Por Agroempresario.com
En un giro enfático hacia el proteccionismo económico, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reafirmó su compromiso con una política de aranceles “recíprocos” como eje central de su estrategia de recuperación. Según el mandatario, esta decisión ha sido clave para lograr un crecimiento económico del 3% en el segundo trimestre de 2025, lo que calificó como un “renacimiento económico” tras años de pérdida de competitividad.
En una publicación realizada a través de Truth Social, Trump aseguró que “Estados Unidos ha pasado de ser un país muerto a convertirse en el más caliente del mundo”, y atribuyó ese cambio a los aranceles impuestos en los últimos meses. La afirmación llega justo antes del 1 de agosto, fecha límite impuesta por la Casa Blanca para que varios países lleguen a acuerdos comerciales con Washington, o enfrenten aumentos tarifarios significativos.
Desde abril, la administración Trump implementó un agresivo esquema comercial que impone tarifas a las importaciones de casi todos los países. El plan, bautizado internamente como “90 acuerdos en 90 días”, ha logrado avanzar, aunque aún con resultados dispares. Hasta el 31 de julio, se concretaron acuerdos plenos con el Reino Unido y Vietnam, y se establecieron marcos preliminares con Japón, Corea del Sur, la Unión Europea, Indonesia, Filipinas y Taiwán.
Los acuerdos incluyen compromisos multimillonarios de inversión y comercio bilateral. En el caso de Corea del Sur, se impuso un arancel del 15% a sus productos, a cambio de la compra de USD 100.000 millones en energía estadounidense y otros USD 350.000 millones en inversiones estratégicas. El acuerdo con la Unión Europea fija tarifas similares sobre un 70% de sus exportaciones, incluyendo sectores clave como el farmacéutico, automotriz y de semiconductores.
El impacto de estas políticas se reflejó, según datos oficiales, en un crecimiento del PBI del 3% durante el segundo trimestre del año. Además del repunte económico, Trump busca generar un efecto político positivo en un año clave para su agenda interna y su imagen internacional. Sectores industriales tradicionalmente golpeados, como el automotriz y agrícola, han mostrado señales de recuperación, en parte gracias al acceso preferencial obtenido en mercados como Japón y Vietnam.
El acuerdo con Japón, anunciado el 22 de julio, contempla una reducción del arancel inicial del 25% al 15%, y compromete al país asiático a invertir más de USD 550.000 millones en la economía estadounidense. A cambio, se garantiza una mayor apertura para productos agrícolas y vehículos fabricados en Estados Unidos, una victoria para los sectores productivos del medio oeste norteamericano.
Más allá de los acuerdos firmados, el gobierno estadounidense mantiene negociaciones abiertas con otras economías relevantes. El caso de China continúa siendo el más complejo. A mediados de mayo, ambos países acordaron una tregua de 90 días, con reducción mutua de aranceles (30% para EEUU, 10% para China), mientras siguen las conversaciones en Estocolmo. En ese marco, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, adelantó que Beijing permitirá un mayor acceso de empresas estadounidenses a minerales estratégicos, clave en el contexto geopolítico actual.
En el sudeste asiático, se avanzó con Indonesia y Filipinas. El primero aceptó un arancel del 19%, mientras que Filipinas firmó un marco que contempla tarifas similares pero beneficios especiales para exportaciones estadounidenses. También Taiwán, un actor relevante en la cadena global de semiconductores, logró avances en un consenso técnico.
Vietnam, por su parte, accedió a un acuerdo que elimina aranceles a productos estadounidenses y aplica un gravamen del 20% sobre productos locales, además de establecer un impuesto del 40% a mercancías transbordadas, para evitar triangulaciones con China.
Para Trump, esta política comercial tiene múltiples frentes: proteger la industria nacional, reducir la dependencia de mercados adversarios como China, e impulsar la inversión extranjera directa bajo términos favorables. El modelo, sin embargo, ha sido criticado por su unilateralismo y el impacto que podría tener en las cadenas de suministro globales.
Pese a las advertencias de organismos multilaterales y analistas financieros, la Casa Blanca sostiene que los beneficios superan ampliamente los riesgos. La narrativa que impulsa Trump se apoya en la idea de “reciprocidad”: si otros países aplican aranceles, Estados Unidos responderá en la misma medida, pero con mayor capacidad de presión.
La publicación de Trump en redes sociales refleja un tono desafiante, dirigido tanto a sus socios comerciales como a su base política interna. “Gracias por su atención a este asunto”, cerró el mensaje, acompañado de su ya tradicional “MAGA” (Make America Great Again).
Mientras se acerca la fecha límite del 1 de agosto, el mundo observa con atención las decisiones que tomará Washington. De no alcanzarse nuevos acuerdos, se activarán automáticamente nuevas tarifas, lo que podría generar represalias y tensiones en mercados internacionales ya afectados por conflictos bélicos y cambios en la política monetaria global.