distribuir. Lo ideológico no debe obstaculizar el desarrollo”, sentencia.
En su visita a la Argentina, Oddone mantuvo reuniones con Luis Caputo y Javier Milei. También compartió una cena con Federico Sturzenegger, con quien mantiene una relación de años. Aunque inicialmente descreía de la viabilidad del plan libertario, admite que los resultados macroeconómicos lo sorprendieron.
“La Argentina cerró la brecha fiscal, está desarmando el tipo de cambio múltiple y logró contener la inflación. Ahora el desafío es generar crecimiento y atacar la pobreza”, analiza el funcionario.
Oddone también destaca el giro geopolítico que afecta a América Latina. Para un país pequeño como Uruguay, los cambios globales representan tanto amenazas como oportunidades. “Un entorno fragmentado le permite a países estables como Uruguay ofrecer garantías que hoy escasean”, apunta.
Respecto al acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, Oddone reconoce que siempre fue escéptico. Pero los cambios recientes —desde la guerra en Ucrania hasta el retorno de Trump— modificaron el tablero global. “Europa hoy necesita nuevos socios. En este contexto, el Mercosur puede volverse atractivo”, sostiene.
En su visión, el bloque regional debe reposicionarse, pasar del discurso a la acción y aprovechar su peso en recursos naturales y talento humano. “La naturaleza geopolítica va a primar sobre las reglas de la globalización clásica”, afirma Oddone.
Uno de los mayores activos de Uruguay, según Oddone, es su sistema político. En lugar de intentar imponer visiones, los actores negocian. “Hay dos fuerzas con diferencias, pero ninguna puede imponerle sus ideas a la otra. Esa es nuestra mayor fortaleza”, resume.
Esa cultura del acuerdo no solo es una herramienta democrática: es también una estrategia económica. Para un país irrelevante por tamaño, ser confiable es una ventaja competitiva. “Quien busque negocios rápidos, que no venga. Somos lentos, pero seguros”, dice.
El ideal uruguayo combina estabilidad, desarrollo sostenible y cohesión social. Según Oddone, ese modelo nació de las lecciones de la dictadura y se consolidó con generaciones de políticos y economistas formados en el exterior. Hoy, la mayoría de los cuadros técnicos uruguayos tienen formación internacional, lo que eleva el nivel del debate y profesionaliza la gestión.
“Tenemos diferencias ideológicas, claro. Pero también hay acuerdos de base que no se tocan. Eso permite continuidad y certezas, algo cada vez más raro en el mundo”, concluye Oddone, convencido de que el modelo uruguayo tiene algo para enseñar.