Por Agroempresario.com
El pasado 25 de agosto, en el imponente Hilton Hotel de Puerto Madero, se celebró el III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, un evento organizado por Agroempresario.com que reunió a líderes del sector público, privado y académico para debatir el futuro productivo y sustentable del país.
Entre las voces más destacadas se encontró la del ministro de Economía de Tucumán, Daniel Abad, quien presentó una radiografía precisa sobre los desafíos y oportunidades de la provincia norteña en el contexto de la bioeconomía argentina.
Con un tono claro y realista, Abad resumió el dilema estructural del norte argentino: “No tenemos cobre, no tenemos litio ni petróleo. Pero tenemos conocimiento, tenemos caña de azúcar, limón y energía limpia. Y ahí está nuestro camino”.
Abad comenzó contextualizando la situación geográfica y productiva de Tucumán, la provincia más pequeña de la Argentina, con apenas 22.500 km² pero una densidad poblacional muy alta.
Su estructura económica se apoya históricamente en dos pilares: la caña de azúcar y el citrus, actividades que —según el ministro— “constituyen la base de la agroindustria y la identidad productiva tucumana”.
“Somos una provincia agrícola, eminentemente agroindustrial. No tenemos grandes recursos extractivos, pero sí un entramado productivo con un enorme potencial para la bioeconomía”, señaló.
En este sentido, el funcionario subrayó que Tucumán es el principal productor de azúcar y bioetanol del país, además de ser el primer exportador mundial de limón fresco y derivados industriales. Estos logros posicionan a la provincia como una referencia internacional en materia de producción sustentable con valor agregado en origen.

Abad repasó los primeros pasos de su gestión, iniciada en octubre de 2023, dos meses antes del cambio de gobierno nacional.
“Recibimos una provincia deficitaria, con sueldos que se pagaban con descubierto bancario. Empezamos por ordenar el gasto público, cerrando 42 organismos que no eran necesarios. No me gusta hablar de ajuste, prefiero decir reordenamiento del Estado”, explicó.
Esa reestructuración permitió equilibrar las cuentas y crear un fondo anticíclico provincial, lo que marcó un cambio de paradigma:
“Hoy pagamos los sueldos con recursos propios. Fue un esfuerzo grande, pero necesario para poder planificar el desarrollo productivo”.
Con una visión estratégica, Abad planteó que la bioeconomía se convirtió en el corazón del nuevo modelo de desarrollo tucumano.
“Al no tener recursos extractivos, miramos hacia adentro. Tenemos caña de azúcar, limón, turismo y economía del conocimiento. Apostamos a fortalecer esas áreas para generar valor y empleo”.
En ese marco, Tucumán lidera la producción nacional de bioetanol, derivado de la caña de azúcar, y busca incrementar el corte de mezcla con naftas del 12% actual al 15% e incluso 17%, acercándose a los niveles de Brasil, donde los motores soportan cortes del 27%.
“No hay problema técnico, hay intereses económicos. Cada punto que se aumenta en el corte significa más trabajo, menos contaminación y menor dependencia de los combustibles fósiles”, enfatizó el ministro.
La actividad azucarera tiene raíces profundas en Tucumán. Abad recordó que su industrialización comenzó en el siglo XIX, con la llegada del ferrocarril y la máquina de vapor.
Desde entonces, la zafra azucarera —que se extiende entre mayo y noviembre— se consolidó como motor económico, pero también enfrentó desafíos estructurales.
“Producimos en cinco meses lo que se consume en un año. Eso obliga a almacenar azúcar para no saturar el mercado y evitar la caída de precios. Fue un problema histórico de oferta y demanda que llevó décadas de conflictos.”
Esa búsqueda de equilibrio derivó en los años 80 en el Plan Halcón, una iniciativa pionera para transformar la caña en etanol. Aunque los vaivenes políticos y económicos afectaron su continuidad, el concepto renació con la nueva agenda verde global.
“Hoy el bioetanol y la biomasa son parte de la ecuación energética. Nuestros ingenios generan electricidad a partir de residuos de caña y suben esa energía limpia a la red. Es un ejemplo de economía circular y eficiencia.”
En sintonía con los desafíos ambientales y las metas de descarbonización, Abad anunció la próxima sanción de una Ley Provincial de Energías Renovables que promueve la inversión en energía solar, térmica y biocombustibles mediante exenciones fiscales.
“Quien invierta en energías limpias en Tucumán no pagará impuestos provinciales. Es una forma de incentivar la producción sustentable y generar empleo calificado”, explicó.
Esta política se articula con la Ley de Biocombustibles ya vigente en la provincia, que busca ampliar el uso de bioetanol y biodiésel en transporte e industria.
“El futuro está en la bioenergía. Es el camino que elegimos porque es el que tenemos y el que sabemos hacer bien”, afirmó.
Otro punto clave de la exposición fue la economía del conocimiento. Tucumán cuenta con cuatro universidades y un ecosistema académico y tecnológico en crecimiento.
Abad considera que la educación y la biotecnología son pilares del futuro productivo provincial.
“Tenemos recurso humano calificado y estamos formando jóvenes para la bioeconomía. La ciencia y la tecnología son nuestras nuevas reservas naturales”, destacó.
La biotecnología, aplicada a los procesos industriales de la caña y el citrus, abre posibilidades para desarrollar nuevos productos, mejorar la eficiencia y reducir el impacto ambiental.
La provincia también trabaja en proyectos de biogás generado a partir de residuos urbanos, cerrando el círculo de una economía baja en carbono y de base biológica.
Abad no eludió la mirada estructural del país y planteó una reflexión sobre la desigualdad regional:
“En Neuquén, el 80% de los ingresos provienen de las regalías petroleras. En Tucumán es al revés: el 80% depende de la coparticipación. Es como si existieran dos países dentro de uno”.
El ministro reclamó una política de desarrollo federal integral, que contemple las realidades productivas del norte.
“Nos preocupa que no haya un programa de desarrollo para todo el país, desde Tierra del Fuego hasta La Quiaca. No se trata solo de subsidios, sino de diseñar un modelo que valore la producción regional y el agregado de valor en origen”.
Abad cerró su exposición con un mensaje de optimismo y convicción:
“Tucumán tiene historia, conocimiento y energía para salir adelante. No necesitamos litio para generar desarrollo; necesitamos políticas inteligentes y voluntad de trabajo.”
Su mensaje, directo y federal, resume el espíritu de una provincia que, lejos de resignarse a sus limitaciones geográficas, se reinventa a través de la innovación, la sustentabilidad y el valor agregado en origen.