Por Agroempresario.com
El reciente silencio del Fondo Monetario Internacional (FMI) tras la intervención del Gobierno argentino en el mercado cambiario encendió señales de alarma entre analistas, exfuncionarios y el mercado financiero. La decisión del Ministerio de Economía y el Banco Central (BCRA) de vender dólares para contener la cotización, sin una comunicación pública del organismo multilateral, avivó las dudas sobre la sostenibilidad del actual esquema cambiario luego de las elecciones legislativas nacionales de octubre.
Aunque desde el equipo económico afirmaron que la medida estuvo "coordinada" con el Fondo, la falta de un respaldo oficial generó interpretaciones variadas. Exfuncionarios que negociaron con el FMI señalaron que, históricamente, cuando el organismo apoya una acción gubernamental, suele emitir un comunicado o hacer alguna mención pública. En este caso, el silencio podría estar reflejando una postura incómoda ante un esquema que, según varios economistas, necesita una profunda recalibración.
“No es buena señal cuando el FMI no dice nada. Generalmente, si algo está en línea con el acuerdo, lo dicen”, comentó en reserva un exfuncionario con experiencia directa en negociaciones con el organismo. Esta situación remite al episodio de abril de 2019, cuando el Gobierno de Mauricio Macri también modificó el régimen de flotación cambiaria y recibió un respaldo explícito de Gerry Rice, entonces vocero del Fondo.
En contraste, la intervención actual —mediante la venta de dólares del Tesoro— no ha tenido eco público desde Washington. Gabriel Rubinstein, exviceministro de Economía, fue categórico: “No creo que al Fondo le guste esta medida, aunque prefieren esto antes que una corrida hacia el techo cambiario que obligue a usar dólares del acuerdo”.
La actual política cambiaria se basa en un esquema de bandas, con un techo móvil que se ajusta apenas al 1% mensual, mientras que la inflación sigue en niveles cercanos al 2%. Para Rubinstein, este desfasaje vuelve insostenible la estructura. “Las bandas están muertas. El piso no existe y el techo es frágil. Después de octubre, veo otro esquema, tal vez con un tipo de cambio más alto”, expresó.
El Tesoro, por su parte, dispone de una capacidad de intervención limitada. Registros oficiales indican que cuenta con US$1700 millones en el BCRA y US$300 millones en el Banco Nación. De hecho, el mercado estima que en una sola jornada se vendieron US$100 millones. A este ritmo, los recursos propios se agotarían antes del 26 de octubre, salvo que el Gobierno recurra a mecanismos extraordinarios como la emisión de una letra para recomprar dólares al BCRA.
Desde la presentación del nuevo programa con el FMI en abril pasado, el riesgo país subió un 24%, pasando de 726 a 898 puntos básicos. Esto refleja el escepticismo de los mercados sobre la viabilidad del programa económico y la falta de acceso al financiamiento internacional.
Al mismo tiempo, las reservas netas del BCRA siguen en terreno negativo, en torno a los US$8000 millones, lo que limita la capacidad del Gobierno para enfrentar pagos de deuda sin comprometer aún más la estabilidad monetaria. En el corto plazo, se avecinan vencimientos clave: US$800 millones al FMI, US$1000 millones en Bopreal Serie 3 y US$4300 millones en bonos Bonares y Globales, a pagar en enero.
Varios analistas coinciden en que, independientemente del resultado electoral, el esquema actual debe ser reformulado. “Todo el marco de política monetaria es frágil y confuso. El FMI lo sabe, aunque no lo diga. El silencio puede interpretarse como una señal de que esta intervención es vista como un parche más que una solución estructural”, analizó otro exfuncionario que pidió mantener su nombre en reserva.
Las críticas apuntan, entre otras cosas, a la eliminación del corredor de pases sin un sustituto eficaz y a la falta de acumulación de reservas cuando el tipo de cambio real era más competitivo. En ese contexto, algunos sostienen que el carry trade puede perder atractivo y el Gobierno debería apuntar a una estrategia basada en los dólares del comercio exterior en lugar de los financieros.
El futuro inmediato dependerá no solo del resultado electoral, sino también de la disposición del FMI a renegociar términos más flexibles. Hoy, Argentina no cuenta con acceso al mercado voluntario de deuda y mantiene una dependencia estructural del financiamiento del Fondo. “Después de octubre, es probable que se negocie una reformulación del acuerdo. No hay margen para sostener este esquema sin cambios”, concluyó un economista cercano a las negociaciones.
Así, mientras el Gobierno intenta ganar tiempo, el mercado observa con desconfianza. El dólar sigue presionado, las reservas en rojo, el riesgo país elevado y el FMI, en silencio. Todo indica que, gane quien gane, se vienen tiempos de definiciones clave para el rumbo económico del país.