Por Agroempresario.com
La ganadería argentina atraviesa un momento clave. Con los resultados de la primera campaña de vacunación contra la fiebre aftosa de 2025, se confirmó una preocupante realidad: la pérdida de 3,4 millones de cabezas bovinas en comparación con igual campaña del año anterior. Esta caída refleja el impacto directo de la sequía, pero también pone de relieve problemas estructurales y decisiones políticas que condicionan el futuro del sector.
Los datos, difundidos por Senasa, excluyen a las regiones de la Patagonia y Carmen de Patagones, que tienen protocolos sanitarios distintos. El informe reveló que la mayor pérdida se concentró en las categorías de hembras, claves para la reproducción y sostenibilidad del rodeo.
En los últimos dos años, el número de vacas vacunadas cayó 1,13 millones, el de vaquillonas bajó en 804.000 cabezas, mientras que las terneras disminuyeron en 465.000 unidades. En total, se registró una pérdida de 2,4 millones de hembras, lo que anticipa un impacto directo en la oferta futura de terneros al menos durante los próximos dos años.
A pesar de esta reducción, la relación ternero/vaca –indicador clave de eficiencia reproductiva– se mantuvo en niveles positivos, lo cual evidencia que la producción logró resistir en términos de productividad por vientre en servicio.
Un análisis histórico muestra que desde la reapertura de exportaciones a China en 2018, la valorización de la categoría “vaca de rechazo” incentivó a los criadores a eliminar vacas improductivas. Esto permitió un salto en la eficiencia, ya que se dejó de mantener stock ocioso como “refugio de capital”.
Esa mejora fue clave para alcanzar en los últimos tres años una relación ternero/vaca del 68-69%, cuando anteriormente se mantenía en el rango del 62-63%. Incluso en el contexto de la sequía de 2022, 2023 y parte de 2024, este nivel de eficiencia permitió sostener la generación de terneros.
Uno de los datos que más preocupación genera es la caída del número de vaquillonas vacunadas, ya que estas representan la principal fuente de reposición de futuras madres. Si bien esta baja sugiere que aún no comenzó un proceso firme de retención, hay factores que matizan este panorama.
En un rodeo en equilibrio, el número de vaquillonas necesarias debería igualar al de vacas vacías (menos las muertas). Dado que la eficiencia reproductiva aumentó, hay menos vacas vacías, y por ende se requiere un menor número de vaquillonas para reposición.
Además, el adelanto en el servicio (al utilizar vaquillonas de 15, 18 o 22 meses) reduce el stock visible, pero no necesariamente la cantidad efectiva de animales destinados a ser madres. A esto se suma que más vaquillonas se destinan al engorde y faena, una estrategia viable en contextos de alta carga y buena eficiencia.
En los últimos dos años, el stock de machos también se redujo en 1 millón de cabezas, con un 93% de esa pérdida concentrada en terneros, novillitos y novillos. Las caídas fueron del 5%, 8% y 13,7% respectivamente. Esta merma refleja el impacto directo de la sequía, que interrumpió los procesos de recría pastoril y empujó a muchos animales livianos a los feedlots.
De hecho, entre 2023 y 2025, el número de cabezas en feedlots aumentó más de un 10% respecto al promedio de los cuatro años anteriores, confirmando esta tendencia de intensificación.
Con el fin de la sequía, el mejoramiento de la oferta forrajera y una mayor estabilidad climática, se espera que se mantenga el alza en la relación ternero/vaca. Esto podría iniciar un nuevo ciclo de recomposición del rodeo desde el próximo servicio reproductivo.
Sin embargo, la oferta a faena caerá durante los próximos dos o tres años, como consecuencia directa de la pérdida de stock. Esta caída puede ser parcialmente mitigada por el aumento en el peso promedio de la res faenada, una estrategia que gana terreno gracias a la eficiencia lograda en los feedlots.
El balance no puede dejar de señalar el daño causado por políticas públicas que desincentivaron la producción, como las retenciones, los cierres de exportaciones o los controles de precios. Estos instrumentos, aplicados bajo lógicas de corto plazo, socavaron la eficiencia y la previsibilidad, generando crisis cíclicas en el sector.
Hoy, con un contexto más favorable y nuevas reglas de juego en discusión, la ganadería argentina tiene la oportunidad de consolidar su crecimiento sobre bases más sólidas, donde la eficiencia y la sustentabilidad se conviertan en pilares del modelo productivo.