La vitivinicultura mundial avanza hacia modelos más eficientes y sustentables, y un reciente análisis publicado por Más Producción detalla qué tecnologías, dónde se aplican, quiénes las impulsan, cuándo comenzaron a generar resultados y por qué son relevantes para los países productores, incluida Argentina. En 2025, regiones como California, Francia, España, Portugal, Sudáfrica, Italia, Chile y México experimentan cambios profundos basados en riego inteligente, medición de aromas en campo, bioeconomía circular, viticultura regenerativa y gestión digital accesible. Las innovaciones ya muestran impactos concretos: mayor precisión en cosecha, menor uso de agua y químicos, nuevos ingresos por bioenergía y productos derivados, y una fuerte reducción de costos operativos.
De acuerdo con Más Producción, estas experiencias ofrecen una hoja de ruta para la vitivinicultura argentina en un contexto de cambio climático, presión sobre el agua y necesidad de sostener competitividad internacional. El relevamiento sintetiza las cinco tendencias globales que ya están transformando la producción de vino.
Una de las innovaciones más disruptivas se observa en el riego. En Napa Valley (California) y en el Valle de Guadalupe (México) los viñedos premium riegan con aguas residuales urbanas tratadas, una práctica que combina sustentabilidad ambiental con eficiencia hídrica. Más Producción cita estudios recientes que indican que, siempre que se mantengan bajo control la salinidad, el sodio y los metales pesados, no hay impacto negativo sobre la calidad enológica ni sobre el rendimiento.
En 2025, más de 4.000 hectáreas en California operan bajo este esquema. El costo promedio del recurso hídrico es de 0,35 dólares por metro cúbico, alrededor de 70% más barato que el agua subterránea. Para regiones argentinas como Mendoza y San Juan, donde la disponibilidad hídrica condiciona la expansión y la productividad, este modelo podría liberar volúmenes significativos, equivalentes a hasta 150 hectómetros cúbicos por año, sin competir con usos urbanos.

El desafío —según detalla Más Producción— radica en la infraestructura necesaria para el tratamiento avanzado, el transporte y la regulación. Pero la experiencia internacional demuestra que la tecnología ya no es un obstáculo y que los estándares de calidad permiten su uso seguro en viñedos de alta gama.
Otra innovación en rápido crecimiento proviene de Francia y España. Empresas como Vivelys y AgroTools desarrollaron laboratorios móviles equipados con espectrómetros portátiles capaces de medir, en tiempo real, precursores aromáticos en bayas vivas: tioles, norisoprenoides y otros compuestos responsables del perfil sensorial del vino.
Más Producción detalla que esta tecnología permite determinar la fecha óptima de cosecha por parcela, según el estilo buscado por cada bodega. Los resultados registrados en 2025 muestran una mejora del 18% en la precisión del perfil objetivo. En la Rioja Alavesa, ya se utiliza en 1.200 hectáreas, y en Bordeaux fue incorporado por casas de prestigio como Château Margaux.
Para Argentina —particularmente en Sauvignon Blanc, Torrontés, Cabernet Sauvignon y vinos de altura— esta herramienta podría reducir la variabilidad entre vendimias y aumentar la consistencia sensorial, un aspecto clave para posicionarse en mercados internacionales exigentes.
La economía circular empieza a consolidarse como un modelo productivo rentable. Más Producción destaca dos casos líderes: Chile e Italia.
En Chile, Viña Concha y Toro genera 1,2 megavatios de energía renovable con biomasa de poda y subproductos de la vinificación. Esto les permitió reducir 62% de sus emisiones de alcance 1 y 2 en 2025 y comercializar créditos de carbono verificados por Verra.
En Italia, el proyecto Vitis Valor 2.0 (2023-2026) avanza con tres líneas de innovación:
Bioplásticos 100% biodegradables a partir de hollejos y semillas.
Antioxidantes naturales —ricos en polifenoles— para cosmética y farmacéutica.
Biofertilizantes potásicos que reemplazan hasta 40% de la fertilización química tradicional.
Estas iniciativas muestran cómo el orujo y la poda, tradicionalmente considerados residuos, pueden transformarse en productos de alto valor económico y reducir la huella ambiental global del sector.

La viticultura regenerativa se expande globalmente como un estándar ambiental, productivo y comercial. Más Producción señala que regiones como Sonoma County (California) y La Rioja (España) pagan hasta 1.200 dólares por hectárea por año a quienes obtienen certificaciones como Regenerative Organic Certification (ROC) o RegenAg.
Los requisitos incluyen:
Cobertura vegetal permanente
Cero laboreo o laboreo mínimo
Incremento de +0,4% de materia orgánica cada tres años
El impacto económico es notable: en Stellenbosch (Sudáfrica), 4.800 hectáreas ya están certificadas y sus vinos alcanzan un 22% más de precio promedio en el mercado.
Para bodegas argentinas que buscan diferenciarse, especialmente en segmentos premium, esta tendencia abre una oportunidad real de capturar mayor valor y mejorar la calidad del suelo.
Mientras algunas innovaciones requieren infraestructura compleja, otras se basan en herramientas digitales de bajo costo que ordenan la producción y reducen el gasto operativo. En regiones como Alentejo (Portugal) y Western Cape (Sudáfrica), productores utilizan tableros agronómicos simples —como FieldView Light, Agrivi o la versión portuguesa de CepApp— que permiten registrar tareas, consumos y rendimientos desde el celular.
Según Más Producción, los resultados 2025 muestran:
Identificación de 12–18% de costos ocultos
Reducción de 8–14% del uso de agroquímicos
Ahorro promedio de 320 dólares por hectárea por año
En Argentina, la aplicación CepApp, desarrollada íntegramente en el país, ya suma 18.000 usuarios activos y crece un 42% anual. Para pequeños y medianos productores, significa acceder a tecnología de gestión sin necesidad de grandes inversiones.

Más Producción concluye que estas cinco líneas de innovación permiten delinear una hoja de ruta para el país: más tecnología de precisión, mayor eficiencia hídrica, valorización de residuos, prácticas regenerativas certificables y digitalización accesible. En un contexto marcado por el cambio climático, los costos crecientes y la competencia internacional, incorporar estas herramientas podría mejorar la productividad, la rentabilidad y la sustentabilidad de la cadena vitivinícola argentina.